Abrió el camino del ejercicio del derecho por las mujeres en ese país
Jeanne Chauvin fue la primera mujer en ejercer la abogacía en Francia, una ilusión y un sueño que la persiguió por largo tiempo, por lo que tuvo que luchar no poco.
Nacida el 22 de abril de 1862 en Jargeau, departamento de Loiret, era la hija de Jean Cézary Chauvin y Marie Emilie Leseur. Después de la muerte de su padre, de profesión notario, cuando ella tenía 16 años, la familia se mudó a París, donde Jeanne se destacó en sus estudios -fue bachiller en Letras y en Ciencias y obtuvo dos grados superiores, en Derecho y Filosofía-.
En 1890 fue la segunda mujer en Francia que obtuvo un título de derecho. Dos años después, la segunda con un doctorado. Su tesis estaba dedicada al estudio histórico de profesiones accesibles para las mujeres. En ambos casos, la rumana Sarmiza Bilcescu era quien se le había adelantado, en 1887 y 1890, respectivamente.
Sin embargo, dicha colega, tras sus estudios, regresó a Rumanía y dedicó su vida a la lucha por la defensa de los derechos de las mujeres, sin ejercer el título. Algo que sí estaba en el pensamiento de Jeanne.
No fue un camino exento de tropiezos. El 30 de noviembre de 1897, luego de aportar sus títulos y solicitar su incorporación como letrada en los tribunales de París, la sala Primera de la Corte de Apelaciones rechazó su solicitud de admisión al juramento como abogada, imprescindible para poder litigar en los tribunales. Indicó en su resolución: “Es universalmente reconocido que en la ley antigua, en los países de derecho escrito, como en los de derecho consuetudinario, así como en los principios del derecho romano que la profesión de abogado fue formalmente prohibida a las mujeres, y siendo que las raras excepciones invocadas por la señorita Chauvin se refieren a mujeres con un poder para litigar, y no por ser abogadas, no podemos más que fallar esta regla absoluta que es en aplicación lógica del principio de que la profesión de abogado ha sido considerado un oficio varonil…”. Sin embargo, tal argumentación cavernícola abría también otra posibilidad, con una frase que no va a serle desconocida a casi nadie: “Sólo al legislador le pertenece el derecho de cambiar las leyes o realizar nuevas, mientras que el Poder Judicial está llamado a interpretar y hacer cumplir las leyes existentes”.
Eso fue lo que hizo precisamente Jaenne: dedicar sus esfuerzos a obtener la dichosa ley. Para ello, recibió no sólo la ayuda de su hermano, Emile Chauvin, abogado, profesor asociado de la Facultad de Derecho y diputado de Seine et Marne; también se sumaron a la causa otros diputados, como Léon Bourgeois -antiguo primer ministro y luego Premio Nobel de la Paz en 1920-, legisladores como Paul Deschanel y Raymond Poincaré, quienes a posteriori serían presidentes de la III República, entre otros. No obstante tales apoyos, pasaron tres años de gestiones antes de que se consiguiera la aprobación de la ley del 1 de diciembre de 1900, que permitió a las mujeres licenciadas en derecho jurar como abogadas y litigar en los tribunales.
Sin embargo, la primera mujer en prestar dicho juramento no fue Jeanne sino Sonia Olga Balachowsky-Petit, el 6 de diciembre de 1900, una ucraniana llegada a Francia para continuar estudiando derecho. Solo 13 días después, el 19 de diciembre, Jeanne Chauvin prestó su juramento como abogada en la sala de audiencias de la Cour d’appel de París, conforme a la ley que ella había propugnado.
Después de esos varios segundos puestos, sí fue la primera abogada, en 1901, en actuar como tal ante los tribunales de Francia, cuando el 21 de enero de ese año se presentó como defensora de un imputado ante la Novena Sala del Tribunal Correccional del Sena.
Una de sus subsiguientes actuaciones la llevó a litigar ante el Tribunal de Château-Thierry, presidido por el magistrado Paul Magnaud, quien era conocido por la época como el “buen juez” por sus especiales sentencias penales, basadas en la equidad más que en la rígida legislación de la época. Modelo de magistrado íntegro y piadoso, al recibirla el 23 de febrero de 1901 en su tribunal, le comunicó su deseo de ver pronto mujeres jueces en el Poder Judicial, en los siguientes términos: “El tribunal de Château Thierry aplaude y aplaudirá fuertemente cualquier medida que pueda emancipar a las mujeres… Es por eso que espero que venga una próxima ley, basada en la igualdad de género, que sentará como juez en los tribunales ordinarios a mujeres”. Habría que esperar hasta 1946, luego de la Segunda Guerra Mundial, para que se nombrara juez a una mujer en Francia. Retirado de la magistratura en 1918, muerto en 1926, Paul Magnaud no llegaría a verlo.
Si bien luego se dedicó a la enseñanza del derecho, el camino abierto por Jeanne se consolidó en el tiempo, aunque a pequeños pasos. Hubo en Francia únicamente 18 abogadas inscriptas entre 1900 y 1917, si bien el número de mujeres universitarias, sobre todo luego de la Primera Guerra Mundial, no hacía más que consolidarse.
El 19 de enero de 1926, a Jeanne le sería conferida la insignia de Caballero de la Legión de Honor por el Presidente de la República. Poco después moriría en Provins, el 7 de septiembre de 1926, a la edad de 64 años.
Muchas mujeres siguieron su camino. Si bien no fue hasta 1998 que una mujer fue elegida presidenta del Colegio de Abogados de París, en 2019, el 56,4% de los abogados en Francia era mujer. De estarles prohibido su ejercicio, en poco más de un siglo eran la mayoría en la profesión legal.
La Universidad de París inauguró en 2018 la Bibliothèque Universitaire Jeanne-Chauvin. Un merecido reconocimiento a quien abrió el camino a la presente mayoría.