ESCUCHAR
El pasado domingo, con un padrón de 34.332.992 personas, poco más de 70% de electores el pueblo de la Nación Argentina expresó una voluntad en 104.419 urnas situadas en 17.533 locales de todo el territorio nacional.
Para ello, el Comando General Electoral desplegó unos 90.500 efectivos de las Fuerzas Armadas y de Seguridad a los efectos de la custodia de las urnas y lugares de votación.
El Correo Argentino abocó 65.725 trabajadores a las tareas del traslado de todo el material electoral necesario para los comicios, incluidos los kits sanitarios que determina el protocolo, así como el retiro y procesamiento de los correspondientes resultados.
Dicho material electoral fue transportado en un total de 14.070 vehículos, incluidos 57 tractores, 25 mulas y 9 lanchas, a fin de asegurar el ejercicio del derecho a elegir a sus representantes, incluso en las zonas más distantes e inaccesibles de Argentina.
A más de ello, las Fuerzas Armadas dispusieron 4.827 vehículos terrestres, un avión de transporte C-130 “Hércules”, 12 helicópteros, 10 embarcaciones, así como vehículos todoterreno para zonas de difícil acceso y ganado mular para transportar las urnas en las regiones montañosas. A Iruya, por ejemplo, localizada en la provincia de Salta sobre los faldeos orientales de la sierra de Santa Victoria, la Gendarmería Nacional a caballo entregó el material electoral necesario para concretar el acto comicial.
Todos sus miembros son parte del mismo espíritu de funcionarios estatales que durante la pandemia, cuando todavía no existían las vacunas, permitieron que, mal que mal, un país funcionara. También muchos ciudadanos de a pie, en actividades esenciales, también hicieron su parte. En ese tiempo, muchos dieron mucho por su semejantes y algunos lo entregaron todo. Tampoco olvidamos eso. Los malos ejemplos no manchan la labor esforzada de ellos, como tampoco unos pocos desaprensivos empañan la conducta de la mayoría de la población, sometida a restricciones nunca antes vistas.
Son personas comunes que hicieron lo que debían, ante una situación de crisis nunca antes vista. La primera elección luego de la aparición de la pandemia, en un país con graves problemas, muestra una inequívoca reafirmación de la institucionalidad democrática en los votantes, por encima de cualquier bandería o partido.
Según el diccionario de la lengua española de la Real Academia, la institucionalidad es la “cualidad de institucional”. A su vez, institucional es aquello que pertenece o relativo a una institución o a instituciones políticas, religiosas, sociales o similares. Configura el marco de carácter valórico y conceptual en el que se establecen los principios y valores básicos del pacto de unidad y convivencia que se plasma en nuestra Constitución Nacional.
Es por eso que, más allá del resultado electoral, que ha sido analizado por muchos en múltiples formas y enfoques, existe otra elección, otra voluntad no menor que la electiva en sí, plasmada por los electores el pasado domingo: la de una Argentina cívica, plural, diversa, con un firme compromiso democrático; celosa de sus derechos y con expectativas de mucho más de lo que hoy le entrega el presente.
Toda la dirigencia, del color que fuere, cualquiera sea el ámbito en que actúe, debería tomar debida nota de eso. Pues el voto habla mucho más que la elección puntual de Pedro o Daniel, así como escuchar las urnas es mucho, mucho más que una operación de suma matemática y de sacar porcentuales.
Por medio de la pandemia, con todas sus cruces a cuestas, la Argentina democrática se ha reafirmado, de tal forma, este domingo pasado.
(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales
