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La diputada más «kawaii» e implacable de Rusia

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Sus logros pueden hacerla quebrar un impasse femenino de más de dos siglos en la administración rusa.

La suya ha sido una vida pródiga en tomar riesgos. El primero de ellos, al elegir Natalia Vladimirovna Poklónskaia desempeñarse en la fiscalía ucraniana contra el crimen organizado. En los 14 años siguientes se labró una fama de dura, incorruptible y acumuló varios atentados en su contra.
El siguiente fue cuando, teniendo el puesto de fiscal mayor de apelaciones y rango de Consejera de Justicia en la Fiscalía General de Ucrania, renunció a todo ello afirmando: «Me da vergüenza vivir y trabajar en Ucrania, donde fascistas deambulan por las calles y son capaces de dictar las reglas a las autoridades». La gota que colmó el vaso de su desilusión fue la decisión de la Corte de Kiev de liberar de prisión a uno de los líderes de la banda criminal Bashmaki, Ruvim Arónov, que ella había conseguido condenar.

Tomó entonces el cargo de fiscal en la república de Crimea, un puesto que nadie quería, de manos de un gobierno local que propugnaba por separarse de Kiev. También se ocupó de varios casos de corrupción y sumó otros dos atentados en contra de su vida. Tras la anexión a Rusia, el presidente Putin la conservó en el cargo otorgándole, también, en la esfera de la justicia militar el grado que tenía en la justicia ucraniana. En marzo de 2016 fue ascendida al rango equivalente entre nosotros a un general de justicia. Al hecho de ser la fiscal superior más joven de Rusia le sumó el de ser su general más joven con 36 años.
En su nuevo puesto reafirmó su implacabilidad respecto a la corrupción, enjuiciando a su colega Yevgeniy Pomelov, fiscal adjunto de Yalta, por un caso de soborno y al diputado del Consejo de Estado de Crimea, Valériy Grinevich, por robos de tierra en la costa del Mar Negro.
Desde lo público se la ha condecorado con la orden «A la fidelidad» por su labor como fiscal en Crimea. También ha recibido la Orden de la Gran Duquesa Elizabeth Feodorovna y su similar de la Emperadora Alexandra.

En contraposición a ello, la República de Ucrania le inició un proceso por «derrocar el orden constitucional y tomar el poder gubernamental», pidiéndose su «búsqueda y captura» internacional y colocando su nombre en la web del Ministerio de Exteriores ucraniano entre los criminales más buscados. También la Unión Europea incluyó su nombre entre los funcionarios que recibieron sanciones en forma personal, todo ello por la anexión a Rusia de Crimea.
Nada de eso pareció afectarla demasiado. En lo personal es casada y tiene una hija de un matrimonio anterior con nombre de princesa rusa. Anastasia, toca el piano y le gusta pintar. Dos de sus abuelos murieron luchando en la «Gran Guerra Patriótica», como se denomina en Rusia a la Segunda Guerra Mundial.
La última de sus apuestas de riesgo ha sido dejar la fiscalía para presentarse a elecciones y ser elegida como miembro de la Duma rusa, un equivalente a nuestra Cámara de Diputados, en el año 2015.
En la actualidad sigue siendo una celebridad en los medios, especialmente en Internet y por su belleza. La prensa rusa frecuentemente se refiere a ella como Nyasha, «bomboncito» en una traducción muy libre al español. En Japón, su imagen usando uniforme se convirtió en un personaje de anime y se la apoda kawaii (hermosa). Ahora ha dejado sus dos uniformes en Crimea (el ucraniano que conserva como recuerdo y el ruso), expresando sobre éste último: «Si volveré a usarlo o no es algo que el tiempo dirá».

En la Duma ha quedado a cargo de la comisión que controla la información patrimonial de los diputados, convirtiéndose además en vicepresidenta del Comité de Seguridad contra la Corrupción.
Su perfil público muestra un rescate de los valores rusos más tradicionales. En 2015 restauró en Simferópol, junto a sus empleados de la fiscalía, una capilla ortodoxa dedicada a los mártires de la familia imperial y tiene en su escritorio una foto de Nicolás II, el último de los zares, asesinado en 1918 por los bolcheviques junto a su familia.
Cuando le preguntan si aspira a convertirse en la futura presidenta de Rusia, evade la respuesta. Pero ha mudado a su familia a Moscú, está maravillada con lo «vital» de la vida allí y, respecto de su imagen, oscurecido su cabello rubio a castaño y comenzado a usar maquillaje más apagado, para lucir más «seria» y de mayor edad que sus 37 años. El diario británico Daily Mirror la entiende una «potencial candidata» a la Presidencia del país en 2018. La revista Forbes la incluyó en un puesto destacado de su lista de los «políticos más prometedores» rusos.
Desde 1796 ninguna mujer ha gobernado Rusia. No pocos piensan que Natalia Poklónskaya puede ser quien cambie ese estado de cosas.

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