Habitan el planeta 7.730 millones de personas, de las cuales 4.200 millones de ellas viven en condiciones infrahumanas -no cuentan con servicios sanitarios esenciales-. Además, 2.300 millones defecan al aire libre, con la consecuente contaminación del medio ambiente y el surgimiento de focos de propagación activa de enfermedades.
Son ésos algunos números de la tragedia que enfrenta Naciones Unidas y sus organizaciones dependientes, pese a la miopía de sus detractores, en procura de mejorar la calidad de vida de la humanidad.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) junto a numerosas organizaciones no gubernamentales, desde hace más de diez años han emprendido un combate ciclópeo para dotar a cada núcleo familiar de una letrina. Los testimonios de miles de voluntarios que se baten con denuedo en el frente de batalla, son espeluznantes.
Cuentan la tragedia que viven esas comunidades y su resistencia a abandonar sus prácticas ancestrales, que las acostumbraron a vivir entre nubes de moscas y que provocan reacciones en contra de aquellos que pretenden introducir hábitos primarios de higiene a su cotidianeidad.
Éste es un tiempo de celebración. La provincia de Sissili, de Burkina Fasso, logró erradicar la defecación al aire libre. La implementación del método Santolic (Saneamiento Total Liderado por la Comunidad), basado en que las comunidades deciden abandonar su práctica y construir ellas mismas sus letrinas, ha demostrado, una vez más su efectividad.
La colaboración con Unicef ha establecido las directrices que va a seguir en el futuro el gobierno burkinés para liberar el resto del país de una lacra que obstruye la promoción del hombre.
Lograr que una comunidad consiga erradicar la defecación al aire libre y quedar “libre de defecación a campo abierto (LDCA)” significa un salto fantástico, un logro higiénico trascendente muchas veces incomprensible para la población urbana de los países desarrollados, donde la mayoría dispone de inodoros conectados a una red segura de saneamiento. Lo que conlleva acabar con la defecación en descampados, calles o aguas superficiales.
Éste es un logro fundamental del Objetivo de Desarrollo Sustentable (ODS) 6, que los 193 países de la Asamblea General de la ONU acordaron que debe completarse en 2030. Es un reto de magnitud pues, según datos internacionalmente consensuados, entre los más 2.300 millones de habitantes del planeta que aún no disponen de instalaciones de saneamiento seguras -es decir, que garanticen que sus usuarios no entren en contacto con las heces- se encuentran más de 670 millones que aún no disponen de ningún tipo de retretes o letrinas y no pueden evitar defecar a la intemperie.
El hecho de que Sissili, una de las 45 provincias de Burkina Faso, haya logrado la calificación LDCA es un primer paso especialmente significativo y esperanzador. Situado en el epicentro del desamparo que es el Sahel, Burkina Faso es de los países más pobres del mundo y una de las zonas de la Tierra en la que la defecación al aire libre está más extendida.
Allí, la lucha a favor de la construcción y uso de letrinas seguras se desarrolla paralelamente a la del acceso al agua, otra de las graves deficiencias que obstruyen el desarrollo de la región: en prácticamente todas las zonas rurales sahelianas es habitual que apenas dos de cada 10 habitantes tengan acceso a una fuente segura de agua.
En noviembre de 2017, la fundación inició un primer proyecto en Burkina Faso, en la Región Centro Oeste, zona que refleja la situación que viven las comunidades más pobres del país: casi siete de cada 10 habitantes practican la defecación al aire libre. En las zonas rurales la situación es notablemente peor: las tasas de acceso de las familias a infraestructuras de saneamiento no alcanza 12%.
En este primer proyecto se siguió el método Santolic que Unicef viene aplicando desde hace más de 10 años en su lucha por la eliminación de la defecación a campo abierto. El enfoque Santolic se basa en autoconcientización de la comunidad de lo nefasto de la defecación al aire libre y en la provocación de un sentimiento de vergüenza. A partir de ahí, los implementadores promueven el convencimiento de que los miembros de la comunidad pueden lograr el conocimiento y los recursos para acabar ellos mismos de forma participativa una práctica que les que causa enfermedades, mortalidad infantil, inseguridad e indignidad para las mujeres y limita sus posibilidades de crecimiento económico y social.
Unas 15.000 personas de más de 2.100 familias de 30 comunidades de la Región Centro Oeste se beneficiaron directamente, y unas 30.000 más, pertenecientes a las comunidades rurales vecinas, así como autoridades y personal educativo y sanitario de las zonas de intervención, fueron beneficiarios indirectos.
Después del inicio de este proyecto, con motivo del World Toilet Day de ese mismo año, la fundación presentó a las ONG con las que colabora el Manual de construcción de letrinas y pozos, una obra que recoge la experiencia acumulada en sus proyectos de saneamiento por todo el mundo. El manual es una guía práctica al alcance de millones de usuarios sin necesidad de formación previa en materia de construcción y saneamiento; un conjunto de directrices para poner al alcance de cualquier comunidad la construcción sostenible de letrinas, adaptable a diferentes culturas, economías y climas.
En la segunda fase del proyecto, iniciada el pasado agosto de 2020, la intervención se planteó para seguir las directrices del manual. El Ministerio de Agua y Saneamiento y el Ministerio de Salud de Burkina Faso apoyaron estas directrices, así como los servicios técnicos regionales, las comunidades y las ONG que colaboran con ellas.
Estos cuatro años de trabajo en ese país en colaboración con Unicef han representado una experiencia muy valiosa a añadir a la acumulada por la fundación en 10 años de desarrollo de proyectos de ayuda en acceso al agua, saneamiento e higiene en todo el mundo. Este bagaje acumulado llevó al Ministerio de Agua de Burkina a plantear una estrecha colaboración con la fundación con el objetivo de lograr que todo el país quede libre de la defecación al aire libre.
Con motivo de la celebración del logro de la calificación LDCA en la provincia de Sissili, el director de la fundación, Carlos Garriga, mantuvo una serie de encuentros con miembros del gobierno y de Unicef para establecer los parámetros de colaboración. En su reunión con Ousmane Nacro, ministro de Agua y Saneamiento, éste señaló la importancia de esta colaboración ante el inmenso reto que afronta todo el país: “Lo más duro empieza ahora. Porque cuando alcanzas el máximo nivel, lo difícil es mantenerse ahí. Por ello necesitamos seguir haciendo un seguimiento continuado de estos pueblos con campañas de sensibilización y a través de un nuevo programa que haga saber a estas comunidades que no se las ha abandonado. Tenemos que avanzar y para ello necesitamos colaboradores como la Fundación We Are Water, como Unicef y otros, pues el problema del saneamiento es transversal y afecta todos los ministerios”.
El éxito de los proyectos y de la colaboración con Unicef fundamenta la esperanza de lograr que en un futuro próximo Burkina Faso pueda celebrar que la totalidad de su territorio quede libre de una práctica degradante. La fundación abre así también una nueva etapa en la que aplicar sus conocimientos y seguir aprendiendo para ayudar a que el ODS 6, agua y saneamiento para todos, sea una realidad en 2030. Como afirmó Ousmane Nacro, “el desarrollo en sí mismo empieza con el saneamiento en nuestros espacios en los que vivimos habitualmente, en nuestros hogares, nuestros pueblos, nuestras provincias e incluso a nivel nacional. Estoy convencido de que los burkineses son capaces de convertir este sueño en realidad en todo el país”.