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Las mayores sequías simultáneas de las que se tenga memoria

CATASTRÓFICO. Hay productores que llevan perdidas dos campañas seguidas por la sequía.
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Por Silverio E. Escudero
Exclusivo para
Comercio y Justicia

WeAreWater.fundation, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y la Asamblea General de Naciones Unidas han quedado verdaderamente sin voz como consecuencia de sus gritos. Advierten a un mundo desinteresado y sordo de los sufrimientos de la humanidad ante la conjunción extraordinaria de dos fenómenos aún más extraordinarios.

Uno, siempre evitable: las guerras. El otro es imposible de prever: las sequías más extraordinarias de las que se tenga memoria. O, al menos, desde que se llevan estadísticas meteorológicas confiables en la mayoría de los países del mundo.

Es hora de ponerse serios y exigir a los gobiernos un auténtico compromiso ante el desarme que se avecina y la construcción de presas y acueductos capaces de acumular agua para ser potabilizada y transportada, con la menor evaporación posible, a los centros urbanos.

Córdoba no es un ejemplo a seguir. Sus diques y lagos están muertos o severamente contaminados. ¿Volveremos a escuchar esperanzadoras promesas de transformación y cambio de nuestras represas y reservorios? ¿Promesas que se volatilizarán el mismo día en que se terminen de contar los votos de las próximas elecciones?  

Las excusas de la clase dirigencial cada día son más patéticas. Se aferran con desesperación a los fenómenos de El Niño o de La Nina. Tambalean y lanzan como mastines a su corte de adulones cuando un periodista o un niño le pide alguna aclaración.

La ignorancia ambiental es una característica esencial de la política global. Insistimos: a nadie le importa. 

Donald Trump es quizás el mejor ejemplo. Si alguien se siente incomodado por nuestras afirmaciones, está abierto el camino del debate. Dirá cuándo y dónde y allí estaremos. Tal como alguna vez desafío a la ciudad en su conjunto el inolvidable Juan Vanadia, el concejal más comprometido con su ciudad desde el retorno de la democracia.

Es hora de ejercer nuestro antiguo y orgulloso oficio de maestro de escuela. Explicaremos algunas ideas para que nadie del poder se excuse y que sus discursos -leídos- no sean el compendio del bestiario cordobés que estamos construyendo.

El Niño es el nombre secular con el que bautizaron los pescadores del norte peruano una corriente marina anómala, extremadamente cálida, que se sucede, puntualmente, cada cuatro años en tiempos de las fiestas de la Natividad. Este fenómeno tenía una segunda etapa. La fase de enfriamiento, que se denominó La Niña. 

El Niño y La Niña despertaron el interés de los meteorólogos y climatólogos desde que George Hadley explicó la circulación atmosférica global, en 1735. Desde entonces se han ido acumulando pruebas de la importante influencia del fenómeno en el clima mundial.

Espero que nuestros ediles, legisladores, diputados, senadores, intendentes, gobernadores y el señor Presidente de la Nación, para evitar que se cometan tropelías a la hora de enfrentarse con la memoria del agua, tengan un amanuense que les cuente lo aquí narrado.

¿Sabrá el señor intendente municipal -por su condición de recién llegado- que el muro que se construyó en la antigua Calle de la Ronda no era ornamental? ¿Qué debía -y debe- detener, en tiempos de grandes lluvias, las aguas que bajan de las barrancas de Nueva Córdoba y evitar que el centro de la ciudad se inunde? 

Su actual construcción no fue un antojo arquitectónico del intendente Donato Latella Frías. Fue una lectura correcta del régimen de lluvias de la ciudad para proteger la carga y descarga del Nuevo Mercado Sur y el desarrollo comercial adyacente. 

Y, por cierto, la búsqueda de un cauce controlable para que las aguas en bajante desemboquen en el cauce del Suquía.

Volvamos a nuestro objeto primordial. Nuestros alumnos están atentos. No así, al parecer, los habitantes transitorios y permanentes del Palacio 6 de Julio, que tanto se parecen a aquellos otros que pretendieron construir avenidas en el cauce de La Cañada. 

A esos proyectos, una lluvia oportuna se los llevó para siempre. Como también las ínfulas de sabiondos ingenieros y arquitectos – presentados como auténticos oráculos por los delegados militares en la intendencia- que terminaron buscando infructuosamente planos, tableros y hasta alguna camiseta en las riberas de nuestra querida Mar Chiquita. 

En 1969, el estudio de El Niño registró un importante avance gracias al meteorólogo estadounidense, de origen noruego, Jacob Bjerknes, quien relacionó el calentamiento de la corriente marina con la denominada Oscilación del Sur, fenómeno consistente en la subida de la presión atmosférica en el Pacífico occidental con el subsiguiente debilitamiento de los vientos alisios del este.

A partir de entonces se estudian conjuntamente ambos fenómenos bajo la denominación El Niño-Oscilación del Sur (ENOS, o ENSO en inglés).

Esta correlación coincidió en la década de 1970 con el desarrollo de la teoría de caos del matemático y meteorólogo estadounidense Edward Lorenz, que demostró que todo fenómeno meteorológico está relacionado con pequeñas perturbaciones.

Perturbaciones que en la atmósfera pueden cambiar el clima en proporciones enormes. Lorenz sintetizó la idea con su célebre frase “el aleteo de una mariposa en Brasil puede producir un tornado en Texas”, pronunciada en una conferencia en 1972 y bastardeada por la piratería intelectual que caracteriza al cine. 

Los modelos matemáticos de Lorenz rigen las actuales investigaciones sobre el cambio climático, ya que una serie de factores -como la temperatura, la lluvia, la humedad, la velocidad del viento, la presión atmosférica, etcétera- no sólo están estrechamente relacionados entre sí, sino también con el medioambiente, la demografía, la economía y demás actividades del hombre. 

Es decir, los planteamientos de soluciones deben ser globales. Cuanto más lo sean, más capacidad de previsión tendremos.

Desde principios del siglo XX, los científicos que comenzaron a estudiar las correlaciones entre el ENOS y los fenómenos meteorológicos extremos se centraron en cotejar las crónicas históricas.

Seguimos en la búsqueda de fuentes de información. Los curiosos pueden emprender la aventura de encontrar las observaciones climatológicas antárticas de Juan Roccatagliata. También un extraño folleto autografiado por los ingenieros Manuel E. Río y Luis Achával, sobre las alteraciones climáticas que se producen, a distintas alturas, en El Champaquí, que luce en mi biblioteca gracias a la generosidad de Víctor Vocos, uno de los más entrañables libreros de nuestra Córdoba de la Nueva Andalucía.

La rigurosidad que exige este trabajo de divulgación hace que retornemos a nuestro plan inicial. Con ello, a los trabajos del historiador medioambiental Richard Grove, quien documentó varios episodios de sequías simultáneas. Como las que se desencadenaron entre 1789 y 1793 en Asia, Australia, México y el sur de África. Muchos historiadores sospechan que pudieron haber causado la hambruna que precedió a la Revolución Francesa. 

Mucha más resonancia mediática en Europa y EEUU tuvieron las sequías que se produjeron simultáneamente en Asia, Brasil y África entre 1876 y 1878, que causaron hambrunas que mataron a más de 50 millones de personas en las colonias de los países industrializados. 

En realidad, éstas fueron las primeras que dieron la pista a los científicos para estudiar su relación con el fenómeno de El Niño, por entonces muy poco conocido. En 1888 se dio otro episodio de sequías simultáneas, acompañadas de fuertes olas de calor en India y en Australia, que también los científicos suponen que están relacionadas con el ENOS.

Un reciente estudio de la Washington State University, publicado en el pasado febrero en la revista Nature Climate Change, concluye que la posibilidad de que las sequías simultáneas se conviertan en catástrofes es muy elevada en muchas de las regiones que ya son vulnerables. En comparación con los episodios de finales del siglo XX, la probabilidad de estas sequías aumenta entre 40% a mediados del siglo XXI y 60% a finales de siglo. Las zonas que más sufrirán la intensidad de los fenómenos son América del Norte y la Amazonia. 

En total, se estima en unos 120 millones las personas que están expuestas a graves sequías simultáneas en todo el mundo.

Comentarios 1

  1. Adrián says:

    Gracias Enrique por repasarnos un poco sobre los padeceres pasados y los por padecer porque a pocos de los responsables de gobernar, les importa educarse en lo Ambiental y que hoy es urgente encarar.
    Un abrazo

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