Por Luis Esterlizi (*)
La primera es concebida como el arte de la integración y no de la dominación, de la complementación y no de la disociación
El Covid-19 -esparcido en todo el mundo no sólo ha desnudado en lo político el manejo autocrático de los estados sino también a modelos económicos dominados por un materialismo incontrolable y despreocupado por la proliferación de conglomerados sociales en la marginalidad y la degradación.
A causa de esa realidad no debemos equivocarnos y pensar que nuestra tragedia sólo comprende la lucha contra la pandemia y que como algunos piensan una vez superada, volveremos
a la normalidad.
En Argentina ¿a cuál normalidad pretendemos volver?
¿A la de seguir sosteniendo un modelo de gobernanza y una institucionalidad manejada por dirigentes que diseminados en todos los sectores –en forma displicente- generan políticas con el afán de mantener privilegios y actitudes especulativas?
¿A la de continuar soportando una economía sin un perfil productivo y tecnológico que no atiende ni soluciona los problemas estructurales en la vida y el bienestar del pueblo argentino?
¿A la de sobrellevar el peso moral de poseer 40% de pobres y marginados, desocupados y
expulsados de la economía formal?
Si extendemos en todo el mundo dicha observación más allá de los números de infectados y fallecidos por causa de la pandemia, veremos cómo se resquebrajan muchos modelos políticos por disponer de una economía pretendidamente expansiva, descuidando los recursos para la salud, la educación y factores esenciales del desarrollo social.
La política y el modelo democrático
En Argentina hemos convivido durante muchos años sin un proyecto nacional trascendente que superara las formas corrosivas en el manejo del poder bajo concepciones elitistas generadas por influencia de gobiernos de facto como por ideologías transnacionales, ajenas a nuestra idiosincrasia.
Es una de las razones -tal vez la más importante– por la cual desde 1983, más allá de los méritos que tuvo, no se institucionalizó la idea política de que después del voto, lo más importante es la participación del pueblo, asumiendo el protagonismo que define una auténtica democracia. Lamentablemente las élites sólo le asignaron la posibilidad de votar para elegir a los representantes y a los gobiernos que deberían ser del pueblo, para el pueblo pero con el pueblo, comprobando que el pueblo no gobierna debido a la adopción de modelos donde los que lo hacen son exclusivamente los representantes de los partidos que en Argentina son las únicas entidades intermedias reconocidas por la Constitución para tal propósito.
Para superar esta realidad, es fundamental que la política defina el modelo democrático a partir de una visión integradora y no dominadora, por lo que en primer lugar debe tender a equilibrar y armonizar los derechos individuales con los derechos de la sociedad y en segundo término garantizar que ese equilibrio sea garantía de un modelo que promueva el protagonismo social como forma de trascender del yo al nosotros.
Los sistemas antiguos son arcaicos porque soslayan o minimizan el valor de las organizaciones sociales y se anulan o atrofian los derechos individuales. Cuando se garantiza la participación del pueblo a través de sus organizaciones intermedias y se promueve armónicamente la libertad individual, es cuando identificamos lo que algunos denominan democracia social.
La política y el modelo económico
“Debemos comprender lo económico como naturalmente emanado de un proyecto histórico-político de carácter intrínsecamente nacional, social y cristiano. En tal sentido, el objetivo fundamental es servir a la sociedad como un todo y al hombre no sólo como sujeto natural sometido a necesidades materiales de subsistencia, sino también como persona moral, intelectual y espiritual”.
También resulta fundamental estimular a los gobiernos para que incrementen la gestión empresarial por su dinamizadora dosis de creatividad pero enmarcada dentro de los conceptos de responsabilidad social, que va mucho más allá de pagar impuestos, sueldos dignos y producir mejores productos. La responsabilidad social es lo que hace trascendente su misión al fijar su compromiso con la solución de los problemas estructurales del país por ser una obligación ética y moral.
Por último, todos los sectores comprometidos con el trabajo, el comercio, la producción, la investigación, etcétera, etcétera, deben reclamar la conformación definitiva de un Consejo
Económico Social, que debe ser de gestión permanente e independiente de los procesos electorales, constituyendo de esa forma un organismo nacional que logre institucionalizar la participación social, planificando además las acciones que definan los alcances del desarrollo social como así también los perfiles productivos, los sistemas logísticos y tecnológicos garantizando el crecimiento de lo que hoy se entiende por economía circular y el cuidado del medio ambiente.
La política y lo social
La concepción política de cómo resolver los problemas sociales debe partir de lograr que primero comprendamos la importancia de lo que significa una comunidad organizada, ya que no es lo mismo una sociedad atomizada, disgregada y conmovida por grietas y enfrentamientos internos.
Por ello, la política que hemos practicado no ha puesto la mira en lo importante que es institucionalizar el protagonismo político, económico y social de miles de entidades intermedias que
abarcan todos los sectores políticos, gremiales, sociales, empresariales, profesionales y científicos, etcétera.
En este caso la sociedad organizada y el Estado -integrados bajo el compromiso de enfrentar y terminar con los problemas estructurales de la sociedad- conseguirían superar un modelo social acosado por la corrupción, la desidia y la insolvencia dirigencial.
En la actualidad
Dijimos en un anterior artículo que Argentina vive las implicancias de una tormenta perfecta, ya que frente a sus propias crisis, hoy se le suma el accionar de una pandemia que si no ha desnudado dichos problemas estructurales en los primeros momentos de la expansión del coronavirus, hoy advertimos que afloran las secuelas de los estigmas generados durante los últimos 37 años de democracia.
La manifestación más palpable de lo que afirmamos, desgraciadamente la sufrimos con nuestros jubilados, cuando obligados por la necesidad de cobrar sus jubilaciones y pensiones conjuntamente con los sectores que sobreviven subsidiados con diferentes programas, se abarrotaron en las puertas de los bancos rompiendo con los protocolos recomendados oportunamente por el Gobierno.
A estos sucesos dados por la falta de planificación oficial transgrediendo los mismos recaudos establecidos para el aislamiento social preventivo y obligatorio se suma la problemática económica que nos marca la imposibilidad de seguir prolongando la cuarentena especialmente a miles de pymes que viven del trabajo y la producción, que ya venían siendo afectadas por una enorme y prolongada recesión económica.
Actualmente, frente a esta gran parálisis del trabajo y la producción de miles de pyme que viven del mercado interno, es fundamental consensuar la salida pautada de la cuarentena con los sectores comprometidos. Todo debe ser competencia del comité de crisis si es que está actuando como un organismo que delinea las distintas políticas emergentes y proactivas.
La política y el comité de crisis
Y nuevamente volvemos a ratificar que sin una política que fije una visión integral sobre la realidad y la necesidad ineludible de construir la integración social, no podremos como sociedad que busca su trascendencia poder enfrentar con éxito no sólo la pandemia, sino cualquier otra difícil circunstancias como son los graves estigmas que venimos arrastrando desde hace años.
Los comités de crisis son lo que planifican y coordinan las acciones para superar integralmente
los estragos producidos por una guerra como por las desgraciadas secuelas dejadas por la venalidad de los últimos años. Deben estar integrados por funcionarios del Estado público y por representantes de los distintos sectores, especialmente las pymes en representación de las ciencias, el trabajo, la producción, la seguridad, la salud pública, la educación, etc. Porque si es una guerra o una pandemia y está afectando a todos, entre todos debemos enfrentarla.
Por lo tanto, sea por parte del Gobierno nacional, gobernadores o intendentes que establezcan tales organismos, como por las entidades y organizaciones sociales y sectoriales que deberán integrarlas, deben esta munidas de la responsabilidad social, sabiendo que “si tanto el Estado como el sector privado comprenden que su meta es la misma –el bienestar de toda la comunidad– la determinación de los límites de la acción no puede ser conflictiva”.
(*) Presidente del Foro Productivo Zona Norte.
Son muy importantes como parte del eslabón de la cadena (pueblo-poder/gobierno). Las asociaciones intermedias.