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La preocupante extensión de la recesión en el mundo

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Por Salvador Treber

La crisis mundial viene extendiéndose por bastante más tiempo que todas las demás de corto o mediano plazos que se sucedieron a lo largo del siglo XX; ello obliga a enfrentar una situación hasta ahora desconocida

Durante el siglo pasado se verificaron varias crisis, pero una de ellas, identificada como “del Treinta” (1929/33) es la reconocida unánimemente como la peor y más profunda. En los inicios del presente siglo, desde mediados de 2007, principios de 2008, comenzó una aguda crisis originada en la colocación en el mercado europeo por parte de Estados Unidos de un millón de créditos hipotecarios que resultaron incobrables. Esta crisis afectó tanto a la primera potencia, causante de esa situación, así como a las del Viejo Continente, sin que aún se tengan certezas de cuándo podrá ser revertida. El comercio internacional en el mundo se redujo en 13% y ello fue causado no por menor tonelaje sino por la generalizada caída de los precios.
Los cuantiosos créditos con que intentaron palanquearla sólo acrecieron en demasía los pasivos, sin alcanzar el objetivo. En semejante contexto, sólo Alemania dentro de la Unión Europea podía haberse convertido en un motor impulsor para la región pero sus conductores no aceptaron hacer el rol de “tractor” y prefirieron encerrarse dentro de sus fronteras, sin compartir ni irradiar su capacidad reactiva. La única decisión de trascendencia social fue admitir dar asilo a alrededor de 500 mil ciudadanos sirios fugitivos del infierno en que se ha transformado ese país. Aun así más recientemente, al igual que otros vecinos, ha optado por volver a cerrar las fronteras.
Universalización de la problemática
Salvo India, que no se ha insertado en el mercado internacional y depende sustancialmente de su demanda interna, ese proceso recesivo se extendió a las economías denominadas “emergentes” y actualmente en el ámbito ecuménico admiten que estamos transitando una “década perdida”. Hasta la precitada primera potencia mundial (Estados Unidos) apenas ha logrado alcanzar tasas de crecimiento positivas pero extremadamente bajas y, según lo que ha dejado traslucir el presidente Barack Obama, quien para fin de este año cumple su segundo mandato consecutivo, será mejor prepararse para encarar con renovado ímpetu la próxima tercera década.
La otra gran potencia, China, durante la primera década de este siglo creció a un ritmo insólito, superando por varios años 10%; pese a ello, tampoco ha logrado salvarse de una posterior baja relativa importante casi de 40% aunque en Beijing sostienen que hasta el año 2030 mantendrán un ritmo de crecimiento anual de 6,5%, que consideran suficiente para encarar los ambiciosos planes que tienen; incluso la creación de 25 nuevas ciudades y la reeducación de más de 250 millones de actuales campesinos para convertirlos en obreros industriales.
Otro testimonio de sus objetivos que fueron modulando durante dos años está vinculado a la modificación de la “ley del hijo único”, tendiente a mantener un futuro ritmo de crecimiento vegetativo. Esa obligada restricción, en vigencia desde 1980, ocasionó un muy lento incremento de la población y de 2007 en adelante, su estancamiento total. Dado que ello sería en el futuro un freno a sus ambiciones de crecimiento, se ha duplicado el número de hijos posibles por pareja.

Iniciativas en busca de recuperación
Durante la última reunión del denominado Grupo de los 20, en Natalya (Turquía), los máximos líderes admitieron que no les queda otro recurso que esperar una eventual recuperación aunque tienen plena conciencia de que ya no basta con la colaboración de la banca y de que será muy complicada la búsqueda de un conjunto de medidas que permitan revertir el sombrío horizonte que está inquietando sobremanera. En 2009 optaron por apelar a una solución que supusieron sería sólo temporaria y consideraron oportuna para un primer momento pues evaluaron que frenaría la caída. En instancias posteriores se buscan respuestas de mayor aliento. Éstas consistieron en una sucesión de inyecciones por medio del gasto público con el respaldo financiero de los principales bancos centrales del mundo, que buscaron así coadyuvar a lograr una cierta reactivación.
Como ello fue algo provisorio durante el año 2014, dicho grupo piloteó un plan que implica afectar una masa monetaria de dos billones de dólares en busca de impulsar un crecimiento de dos puntos porcentuales en el producto bruto, orientándolos hacia al incremento de las inversiones en infraestructura y una serie de cambios con que se pretende mejorar los índices de productividad y niveles de competencia. A dos años de ello, en un reciente balance que se realizó en oportunidad de la reunión de Natalya, informaron que al momento de llevar ejecutados proyectos por alrededor de la mitad de la cifra precitada; sólo se podrá sustentar un crecimiento adicional de +0,7% durante el quinquenio 2016/21.

Expectativas y frustraciones
En la misma instancia, pero en octubre de 2015, se había resuelto combatir activamente las maniobras destinadas a concretar acciones evasivas de tributos por parte de las grandes empresas transnacionales que, por medio de esa vía ilegal, estiman que han logrado sustraer, sólo en el año 2015, alrededor de 249 mil millones al circuito productivo, que pudieron ser destinados a préstamos para incentivar la concreción de nuevos proyectos o ampliar los existentes. Pero la realidad es muy otra pues, luego de ser definitivamente sustraídos al circuito productivo, son derivados a realizar acciones de neto corte especulativo o compra de bonos bajo modalidades de anonimato.
Esa sucesión de apoyos financieros apenas logró resultados más o menos aceptables durante el ejercicio 2010, para luego volver a caer en otra depresión aún más severa. La generalizada compra de bonos terminó restando liquidez a los bancos pero la precaria situación general obligó también a poner límite al gasto público y anular su posible acción reactivadora. La marcada suba operada en los precios de las materias primas y los combustibles sumaron efectos que han extendido “sine die” la vigencia de la recesión.
Una prueba terminante sobre el mal momento que están pasando las economías emergentes, además de la antes mencionada caída en los precios de las materias primas, se funda en el hecho de que todas ellas, que se caracterizaban porque antes exhibían continuos e importantes superávits fiscales, han trocado ese signo de solidez financiera por sucesivos déficits que, en promedio, ascienden a un muy preocupante -4%. Para peor, ello ha causado una inusitada alza en el monto total del endeudamiento, lo que genera justificada desconfianza.

El Instituto de Finanzas Internacionales ha estimado que las deudas han crecido en nada menos que US$28 billones, con lo cual ya doblan a los respectivos productos brutos. Esto hace sobrevolar un inmenso signo de interrogación sobre el posible cumplimiento futuro de tales países y el Fondo Monetario Internacional advierte al respecto de que, si se precipita una ola sistemática de morosidades, no sólo afectará a la debilitada capacidad crediticia de los bancos sino creará muy serios problemas a las finanzas públicas de todos sin excepción.
Una clara expresión de inquietud e inseguridad se ha dado, por el muy especial tono que asumieron los actos realizados para conmemorar el Día Internacional del Trabajo. El mayor se verificó en París, donde la multitud se expresó a viva voz oponiéndose al ajuste y demostrando su repudio al proyecto de reforma laboral que, aunque parecería imposible, ha concebido el gabinete del presidente François Hollande, de filiación socialista. Este tipo de actos se reiteraron en todo el mundo y, dentro de todos ellos, se pueden citar a lugares tan distantes como Egipto, Turquía y Corea del Sur.

La actual realidad argentina
Es indispensable remitirse al testimonio de los datos estadísticos para evitar el contagio que siempre deriva del apasionamiento con que se tiñen versiones contrapuestas que pretenden predominar en el ámbito público. Desde el año 2003 hasta la fecha se han verificado sendas realidades de muy diferentes características. Durante el quinquenio 2003-2007 se logró un incremento del producto bruto interno acumulado de un inédito 52,7%; la marca más elevada que se alcanzó en toda la vida independiente del país. Ese notable desempeño fue especialmente reconocido incluso por el Fondo Monetario Internacional por haberse colocado Argentina en el tercer lugar, detrás de China e India en cuanto a indicadores de crecimiento.
Más diversa fue la gestión posterior, ya que en el transcurso de los ocho años subsiguientes, durante el período 2009/12 el crecimiento fue nulo y en el trienio 2013/15 sólo se logró sumar un 7.3% acumulativo adicional; aun así hay que recordar el hecho de que en los años 2008 y 2010/11 se mantuvo un ritmo de crecimiento semejante al logrado en el primer quinquenio referido, por medio de la recuperación inmediata posterior a la aguda crisis del período 1999/2002.

Por tanto, el acumulado de ese último período suma +33,6%. Si se tiene en cuenta el paralelo escenario mundial de neto carácter recesivo, esa performance se debe revalorizar pues fue, comparativamente, buena.
La multitudinaria manifestación del 1 de mayo próximo pasado, según las estimaciones de las fuentes privadas más autorizadas, reunió a nada menos que 350 mil manifestantes que reclamaron una corrección de fondo en la orientación asumida por las actuales autoridades nacionales que asumieron el 10 de diciembre del 2015. No puede omitirse la grave situación de la economía brasileña -que sin duda ha afectado la argentina- pero el factor más importante se debe adjudicar al conjunto de medidas de neto corte neoliberal que han causado una exacerbación del ritmo inflacionario y una fuerte caída, tanto de los salarios como del consumo interno. Se prometió una recuperación para el segundo semestre pero, a juzgar por los indicadores disponibles, ya habiendo éste comenzado a transcurrir, esas promesas de campaña electoral difícilmente puedan ser cumplidas, tal como lo han reconocido los funcionarios nacionales que trasladaron sus expectativas hacia 2017.

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