Su talento, esfuerzo y ansias de una sociedad más justa le permitió superar los mayores obstáculos. Por Luis Carranza Torres.
Thokozile Mazipa nació en Orlando East, en Soweto, Sudáfrica, un 16 de octubre de 1947. Al año siguiente fueron aprobadas en ese país las leyes que reciben la común denominación de apartheid. Las primeras normas establecieron un registro racial obligatorio bajo control del gobierno. Luego, en 1949 otra ley prohibió los matrimonios interraciales, estableciendo como delito las relaciones sexuales entre individuos de razas diferentes. Al siguiente año, se “reservó” por vía legal ciertos distritos urbanos en donde sólo podían habitar los blancos, prohibiéndose asimismo que la población negra pudiera comprar inmuebles dentro de dichas ciudades.
En 1953 se establecieron zonas segregadas en todos los centros urbanos de Sudáfrica. Es así que desde playas, autobuses y hasta bancos en los parques, pasando por hospitales, escuelas, se hallaban divididos en “lugares sólo para blancos” o “sólo para negros”. Por supuesto, estos últimos eran normalmente de mucha menor calidad. Hasta las ambulancias y las paradas del transporte público eran segregadas, resultando vedado emplear la de “otra raza”, aun en casos de suma urgencia. Cualquier parecido con la Alemania Nazi no es mera coincidencia. Se trata del mismo sentimiento de inhumanidad.
Ésa fue la sociedad en que creció y se formó Mazipa, la menor de diez hermanos. La suya fue una infancia de privaciones, viviendo toda la familia en una pequeña casa de sólo dos habitaciones con sus padres y hermanos.
Asistió a la St. John Berchman Primary School, una escuela católica en Orlando East y luego llevó a cabo el equivalente a nuestro “secundario” -primero en el St. Theresa High School, un colegio salesiano ubicado en Manzini, la segunda ciudad del vecino y pequeño estado de Suazilandia y luego en la Immaculata High School, en Alexandra Township, en 1966.
Su dominio del inglés la hizo convertirse periodista, trabajando en varios periódicos como The World y el Post. En uno de ellos, The Sowetan, el principal diario negro de aquellos tiempos, cubrió varios juicios, descubriendo su gusto por lo jurídico. Es así que a su grado universitario inicial de Bachelor of Arts en trabajo social conseguido en 1974 le adicionó, estudios del derecho mediante, otro de Bachelor of Laws en 1990. Ambos fueron cursados en la University of South Africa (Unisa), la única institución de nivel superior que aceptaba estudiantes negros por ese tiempo.
Fue admitida como abogada por la Johannesburg Bar en 1991, el equivalente a nuestros colegios de abogados, dedicándose a la práctica profesional entre dicho año y 1998.
Soplaban por entonces otros vientos y el apartheid marchaba a su eliminación. El país tenía una nueva constitución y en 1994 se habían llevado a cabo las primeras elecciones plenas, con el voto de toda la población. Pero faltaba integrar la realidad social la nación en sus órganos del Estado.
Es así que, en 1998, Mazipa se convierte en la segunda mujer negra en ser jueza, luego de Lucy Mailula, siendo nombrada en la “Provincial Division” correspondiente a Transvaal de la High Court of South Africa.
Dicho tribunal superior, único para todo el país, se halla dividido en siete circunscripciones geográficas, ejerciendo su jurisdicción sobre todas las materias del derecho, pero respecto de casos especiales. Es así que en materia civil entiende en los juicios superiores a un monto de 100.000 rands y en lo penal juzga los delitos mayores como violaciones u homicidios.
Si bien es conocida dentro del ambiente tribunalicio como una juez seria, imparcial y extremadamente meticulosa en su trabajo, fue su actuación en casos de alto impacto público lo que la hizo trascender al conocimiento nacional e internacional. Sobre todo, cuando en 2014 presidió el juicio contra el atleta olímpico Oscar Pistorius por la muerte de su novia, la modelo Reeva Steenkamp, y por el que fue condenado a cinco años de prisión por homicidio culposo, luego extendido a 15 y finalmente reducido a seis en las diversas instancias recursivas.
Pasada la exposición mediática, Mazipa volvió a sus labores judiciales usuales y a sus pasatiempos entre los que se cuenta el baile, la jardinería y el yoga. A pesar de las críticas que entendieron que había sido benigna con Pistorius, sigue siendo un ejemplo de cómo la voluntad puede vencer todos los obstáculos. En particular, aquellos que las miserias del ser propio ser humano imponen a sus congéneres.