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La sociedad como protagonista

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Por Luis Esterlizi (*)

Los argentinos hemos sufrido fracasos y estragos cometidos – con pocas excepciones – en los últimos 35 años de democracia durante los cuales se promocionaron falsas opciones políticas de ideologías ajenas adaptadas a nuestra idiosincrasia, y que propusieron un modelo marcado por la
alternancia en la conducción del Estado, que nos condujo hacia una realidad de acentuada
disgregación política, económica y social, nunca visto.

En las historias escritas y relatadas de cómo van produciéndose los cambios en la vida de las comunidades y la conformación de los Estados vemos que en casi todo el mundo las mismas se basan en acontecimientos políticos-sociales que decantan en personalidades y liderazgos y que son los que suelen darle identidad a dichos acontecimientos. También inciden los avances de las ciencias y la tecnología conectadas con el crecimiento económico y desarrollo social, incluyendo la aparición de distintas instituciones públicas y privadas que van diseñando el perfil de la organización
política, económica y social del Estado.
Pero lo que posiblemente no encontremos en estos procesos, o si aparecen lo hacen muy vagamente, es el análisis profundo de la participación decisiva de los pueblos – como sujeto fundamental – que en definitiva son los que apoyan, promueven o enfrentan cuando
los resultados coinciden o no con sus anhelos y necesidades. Y esto significa que es fácilmente comprobable que detrás de las improntas ejercidas por personalidades destacables ha existido siempre el accionar comprometido de las comunidades.

El abogado Gustavo Viramonte publicó el 15/01/20 en La Voz del Interior un artículo titulado “La crisis del Estado nación”, del cual comparto algunos de sus conceptos, como la preocupación de superar semejante crisis, cuando expresa: “No imagino de qué forma se sustituirá la democracia representativa sin partidos políticos como fuerza colectiva organizada que contenga a la opinión pública, pero lo cierto es que el Estado moderno occidental tal como lo conocemos necesita reformularse para dar respuesta a múltiples reclamos que la sociedad plantea y exige”.

Resulta evidente que – como en alguna parte lo insinúa – son los sistemas de representación como los modelos de gobernanza que, conformados bajo licencias influenciadas por el marxismo como por el liberalismo, han fracasado frente al ascenso consciente de los pueblos que se manifiestan no sólo contra las políticas gubernamentales sino esencialmente para reclamar participar en sus formulaciones por ser receptores directos de aquellas.

Además comprobamos cómo los gobiernos – sobre todo el de los países convulsionados y anarquizados – buscan preservar los manejos autocráticos, empleando la fuerza o enmascarando sus propuestas que juegan pendularmente a la alternancia entre los modelos de uno u otro signo.

El pueblo en búsqueda de su trascendencia

Es fácil advertir de que la gran mayoría de los argentinos estamos cansados y sobresaturados de tantas piedras que caen sobre el camino de nuestras realizaciones, que impiden permanentemente cualquier alternativa para avanzar y conciliarlas con las de la sociedad que conformamos.

Algunos adscriben a concepciones claramente individualistas, insistiendo en que conseguir la plena realización depende de uno mismo, al margen de la cruda realidad que puede rodearlo. Entre estos están quienes intentan la construcción de una especie de “burbuja” que los preserve de las contaminaciones y secuelas no deseadas, detrás de un conformismo imprudente al no tomar partido por las soluciones que su país y sociedad reclaman.

Una comunidad trasciende mediante la suma de todos los aportes esenciales que provienen de los ciudadanos que individualmente hacen su parte, aunque es importante destacar que ello también se produce involucrándose en las actividades de distintos sectores e instituciones que cumplen con su responsabilidad social. Así se genera el sentido de pertenencia, los principios morales y las virtudes expandidas en favor del conjunto social del que forma parte. De todos modos, la escala no infiere cambios en la valoración de su trascendencia, cuando logra integrarlas a la del resto de sus conciudadanos.
Estos conceptos que caracterizan el obrar de una comunidad son los más importantes de integrar por ser una alternativa no buscada para cerrar las grietas abiertas entre los argentinos, desalojando los fanatismos, mezquindades y especulaciones que suelen horadar tanto la fortaleza moral como la unidad de los pueblos.
Una sociedad muestra y demuestra su identidad al expresar los principios esenciales que la caracterizan como así también el objetivo de alcanzar en su plena realización, las realizaciones de cada uno de sus componentes. El camino más seguro para lograr dicho propósito es que los argentinos, sin discriminaciones de ninguna índole, consigamos para todos las mismas oportunidades de poder protagonizar dignamente.
Desgraciadamente hoy esto no es así, ya que en algunos sectores prosperan – en primer lugar – las discriminaciones, antes que analizar las causas del desamparo, la desidia y el aprovechamiento delictivo de los que imponen las condiciones degradantes a la que son llevados millones de argentinos.

La crisis política, ética y moral
Una de sus causas proviene de la vieja idea de que los pueblos deben ser dirigidos por líderes o personalidades destacables porque es imposible que millones de ciudadanos – muchos sin una educación adecuada – se reúnan en una plaza a consensuar las políticas públicas. De esta forma queda demostrada su imposibilidad de autogobernarse.
Pero si tenemos en cuenta el proceso de evolución social que muchas comunidades
alcanzaron, dándole existencia significativa a miles de organizaciones e instituciones sectoriales, gremiales y sociales, sería una necedad no aprovecharlas como corredores institucionales por donde canalizar las propuestas y reclamos de la sociedad.

El modelo actual es el que ha llevado la institucionalidad del país a un estado de quedantismo irrelevante copado por la especulación y el interés personal, partidario o corporativo promoviendo divisiones y anarquizando la vida en sociedad, lo que demuestra la incapacidad dirigencial de promover su unidad en la tarea común de acordar el rumbo y destino del país y los ejes estratégicos de un proyecto que contenga a todos los argentinos.

El otro gran dilema es volver a instalar la ética como forma de medir la calidad de las representaciones tanto en la actividad privada como en la pública, ya que impera la confusión en provecho de aquellos que muchas veces las utilizan para fines inconfesables.

Y por último, revisar nuestras actitudes para saber si en función del bien general hacemos aquello que nos corresponde hacer como seres humanos para preservar sana, íntegra y dignamente la especie a la que pertenecemos, y enfrentar las degradaciones sociales, ambientales y todo tipo de distorsiones que operan al servicio de la disgregación social y el exterminio de nuestro hábitat.

(*) Presidente del Foro Productivo de la Zona Norte

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