Por Carlos Rossi (*)
Las grandes ciudades tienen la particularidad de desarrollarse, en la mayoría de los casos, como el magma. Es decir, sin una planificación previa, adecuada y constante en el tiempo. Se suma a ello una diversidad social que torna previsible la aparición frecuente de conflictos. En razón de ello las autoridades municipales delinean la jurisdicción de los respectivos barrios, las regulaciones y autorizaciones de construcciones en altura, la ubicación de barrios privados, etcétera. Pero, además, dictan normativas de convivencia con la sanción de numerosas ordenanzas que, como todos sabemos, son de parcial acatamiento.
Para ayudar en ese cometido y para cumplir las funciones del vecino “mayor” del barrio, aparece la figura del dirigente vecinal por medio de la antiquísima institución que es el centro vecinal.
La ciudad de Córdoba cuenta desde hace años con más de 300 centros vecinales que son regulados por ordenanza y que posibilita, entre otras cosas, que cada barrio tenga el propio. Sus autoridades son elegidas por los vecinos de cada jurisdicción, sin más requisito que el de figurar en el padrón electoral del barrio.
Además, las autoridades elegidas duran dos años en sus mandatos y pueden ser reelegidas una sola vez, con lo que se garantiza la alternancia en la función. Su tarea principal es la de mejorar la calidad de vida de sus vecinos. Para ello, peticionan la construcción de obras de infraestructura, la mejora de los servicios públicos, como así también actividades culturales, sociales y deportivas acorde a sus posibilidades.
Pero es el caso señalar que en forma cotidiana -y cada vez con mayor frecuencia- los centros vecinales se deben hacer eco de enfrentamientos de distintos sectores o de conflictos entre vecinos colindantes. Las razones van desde cambios de recorridos de colectivos, obras de desagües, megaemprendimientos, alumbrado público, corte de yuyos y recolección de residuos hasta cuestiones vinculadas con medianería, humedades, rajaduras, ruidos molestos, suciedades, árboles de gran tamaño música fuerte, entre otras.
Para toda esta problemática, existe una herramienta muy apropiada que es la mediación vecinal, que si bien es cierto que en la actualidad tiene una incipiente aplicación, en el futuro debería ser el camino más idóneo para la resolución de conflictos, pues permite resolver situaciones de perturbación y enfrentamientos que difícilmente llegan a la Justicia, ya sea por el monto, el tema, los gastos o porque la parte afectada considera viable llevarlo a los tribunales ordinarios.
Contar con el servicio de mediación vecinal en los espacios físicos donde funcionan estas instituciones o al menos en las jurisdicciones de los Centros de Participación Comunal (CPC) significaría una posibilidad real de resolver conflictos. Pero creo que deberíamos, además, capacitar a los dirigentes vecinales en las técnicas de la mediación para que en algunas oportunidades ellos mismos actúen como “facilitadores” y puedan evitar el escalamiento de los conflictos o puedan anticiparse a futuros hechos de violencia.
Recuerdo cuando la Dirección de Métodos Alternativos para Resolución de Conflictos (DiMARC) organizó, en el año 2014, un curso de formación para “facilitadores comunitarios” de 30 horas de duración, destinados a dirigentes vecinales y sociales de Córdoba, en el que hombres y mujeres comprometidos con la actividad vecinal fueron formados en la aplicación de las técnicas de mediación.
Conflictos
La mediación transforma la confrontación en colaboración y tiende puentes entre los vecinos, mejorando la convivencia. Es un proceso en el que no hay ganadores ni perdedores, sino que genera consensos para que ganen todos.
Muchos conflictos barriales y vecinales se podrían evitar o resolver si los centros vecinales contaran con la capacitación de sus dirigentes para que puedan actuar como “facilitadores” ante el conflicto y que, además, tuvieran con un servicio adecuado de mediación vecinal.
Debemos tener en cuenta que no alcanza con la buena voluntad o predisposición del dirigente para ayudar a resolver un conflicto, sino que es imprescindible que tenga una capacitación adecuada y que se entrene en el uso de las herramientas típicas de la mediación.
Áreas
En áreas como la escolar y la familiar, los resultados obtenidos tanto en el país como en el mundo son altamente satisfactorios. De modo que la aplicación de estos métodos adecuados a la realidad barrial, seguramente tendrá efectos positivos para mejorar el comportamiento de los ciudadanos que han decidido vivir en una comunidad organizada.
(*) Abogado. Mediador. Ex secretario de Participación Vecinal 1993-1998