Por Salvador Treber
En los últimos 35 años el porcentaje de pobres de hasta 15 años de edad inclusive se elevó de 19% a 32% de la población total
Según los especialistas, si nuestro país lograra crecer a un ritmo medio de tres por ciento durante el período 2020/24, la pobreza en el ámbito de la niñez y adolescencia bajaría a del actual 32% a 26%. Así se se expone en un análisis técnico elaborado en el Centro de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), realizado en conjunto con los que elaboraron el Programa de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), contando con el asesoramiento específico del Centro de Estudios Laborales y Sociales (Cedlas). A su vez, los más reconocidos especialistas en dicho tema subrayaron que Argentina, desde 1983, con el retorno de los gobiernos elegidos por la población, hasta el último mes de 2018 no consiguió alcanzar ningún éxito respecto a la lucha contra la pobreza.
Tan penosa conclusión, por el contrario, se agudizó notoriamente tal como lo subrayan muy enfáticamente los funcionarios del Indec, que han estimado que los pobres suman alrededor de seis millones en el núcleo más comprometido, de los cuales 51,7% lo integra la franja de niños y adolescentes a la que nos referimos específicamente. Advierten los funcionarios, además, que hoy la pobreza, en función de la escasez de ingresos, tiene una incidencia semejante a la registrada al momento de volver a la democracia y que, por lo visto, en su interregno no ha sido erradicada. Los mencionados estudios coincidieron en subrayar que los progresos fueron nulos. En ese sentido, la pobreza multidimensional sigue siendo muy semejante a la caracterizada por carencia de suficientes ingresos.
Un estudio que se extiende al doble en años de los referidos precedentemente, detecta una serie de lapsos de alrededor de siete años cada uno en que se verificaron sendos y sucesivos altibajos. El número de afectados por dicha virtual “onda” de pobreza que sube y baja sucesivamente tuvo su pico máximo en el trienio 1999/2002. El informe del Indec señala que los avances fueron nulos “pues sólo se advierten circunstancialmente”. Los datos de dichos períodos confirman que las personas y los hogares alcanzados exhiben como máxima carencia la habitacional seguida por la alimentaria, las cuales están muy lejos de estar resueltas adecuadamente.
El informe emanado del Cippec refiere que hubo un “fracaso productivo”, ya que la tendencia del producto per-cápita creció a menos de uno por ciento anual en promedio en el transcurso de tiempo entre 1983/2018. Detalló que ese fracaso generó una “gran frustración como sociedad” aunque no fue menor que la de hace 35 años, cuando Argentina lograba recuperar las instituciones democráticas. Cippec señaló que en la meta de erradicar la pobreza se advierte que los avances han sido nulos en algunas circunstancias y en otras apenas llegaron a ser moderados. Dado que dichos informes fueron siempre criticados duramente, se decidió cambiar radicalmente su metodología.
Las conclusiones de nuevos estudios
Los mencionados cambios no fueron sólo para facilitar la medición sino que diferían de los emanados por las cifras oficiales del Indec, que presentan “debilidades”, impulsadas por diversas motivaciones incluso por interés. La flaqueza de dichas cifras oficiales llevó a las autoridades de Cippec a encarar de inmediato una revisión a fondo y que se contrastaran los datos con los publicados por el organismo oficial. Así se llegó a la conclusión de que el Indec mide la pobreza por ingresos pero no la “pobreza multidimensional”, que mide las privaciones que sufren las personas y los hogares que habitan.
El informe de Cippec coincide en que, una vez realizado dicho trabajo, se pudo constatar que se sumó un “gran aporte metodológico” que proporciona información “reveladora”, aunque en el estudio sobre la pobreza nuestra economía registra sucesivos “círculos virtuosos de crecimiento” seguidos de otros de estancamiento. Pero se subrayó: “Una vez estabilizada la economía tras las hiperinflaciones de 1989 y 1990, pobreza se redujo hasta alcanzar 29,7% mayo de 1992. En los años subsiguientes no hubo grandes modificaciones y los valores a fines de 1993 fueron los mínimos de la década”.
En contraposición, el máximo ratio se ratificó en octubre del 2002, tras abandonar el régimen de convertibilidad, con 65,5% de habitantes en situación de pobreza. Cabe agregar que en 2018 se logró retornar a la tasa alcanzada en 1994 de 27,9%; manteniendo en la actualidad un tercio de la población bajo la línea de pobreza.
Según el CIPPEC, pese a que la pobreza sube y baja, hay un grupo que sigue atrapado en las peores condiciones de “pobreza estructural” o “crónica” y dentro de ese colectivo 47,9% son niños y/o jóvenes hasta 15 años inclusive. Actualmente parecería que ha se está obviando elaborar nuevos datos y parece que tampoco se logró una reducción significativa de dicho indicador.
En nuestro país los sondeos están muy rezagados en lo que se refiere a pobreza infantil, tanto en el ámbito nacional como en las provincias y los 20 mayores municipios.
Los mayores causas de preocupación
Los analistas consideran que existe un virtual “piso” de pobreza que no se ha podido perforar pese a que, en el corto plazo se registran pequeñas oscilaciones.
Argentina exhibe un preocupante estancamiento. Se señala reiteradamente que el más preocupante problema lo sigue constituyendo la franja poblacional de niños y jóvenes hasta 15 años.
Durante el lapso 2003/18 la brecha entre pobres adultos e infantiles se ha agravado, pues en el primer año esa relación era de 1,4 es decir, cada dos adultos pobres, tres chicos pobres. En 2018 era de 1,8; cada dos adultos, cuatro niños, sin que las autoridades de las diferentes jurisdicciones tomaran alguna medida correctiva.
Se señala que esta situación de pobreza se reproduce en forma intergeneracional. En esas franjas poblacionales se heredan las modalidades de vivir en un entorno precario, bajo nivel socio educativo y la imposibilidad de disponer de un espacio privado en las respectivas viviendas. Son mucho más frecuentes los embarazos en niñas adolescentes, quizá por vivir en un ámbito muy vulnerable que prácticamente anula sus derechos, tanto sexuales como reproductivos, y también al mayor abandono de la escuela secundaria.
Las áreas donde viven los “pobres crónicos” corresponden a las ubicadas en los suburbios de las ciudades, siendo el llamado Gran Buenos Aires el de mayor concentración, como así también el noreste y noroeste del país. Le siguen las zonas circundantes a otros grandes centros poblados del Interior. Si se pretendiera sintetizar este aspecto, se podría decir que la mayor cantidad de pobres viven en el conurbano bonaerense, en el noreste y noroeste del país. Tanto la foto como la película (visión estática y dinámica) pecan de cierto rezago analítico en los años más recientes. El tema pareciera haber sido evitado intencionalmente por razones electorales y no se han reanudado los sondeos todavía. Las personas que viven en un ámbito precario y tienen un nivel social y educativo insuficiente no tienen ningún tipo de estímulos pues su entorno está constituido por familias en situación muy semejante. El Observatorio de la Deuda Social (U.C.A.) sostiene: “La mayoría de los pobres se muestran imposibilitados frente a la persistencia tan grande de pobreza en función de escasos ingresos convirtiéndose posteriormente en pobres estructurales y multidimensionales. Sus vidas se degradan en tal forma que es muy raro que logren aprovechar una oportunidad para salir de dicha situación”.
Se aconseja que la atención de la pobreza se considere como una política de Estado y que debe reconocerse explícitamente que requiere una acción consecuente por muchos años para reducir su maléfica influencia. Dicha problemática, sin duda constituye la peor lacra social y es muy poco lo que se hace al respecto para disminuir su influencia.
Nunca hay que olvidar que los que viven en un ámbito muy precario coinciden con las características de un bajo nivel socioeducativo y peligrosamente vulnerables que, por ser el habitual desde la primera infancia, no crea ningún estímulo y, por el contrario, influye haciendo a dicha situación más penosa aún, pese a que por lo general prima en dicho colectivo un clima de resignación.
Sería muy positivo que en el nuevo período gubernamental se desenvuelva una diligente acción en este sentido, pues es la única vía para recuperar lo valores culturales y superar el penoso estado en que se encuentra, sin gozar de alicientes y sin estímulos de ninguna clase, alrededor de un tercio de la población de nuestro país.