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La morfología del conflicto (II). Los interrogantes

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Por Christian Julio Díaz / Abogado

En la columna anterior se presentó brevemente la técnica del Conflict Anlisys Tipology (CAT) desarrollada por el Dr. Josep Redorta, la que permite analizar el conflicto a partir de 16 patrones, los cuales  amplían las perspectivas de observación de la realidad conflictiva. Como es sabido, la eficacia de la intervención dependerá de la “lectura” de la relación conflictual. Una mirada parcial del conflicto, tal como focalizarse en algunos de los aspectos de la relación de las partes, la utilización de “recetas” o el tratamiento automatizado de conflictos con disputas similares, no favorece el surgimiento de soluciones sustentables. En igual sentido y por el  peligro potencial que entraña, la experiencia merece un párrafo aparte.

En todos los ámbitos existen proselitistas que se enrolan detrás de la experiencia y la absolutizan al nivel de una “verdad revelada”. Tales entusiastas son proclives a contraer una especie de “miopía existencial” que se manifiesta, entre otras cosas, en la imposibilidad de advertir la naturalización de prácticas erróneas o inadecuadas en el abordaje conflictual. Sesgar la realidad conflictual profundiza y agrava el conflicto, alejando a las partes de las conductas cooperativas necesarias para zanjarlo. Resulta importante entonces aproximarse al conflicto con una mirada que permita concebir lo uno y lo múltiple, la contradicción, el orden y el desorden, la incertidumbre y el azar, es decir, abordarlo desde la complejidad.

El aporte significativo del CAT radica en una sutil combinación entre la teoría y la praxis, que contribuye a reflexionar sobre nuestras prácticas e incorporar conocimientos para ser practicados.

El manejo del CAT es sencillo. En una plantilla se presentan los dieciséis patrones, a los que se anexan una escala de valoración de la intensidad percibida. El mediador o gestor del conflicto, y si es posible las propias partes, examina sobre una escala de 1 a 5 el grado de consenso o disenso sobre cada uno de los dieciséis elementos definitorios de una posible fuente o patrón de conflicto.

[…] Se pretende producir una “foto fija” para un momento dado de la evolución del conflicto, con independencia de su historia y evolución futura. El análisis de este contenido contribuye a tener una idea clara de cómo intervenir. El CAT permite diagnosticar la relación conflictual pues determina los patrones que inciden con mayor intensidad en el conflicto. El autor sugiere establecer cuáles son los patrones dominantes y secundarios, lo que facilitará la estrategia de intervención.

Ahora bien: la morfología de los conflictos como parámetro clasificatorio suscita varios interrogantes. Primero: ¿Puede agotarse la complejidad conflictual en dieciséis patrones? Es decir, ¿solamente existen estas formas de “conflictuar”, o como dice el autor, de “cómo se conflictúa”? Desde el paradigma de la complejidad cuesta aceptar a priori un “númerus clausus” en las relaciones humanas. Segundo: Respecto del concepto de “patrón”, como modelo repetitivo: ¿No se aproxima más a una subclasificación de las necesidades básicas que a una conducta repetida o forma específica de conflictuar? Obsérvense diversos tipos de conflictos motivados –entre otros- por el “poder” en el ámbito de una organización, en el seno familiar, en los conflictos gremiales o en los diferendos internacionales. La forma en que se utilizan los recursos de poder, la participación de los terceros, la toma de decisiones de los actores y la intensidad conflictual modifican drásticamente la dinámica del conflicto. Por ende, se desvirtúa cualquier intento de encontrar una forma o movimiento común que los unifique. Tercero: ¿Será recomendable la utilización del CAT cuando exista una variedad de patrones conectados como consecuencia de conflictos interrelacionados? Los conflictos surgidos en el contexto de la globalización se caracterizan por la diversidad de factores determinantes, la magnitud de los afectados, la interdependencia de las relaciones y la reproducción conflictiva particular que se genera como consecuencia.

El último -y tal vez no menor- de los interrogantes es saber por qué se utilizó la denominación en inglés del Conflict Analysis Tipology y no su designación en castellano.

En la entrega anterior se preguntó cómo afrontar la diversidad dinámica de un conflicto de cara a su intervención. Y nos inclinamos por la respuesta más sencilla e inocente: la del ámbito académico. Sabemos que la faz académica de la mediación no agota las disciplinas ni los sectores a quienes está dirigida la pregunta, pues ésta engloba en su seno “el problema”,  “la crisis” y “el desafío”. Y tampoco la respuesta: “la oportunidad” de repensar el camino recorrido y la “aventura” de trazar nuevos horizontes hacia la Paz.

En esta propuesta de repensar nuestras prácticas, la semana entrante tendremos la oportunidad de conocer a un pensador e innovador del conflicto y la mediación. Hay algo diferente para escuchar. Al menos una manera de empezar a despegarnos un poco de la inercia de los clásicos de la materia.

Cabe recordar que Josep Redorta dictará un taller el miércoles 15 de junio, organizado por la Asociación de Mediadores de la Pcia de Córdoba. Informes: [email protected]

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