ESCUCHARLa sociedad argentina, por lo general, tiene muy presente la gesta sanmartiniana para anular la amenaza de una contrarrevolución por parte de sectores afines a la corona española. Sin embargo la independencia de las provincias no era solamente amenazada por los avances de la corona española desde Perú. Entre los patriotas existía el convencimiento de que la independencia no debía solamente declararse de la metrópoli española sino también de toda potencia extranjera.
Y uno de los motivos se encontraba en la seria amenaza a la integridad del territorio, proveniente de Brasil, desde donde la Casa de los Braganza miraba con «animus domini» a las provincias del litoral a la Banda Oriental, en aquel momento parte integrante de las Provincias Unidas.
La intención no era nueva. Ya desde lustros anteriores, los lusitanos intentaron apoderarse de estos territorios. En el siglo XVII, guaraníes y jesuitas habían unido fuerzas y combatido contra las hordas de «bandeirantes» organizadas desde San Pablo, para hacerse de mano de obra esclava para sus plantaciones y de manera indirecta hacer avanzada en la ocupación de territorios.
También, desde Río de Janeiro, se envía una expedición que funda la Nova Colônia do Santíssimo Sacramento enfrente de Buenos Aires, que pasa de una mano a otra en varias ocasiones. Hubo campañas militares de ambas coronas europeas por estos terruños, pero el reino de Portugal nunca se dio por satisfecho con lo obtenido y ambicionaba el acceso y uso de las vías fluviales de la cuenca del Río de la Plata.
A partir de la Revolución de Mayo en Buenos Aires, todo el virreinato se convulsionó. Los Braganza, asentados con toda su corte ya en Río de Janeiro, observaron atentos lo que aquí acontecía. Olfatearon debilidades, internas y egoísmos. Se refregaron las manos y pensaron que al fin había llegado el momento de tomar aquello que siempre habían pretendido y que las circunstancias se lo habían negado.
Las diferencias internas entre el Directorio y la Liga de los Pueblos Libres del Sur, aseguraba por lo menos la neutralidad (y por qué no algo más…) de Buenos Aires. Para el rey Juan VI de Portugal la mesa estaba servida. Por fin la Banda Oriental, y las provincias del litoral, Misiones, Corrientes y Entre Ríos, podrían estar bajo su control.
En 1816 un ejército imperial perfectamente armado, disciplinado y con veteranos de las guerras napoleónicas, bajó con tales fines a cumplir la tarea. Sin embargo, ésta tan sencilla no resultó, llevando cuatro años de acciones armadas. El campo de operaciones militares en la región de Misiones y Corrientes fue intenso. La orden del comando portugués fue quemar y arrasar con todos los poblados sobre el margen occidental del río Uruguay. Yapeyú, La Cruz, Apóstoles, Santa María, San Javier, San José, San Ignacio Miní, San Carlos y Mártires eran destruidos. Santo Tomé era tomado.
La situación no era fácil. Los ejércitos lusitanos devastan gran parte de las provincias de Misiones y Corrientes. Paraguay tenía pretensiones sobre los poblados del margen oriental del río Paraná y era una amenaza en tal sentido; internamente, Buenos Aires hacia prevalecer sus intereses portuarios. Conspiraba e iniciaba hostilidades contra Entre Ríos y Santa Fe, lo cual facilitaba las pretensiones de Río de Janeiro.
En tales circunstancias desfavorables para la integridad territorial del país, cobra relevancia la resistencia efectuada por un hombre que, afirmado en solidas convicciones federales, democráticas y republicanas, ejerció un liderazgo natural en los pobladores de Misiones para llevar adelante la lucha contra el invasor extranjero.
La referencia es hacia Andrés Guacurarí o «Andresito», como se lo conoce en las tierras coloradas. Cacique de origen guaraní, hijo adoptivo de José Gervasio Artigas, comandó las fuerzas misioneras y con gran inteligencia y capacidad enfrentó a las fuerzas lusitanas, obteniendo importantes victorias como la de la «Batalla de Apóstoles», logrando impedir que éstas consolidaran su dominio sobre el margen occidental del río Uruguay. Dueño de una fortaleza y perseverancia infinita, logró recuperar los territorios de Misiones y que el territorio nacional mantuviera sus límites frente a la potencia extranjera más cercana y peligrosa que tenía el suelo argentino en su génesis como país.
Sin embargo, la actuación de Andresito en los avatares de aquellos años fue sutilmente ignorada, a pesar de la importancia de su aporte en tal sentido para mantener la integridad territorial frente a un poderoso, ambicioso y activo vecino. Sin su participación, podría darse la paradoja de que la localidad de Yapeyú, lugar de nacimiento del máximo prócer de los argentinos, Don José de San Martín, no perteneciera actualmente al territorio nacional de Argentina.
Conocer la lucha del pueblo de Misiones en tal ocasión, deja en evidencia una egoísta actitud de entrega de los territorios provinciales por parte de la portuaria «Hermana Mayor» para preservar sus negocios y privilegios.
Conocer los sucesos de los que fue partícipe el joven caudillo misionero, sirve para tomar conciencia de que el proceso revolucionario iniciado en 1810 implicaba para las provincias argentinas mucho más que la independencia de España. Sirve para saber que también se defendía intensamente la integridad de estos territorios frente a otras potencias. Sirve para conocer que la élite deslumbrada por las luces europeas no siempre ha sido la más idónea gestora del bienestar general. Conocer a Andresito sirve para saber que de nuestros pueblos originarios también surgieron líderes e ilustrados defensores de la independencia y de la soberanía, que pueden ser referentes morales de nuestra sociedad.
(*) Investigador. Abogado.
