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Las incógnitas de la economía brasileña

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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El ejercicio 2014 ha estado erizado de contratiempos y sus planificadores debieron ir bajando sus estimaciones en materia de crecimiento hasta un muy modesto +0,6% que a nadie conforma y llena de expectativas sobre lo que pueda suceder en 2015.

Brasil es, en función de la extensión de su territorio, el cuarto país del planeta; quinto respecto a población y séptima economía de acuerdo con el respectivo escalonamiento mundial actualizado que realizó el Fondo Monetario Internacional y en la posterior revisión realizada en 2012 por el Banco Mundial. Mucho menos meritoria es teniendo en cuenta su ingreso “per cápita” pues bajo ese aspecto retrograda al rango 107º, según la evaluación a dólares corrientes, performance que mejora algo si se trata del evaluarlo utilizando con ese fin dólares de igual poder adquisitivo (PPA).

Su “peso específico” como gran potencia le ha permitido participar de la fundación del denominado Grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China); por supuesto, antes de incorporar a Sudáfrica como su quinto integrante. En esta organización supranacional se ha avanzado relativamente bastante poco, pero en su última reunión de este año, realizada en la ciudad de Fortaleza (Ceará, Brasil) resolvió encarar la creación de un Banco Internacional de Inversión y Desarrollo que lo puede catapultar a niveles muy significativos de presencia y gestión respecto al conjunto de países de crecimiento intermedio.

Luego de las elecciones generales, pese al estrecho triunfo en segunda vuelta, Dilma Rousseff no vaciló en hacer una serie de anuncios nada tranquilizadores, pues adelantó el firme propósito de encarar enérgicos reajustes para disminuir los excesos habidos en los incrementos de los precios internos. A fines de 2013 había adoptado como hipótesis de trabajo la propuesta para elaborar el Presupuesto del año que está finalizando un índice de incremento de precios promedio de 6,5%, que al repetirlo para 2015 promovió múltiples criticas de la mayoría de los analistas privados, quienes han venido alimentando los planteos de la enconada oposición del período electoral; a la par que anuncian que sin cambios profundos ese indicador podría trepar a no menos de 8,5%, que estiman harto peligroso.

La nueva etapa poselectoral
Superada la puja electoral, los integrantes del equipo económico han recibido la noticia de que serán removidos y se entiende que la Presidenta ha dado conformidad a un duro ajuste y la adopción de las recetas de claro corte neoliberal que se revelan ante el nombramiento de Joaquín Levy como ministro de Hacienda y de Nelson Barbosa, de Planificación.
Dilma Rousseff ya anunció que se habrán de introducir importantes cortes al gasto público en procura de lograr un significativo superávit fiscal, restringir los créditos de promoción a las empresas, otorgados mediante el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), además de disminuir drásticamente los subsidios vigentes en especial los que atienden a los servicios sociales más primordiales, apuntando así, por lo menos en los papeles, a encarar un programa tan severo cuan restrictivo comparado con todos los implementados durante los últimos 12 años.

La meta en materia de crecimiento para 2015 no escapó a tales prioridades, pues la establecieron en apenas 1,5%. Esa tan restringida expansión no puede pasar desapercibida por quienes en la Capital Federal de nuestro país moran el Palacio de Hacienda, ya que están contestes de que deberán adecuar sus proyectos tomando muy en serio las limitaciones que ello presupone. Más aún, no son pocos los que pretenden de inmediato la aplicación de urgentes y adecuadas medidas, ya que tales circunstancias habrían de generar consecuencias de neto corte restrictivo en todos los países de Sudamérica pero, particularmente, en el nuestro.

Es totalmente lógico que cunda honda preocupación y prime un estado de cierta expectativa, que en algunos aspectos son semejantes a la que trasuntó el titular de la Unión Industrial en ejercicio, Héctor Méndez. Este ejecutivo optó por admitir, públicamente y obviando rodeos, que “Ya estamos en alerta amarilla por la situación cambiaria”, y reconoció que se están recibiendo múltiples reclamos de los colegas brasileños, pese a que en dicho país se hicieron, en sólo dos meses y sin prevención alguna, sucesivas devaluaciones que acumulativamente elevaron los precios nominales en alrededor de 20%.

Lo evidente es que nadie duda lo delicado de ese contexto y que se acentuará el enfriamiento del intercambio, circunstancia que, de verificarse tal como se anticipa, perjudicará en bastante mayor grado a Argentina pues se trata de relaciones vitales respecto de su máximo cliente y también proveedor externo; mientras que Brasil sigue dado notoria prioridad al comercio con China y Estados Unidos. Nuestro país figuraba en tercer lugar hasta 2013; mientras que en 2014 hubo un repliegue nada positivo aunque se hayan casi equiparado exportaciones e importaciones -pero a un menor nivel-.

Ha trascendido que seguirán habiendo desencuentros en cuanto a producción y comercialización de automotores y autopiezas, implicándonos, en cuanto al primero de dichos rubros, en preocupante merma interanual acumulada de 19,6%. Otra actividad que en el vecino país está creciendo es la del turismo, incluso conquistando flujos masivos de visitantes que solían incursionar en los demás países sudamericanos.

Las recientes modificaciones adoptadas en cuanto al nivel de las paridades cambiarias seguramente le favorecerán, lo que se reflejará en una considerable mayor afluencia de turistas extranjeros, que se restarán a sus vecinos. Así se explica que el saldo bilateral, que nos venía siendo favorable, se haya invertido en los meses más recientes y esa tendencia es muy probable que se acentúe más en el transcurso del bienio 2015/16.

La otra cara de la actual emergencia
Los primeros anuncios de la presidenta Rousseff anticiparon la decisión de introducir “grandes correcciones de rumbo”, aunque en los más altos niveles del poder económico privado no están tan convencidos de ello. Por lo pronto, se han multiplicado las objeciones y ponen en tela de juicio la eventual magnitud que puedan asumir tales variantes o restricciones, pese a que la máxima funcionaria del Planalto anunció, en su primer discurso luego de ratificado su estrecho triunfo electoral, que “…habrá reformas radicales”. Los mencionados se relacionan con hechos como “…la suba de tipos de interés” a una drástica reducción del gasto público; aunque en esta faceta y su actual magnitud nadie alienta demasiadas expectativas. “Ver para creer”, mascullan reiteradamente.

Las mayores objeciones a la línea oficial de acción, durante los cuatro años transcurridos, recaen sobre lo que se califica como “desproporcionada proliferación de subsidios, falta de disciplina fiscal y marcadas debilidades en la insuficiente campaña antiinflacionaria”; facetas éstas que han sido blanco de las más enconadas críticas en los últimos tiempos, indicándolas como los ámbitos en que se marcan con superior intensidad los cambios no hechos en la “gestación ya muy avanzada” del primer mandato.

Insisten en subrayar enfáticamente que “Debe tenerse en cuenta que en octubre la suba en el nivel de precios fue de 0,42% y en el lapso de los últimos 12 meses corridos desde noviembre de 1013, de 6,59%”, que, advierten, supera en casi dos puntos el objetivo máximo oficial (4,5%). La presidenta Rousseff lo expuso con meridiana claridad: “Desde el punto de vista de la política fiscal tenemos que caminar hacia un aumento gradual del superávit primario” y para concretarlo tenemos que “hacer una reducción importante de gastos”.

El veterano y renunciante ministro de Hacienda, Guido Mantega, por su especialidad, se vio obligado a ser más preciso, por lo cual aclaró: “Buscamos reducir el seguro de desempleo y los abonos y auxilios por enfermedad, imponiendo prácticas de máxima austeridad.” No es casualidad que este objetivo coincida con el momento en que se han superado todos los récords en materia de déficit primario pues durante los recientes meses de septiembre y octubre pasados hizo lo propio en cada uno de ellos, la temida cifra negativa de 20.000 millones de reales.

La primer mandataria anunció, con un subido tono de gran decisión, como fecha de inicio para todos los programas correctivos, cambios y/o recortes, el próximo mes de enero, ratificando que “vamos a hacer la tarea, vamos a apretar el control de la inflación y tendremos límites fiscales”, aunque “no dejaremos de revisar todas las cuentas con lupa y ver lo que puede cortarse”. No ha intentado, por lo visto, dejar de expresar la convicción que la anima en la concreción de tales propósitos que, de cumplirse, generarán una fuerte caída del consumo familiar.

Por ende, debe preverse que sobrevendrá un penoso mayor costo social para el cual todavía no se ha preparado adecuadamente al grueso de la población. Suponen que el conglomerado más golpeado será el que conforma la denominada “clase media”, engrosada en alrededor de 40 millones durante los últimos 14 años por nuevos integrantes, quienes han irrumpido desde los niveles más bajos, estimándose que así esta franja llega a cubrir la mitad de la población actual.

Sin esperar más, la empresa pública Petrobras adelantó en comenzar a subir sus precios vigentes como forma de liderar los cambios de enfoque y optó por iniciar cuanto antes borrar los efectos de anteriores subsidios, convirtiéndose en anticipatorio de lo que pretende seguir haciendo en el futuro mas inmediato. El anunciado paquete de medidas cuenta con la aprobación de las franjas de máximos ingresos pero deberá superar una oposición cada vez más amplia y enconada de los que están situados en la base de la pirámide social distributiva.

De llevarse a la práctica los anuncios, se daría la no menos peligrosa circunstancia de que, después de haber ganado las elecciones, paradójicamente se estarían cambiando radicalmente los criterios por los de tinte neoliberal sustentados por la oposición. No obstante, el desempeño global de la economía brasileña en el transcurso de los últimos tres años ha dado muestras de persistente estancamiento, lo cual obliga a introducir cambios que aceleren la recuperación.

Si se cumple con los dichos adelantados, en el corto plazo, especialmente los primeros seis meses de 2015, es evidente que causarán una pronunciada baja de la actividad sin plena garantía de una posterior reversión. En ese nuevo escenario Argentina sufriría bastante pues se tornaría mucho más problemático exportar fluidamente al gran país vecino.

Cercados por malos augurios, se ha prendido una pequeña luz con la actitud de la presidenta Dilma Rousseff pues, ante la ausencia obligada por razones de salud de nuestra primera mandataria, optó por asumir en el seno del Grupo de los 20 la denuncia sobre el sibilino obrar de los “fondos buitres”en nuestra contra.

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