Nuestra realidad
El pueblo argentino atesora humildad, sencillez, solidaridad y el sentido de independencia y soberanía como atributos de su esencia nacional, aunque en varios pasajes de su historia – últimamente, a partir del golpe liberal en 1976-, después de siete años de sangrienta dictadura, le impusieron las bases de un modelo demoliberal, que instaló un proceso decadente por causas pergeñadas en la miserable nebulosa que rodea la trastienda de ciertos partidos y coaliciones.
Bajo el amparo de un neoliberalismo obsoleto, nos condujeron hacia la lucha por el poder bajo el manejo de la especulación electoralista, en la que la participación del pueblo se realiza mediante la simple emisión del voto y de ese modo se les transfieren a los partidos las decisiones para hacer lo que sus jefaturas decidan.
La obligación de votar quedó cómo única vía para elegir los candidatos partidarios que conduzcan el país, una provincia o un municipio, como para elegir diputados y senadores que nos representen al momento de tomar sus propias decisiones.
Esto se denomina partidocracia y tiene cientos de años de existencia pero fue perdiendo sustentabilidad social, por el desprestigio de sus instituciones partidarias, por la decadente actuación de su dirigencia, pero esencialmente porque el pueblo se percató que “quien no participa de las decisiones suele quedar fuera de los resultados”.
Una prueba de ello es la bronca y hartazgo que conmueve a muchos sectores, especialmente a la juventud, lo que constituye una muestra del repudio a la vieja política.
Esto de alguna manera es aprovechada por uno de los candidatos presidenciales, ya que utilizó dicho disconformismo contra la “casta”, calificando a una dirigencia variopinta y neoliberalizada.
Sin embargo, ese referente liberal, sin ninguna duda tiene mucho que ver con el ultraliberalismo que produjo el golpe militar de 1976, liderado ideológica y económicamente por Martínez de Hoz.
Organización, trascendencia e integración
En la búsqueda de un mayor protagonismo popular y con el fin de que el pueblo libremente participe y sus propuestas se conviertan en políticas de Estado, una posibilidad es aprovechar la organización de las entidades intermedias, a partir de las distintas misiones que brindan al país y a la sociedad que integran.
Las cámaras empresariales, del campo, entidades gremiales, mutuales, cooperativas, colegios profesionales, etcétera, que logren trascender por encima de sus problemas o propuestas particulares -por ser partes del pueblo- deben aportar su responsabilidad para defender el trabajo y la producción nacional, la educación, la salud, la vivienda, el cuidado del medio ambiente y de nuestros recursos estratégicos,etcétera. Esta integración es de consistencia estratégica porque democratiza la participación del pueblo organizado.
En tanto, para que esto sea posible -sí o sí- primero debe habilitarse el funcionamiento de la democracia social por medio de una reforma de la Constitución Nacional, para que el pueblo organizado pueda participar en la toma de las decisiones fundamentales.
Conseguido dicho derecho, será ineludible realizar con anterioridad a las elecciones, un proceso que restituya ética y moralmente los valores sociales perdidos, única manera de unir y organizar a una comunidad consciente de su existencia real para concertar y consensuar un Proyecto Nacional netamente argentino, libre de especulaciones personales, ideológicas o clasistas.
Pero como se ha venido funcionando durante 40 años, nada de esto se produjo y lamentablemente -según el resultado final de esta elecciones- viviremos entre la esperanza de superar los infortunios y el pánico generado por la enorme angustia que nos depara un horizonte atosigado por sombrías amenazas contra los intereses y recursos nacionales.
La responsabilidad del ciudadano ante su comunidad
Como dice Raul Scalabrini Ortíz, “el pánico es el mayor flagelo que puede sacudir el alma humana”. Sucede que, por nuestras convicciones, sabemos que de esta crisis no se sale sólo por medio de elecciones y más cuando éstas se cocinan en el fuego de pasiones desbordadas por el individualismo que envilece a instituciones y dirigentes.
Si radicales, peronistas, socialistas, etcétera, como integrantes del pueblo argentino recorrieran objetivamente el transcurrir de nuestra historia, comprobarán cómo, en distintas etapas, las potencias triunfantes a partir de los años 40 operaron sobre los pueblos, por medio de una lucha ideológica para hegemonizar el mundo.
Por eso hoy, debemos dejar a un lado las viejas ideologías, porque como herederos de la tenacidad que nos legaron Yrigoyen y Perón somos los que buscan un destino independiente y soberano, practicando una doctrina nacional superadora tanto del liberalismo como del marxismo.
En la realidad de los argentinos como pueblo suelen ocurrir desbandes cuando los partidos dividen, confunden o desorientan, resintiendo su consistencia que como entidad superior incuestionable e irresponsablemente negada, debe consolidarse en democracia, revalidando su presencia conscientemente integrada por cada uno y todos sus ciudadanos, sin diferencias ideológicas,raciales o religiosas y más cuando el país lo necesita.
El sentido profundo de su unidad yace en su subconsciente y a veces se expresa circunstancialmente como lo hizo durante el recibimiento brindado a la selección Nacional de Fútbol como campeona del mundo. Esto marca claramente que cuando un hecho expresa sólo argentinidad, el ciudadano sabe que su presencia física pone en valor a dicha expresión multitudinaria.
Esto, que parte de decisiones individuales, deja de serlo bajo el signo de la responsabilidad social movilizando a millones de voluntades para enfrentar una guerra, para vencer una epidemia, para combatir incendios e inundaciones o cuando nos decidamos a terminar con 40 por ciento de argentinos sometidos a la pobreza, o contra una inflación que carcome nuestros sueldos y salarios, recuperando el trabajo y la producción perdidos, etcétera.
Consensuar primero y luego elegir el candidato
Por eso, antes de cualquier elección, deberíamos constituir un ámbito de coincidencias esenciales, en el que el pueblo organizado por medio de sus representantes fije los ejes estratégicos de las políticas públicas que terminen con nuestra crisis y consensúen el modelo argentino para el Proyecto Nacional que nos identifica como país y sociedad.
Este planteo de la política institucional y del régimen de un nuevo modelo de gobernanza, constituye un bastión indestructible de nuestra soberanía, libertad e independencia y define el destino de los argentinos como país y sociedad, recuperando el espíritu libertario en el marco de la democracia social y del protagonismo popular organizado.
Al cierre de las elecciones para elegir Presidente, los guarismos marcaron que definitivamente van a un balotaje Unión por la Patria y La Libertad Avanza.
Será la última etapa de este largo proceso eleccionario donde el pueblo en su conjunto definirá quien comandará un nuevo período de gobierno, bajo el peso tremendo de un camino sin dobleces ni agachadas y donde el protagonismo del pueblo asegure la reconstrucción del ser nacional, libre de influencias e intereses ajenos, ratificando que la última vertiente verdaderamente nacional lo constituye el ideario que nos legaron Yrigoyen y Perón.
Argentina frente al nuevo orden mundial
Este proceso es verdaderamente revolucionario en cuanto a otorgarle al pueblo argentino, la indiscutible valoración como factor fundamental de la democracia y abre la enorme oportunidad de que sea él quien decida y comprometa la integración de Argentina a la conformación del nuevo orden mundial, donde el multipolarismo habilita nuestra participación especial por medio del Brics.
De esta manera y como país independiente, libre, soberano y con la suficiente capacidad ética y moral para participar en la problemática mundial, demostraremos con decisión y coraje, terminar con tantos años de incalificable decadencia instituyendo nuestra propia y genuina identidad nacional e internacional, por sustentar una doctrina y un universalismo libre de diferencias ideológicas de razas, credos y religiones.
(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba