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Las empresas más poderosas del mundo

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Se publicó, por estos días, la lista de las mayores 50 compañías del mundo por su valor en bolsa al cierre de 2015. Una noticia de la economía real, la que realmente existe en el mundo y no la que tratan algunos de inventar (o en la actualidad, de reescribir).

Puede gustarnos o no este sistema pero no por eso deja de ser verdad. Es algo infantil pretender que ciertas cosas no existen sólo porque no están de acuerdo con lo que pensamos. Y cuando uno tiene responsabilidades públicas es algo peor todavía. Pasa por convertirse en un puntero más, en versión grotesca del “país del jardín de infantes” del cual alguna vez habló María Elena Walsh.

Entendemos que las grandes empresas, nacionales o extranjeras, pueden llegar a constituirse en una fuente de riesgos para la libertad de los individuos. Por ello es un desafío para las autoridades gubernamentales hacer que dejen de ser un peligro para convertirse en un motor útil para el desarrollo y progreso social. Pero como, pese a los gustos personales, existen y van a seguir existiendo, a nuestro humilde entender lo mejor que se puede hacer es seguirlas de cerca a los efectos de no ser ignorantes cuando traspasan la frontera de lo legal o incluso de lo ético.

En este 2015 que se fue, globalmente y en materia de empresas que cotizan en bolsa, el recuento final anual muestra un par de datos a tener en cuenta. Que sirven para saber dónde se halla parada la economía mundial y hacia dónde se encamina.

El primer dato es que, pese a todas sus vicisitudes, Estados Unidos no sólo conserva su predominio cuasi absoluto sino que lo ha acentuado. Los diez primeros puestos le pertenecen exclusivamente, algo que no ocurría desde el año 2002. Y del total de las primeras cincuenta, 33 reconocen tal origen.

No es menor lo que esto implica, respecto a nuestro país, en donde por un tratado de reciprocidad las empresas de ese país no tienen aquí los condicionamientos impuestos en ciertas áreas -como telecomunicaciones- a las empresas foráneas. A tales efectos son consideradas como si fueran argentinas.

La diversidad geográfica que había en 2008 ha, pues, desaparecido. No existen ya en el “top ten” empresas europeas, rusas, chinas ni tampoco de Brasil. Éste es un segundo dato para considerar: la irrupción de nuestro vecino como potencia económica emergente parece, cuanto menos, amesetarse. Un asunto para seguir de cerca porque es un lugar que concentra un volumen importante de la exportación nacional, y más importante aún respecto de la cordobesa.

Un tercer aspecto sobre el índice es el predominio de las empresas “tecnológicas”, es decir las que fundamentalmente lucran con el conocimiento aplicado, sin depender de “materias primas naturales”.

Apple es la compañía que ocupa el primer puesto, repitiendo el lugar del año anterior -aun cuando bajó su valor-. Es seguida en el segundo y el tercer puesto por Google y Microsoft. Amazon y Facebook integran el top ten del índice.

Tampoco puede pasarse por alto entre nosotros dicha tendencia. Sobre todo si seguimos anclados en nuestro tradicional papel de productor de materias primas rasas, sin otorgarles el menor valor agregado. Es cierto que el mundo va a necesitar alimentos. Pero, cada vez más, el conocimiento de alto nivel desplaza las materias primas como actividad económica global más lucrativa.

Desarrollarnos en este campo implica esfuerzos sostenidos en el tiempo, en materia no sólo de educación sino de brindar un régimen protectorio al conocimiento aplicado a la economía (marcas, patentes, transferencia de tecnología) muy superior al que hoy tenemos.

Así está el mundo económico. De nuestra parte, en lugar de percibirlo tal como otros, amenazante, lo entendemos desafiante. Pero para pretender introducirnos en ese juego se necesita de constancia y compromiso. Pretender empezar a jugarlo buscando imponerles a otros añosos jugadores nuestras reglas, en vez de aprovechar sus puntos flacos, no es más que otra muestra del infantilismo que dominó por casi una década el pensamiento económico oficial entre nosotros.

* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. ** Abogado. Magister en Derecho y
Argumentación Jurídica

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