Su original trama parece tener ahora un nuevo capítulo, en tribunales
La serie Gambito de dama, que se popularizó a través de la plataforma de contenidos audiovisuales bajo demanda Netflix se basa en una novela de Walter Tevis, publicada en 1983. Narra la vida y pesares de una huérfana llamada Beth Harmon, quien se convierte en una jugadora experta de ajedrez, personaje interpretado por Anya Taylor-Joy.
Hace pocos días, Nona Gaprindashvili ha demandado a Netflix por los términos en que fue mencionada en la serie, por la suma de 5 millones de dólares. Se trata de una jugadora de ajedrez georgiana que fue la primera mujer en lograr el título de Gran Maestro de la FIDE, la quinta campeona femenina del mundo de ajedrez, de 1962 a 1978, e hizo asimismo una gran contribución para difundir el juego. Al presente, vive en Georgia y tiene 80 años de edad.
Una sola escena y unas pocas palabras bastaron para dar cuerpo al litigio. Sólo la menciona en el episodio final un comentarista que se está refiriendo a Beth después de que derrota al gran maestro ruso Viktor Laev, personaje ficticio, en el torneo “Moscow Invitationals”: “Lo único inusual en ella, en realidad, es su sexo. E incluso eso no es único en Rusia. Está Nona Gaprindashvili, pero es la campeona mundial femenina y nunca se ha enfrentado a hombres”. Tras esas palabras, la cámara enfoca a una mujer en la audiencia que, según la demanda, “obviamente se supone que es Gaprindashvili”.
En un principio, la maestra ajedrecista reclamó ante Netflix por tales inexactitudes luego de ver la serie, pero la empresa no compartió su punto de vista, entendiendo que la escena era “inofensiva”. Se negó asimismo a ofrecer una retractación, volver a doblar la voz en off o emitir una declaración pública, como le fue pedido por la georgiana.
Ahora, enfrenta una demanda por difamación pública de 25 páginas presentada, en virtud de la distinta vecindad de los litigantes, en el Tribunal Federal para el Distrito de Los Ángeles. Allí se sostiene que “Netflix mintió descarada y deliberadamente sobre los logros de Gaprindashvili con el propósito fácil y desfachatado de ‘intensificar el drama’ al hacer parecer que su heroína de ficción había logrado hacer lo que ninguna otra mujer, incluida Gaprindashvili, había hecho”.
Sostiene que para 1968, año en el que se desarrolla el episodio, la demandante ya se había enfrentado a al menos a 59 jugadores masculinos (28 de ellos simultáneamente), incluidos al menos 10 grandes maestros de esa época, según se expone en la presentación, por lo que “la afirmación de que Gaprindashvili ‘nunca se ha enfrentado a hombres’ es visiblemente falsa, además de ser tremendamente sexista y denigrante”.
Se agrega además que, por contar con esa información, Netflix no cometió un error, sino que mintió de forma deliberada, por lo que existe en su conducta “malicia real”, lo cual lleva a la figura de difamación pública en que se funda el pedido reparatorio. Se dice además que la mención de Netflix de Gaprindashvili como rusa, y no georgiana, fue “insultante”.
Pequeña digresión: me quedan mis dudas de si vale para fundar una reparación económica, aun en la amplísima jurisprudencia de daños de Estados Unidos, el error de procedencia geográfica. Lo que sí revela es la ignorancia supina en la materia: la maestra Gaprindashvili nunca fue rusa, sino soviética, cuando Georgia era parte de esa federación de Estados. Pero por esos tiempos, confundir rusos con soviéticos era moneda común dentro de Estados Unidos, donde siempre estuvieron flojos en geografía.
En la demanda se argumenta, además, que la miniserie, vista por 62 millones de personas, causó un daño irreparable a la reputación de su cliente al dar a entender que ella “carecía de las habilidades” para competir contra los hombres. “Por lo tanto, en una historia que se suponía que debía inspirar a las mujeres al mostrar a una joven compitiendo con hombres en los niveles más altos del ajedrez mundial, Netflix humilló a la única mujer de verdad que se había enfrentado y derrotado a los hombres en el escenario mundial de la misma manera”, se sostiene en el escrito de interposición.
Entramos aquí, a más del sexismo que puede haber subyacente, en las cuestiones jurídicas que despierta el uso en historias de ficción de personajes reales. Lo que cuenta la serie es ficción, pero los conceptos del juego y varios de los personajes que ahí se mencionan son reales, siendo fiel al ambiente y a los detalles del juego. De hecho, Garry Kasparov, quien fue el mejor jugador del mundo, fue uno de los asesores de la serie.
Los problemas en el rubro empiezan cuando uno deja de ser fiel a lo ocurrido y, por cuestiones de rating o similares, se falsea la historia. No es raro que pase en las novelas, ni en las películas. Ha ocurrido y se ha judicializado incluso entre nosotros, pero esa es otra historia.
Una cuestión adicional es la poca visualización de un hecho evidente: el machismo en el ajedrez, que la serie apenas refleja. No son pocos, el maestro Kasparov entre ellos, quienes afirmaron en su momento que no era un deporte para mujeres. Luego de ser derrotado, en 2002, por una ajedrecista mujer -Judit Polgar- por primera vez, dijo: “Ella tiene un talento fantástico para el ajedrez, pero, después de todo, es una mujer. Ninguna mujer puede sostener una batalla prolongada”. Luego, claro está, debió disculparse. No sé con quiénes se habrá cruzado Garry, pero los hechos claramente muestran todo lo contrario.
Por eso no sería raro que la perspectiva de género se instale en este litigio que recién inicia, así como tampoco debe extrañarse nadie si esto llega a un acuerdo con pacto de confidencialidad incluido. Sería algo del más puro estilo californiano en el derecho del entretenimiento.