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La crisis, las entidades intermedias y la comunidad organizada

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Por Luis Esterlizi (*)

“Los rencores y los odios que hoy soplan en el mundo, desatados entre los pueblos y entre hermanos, son el resultado lógico, no de un itinerario cósmico de carácter fatal sino de una larga prédica contra el amor. Ese amor que procede del conocimiento de sí mismo e inmediatamente, de la comprensión y la aceptación de los motivos ajenos. Lo que nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armonía es, cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia.  Abogamos por el principio hegeliano de realización del yo en el nosotros, frente a la necesidad de que ese “nosotros” se realice y perfeccione por el yo”. 
La Comunidad Organizada

Por qué llegamos a esta decadencia

Es indudable que ante la realidad que vivimos, como sociedad debemos sincerarnos y aclarar – especialmente a las nuevas generaciones – sobre los acontecimientos vividos durante los últimos 50 años que, sin lugar a dudas, fueron parte de las causas de esta crisis. Aunque a veces fuimos simples observadores, nos corresponde poner blanco sobre negro para comprenderlo y explicarlo.

Están los que creen que uno puede realizarse exclusivamente por méritos propios y piensan que los que viven hundidos en sus miserables existencias no pueden lograrlo por ignorantes, por el poco apego a las normas de convivencia, están frustrados por no lograr mejores condiciones de vida y esencialmente que son seres degradados e imposibles de recuperar, parias, etc.

Hoy estos sectores sociales representan más del 40% de la población argentina y no son reconocidos como verdaderas víctimas de la desidia político- institucional desde hace años.

El 24 de marzo de 1976, un golpe cívico-militar derrocó al gobierno que en el año 1973 había ganado las elecciones con 62% de los votos y sellado un acuerdo con la mayoría de los partidos políticos, en lo que se llamó La Hora del Pueblo. Digo cívico-militar porque sin el apoyo de algunos sectores civiles afines al liberalismo con Martínez de Hoz a la cabeza, dicho suceso no hubiera prosperado. 

De esa forma se puso en marcha un proceso que permitió – por ser un gobierno de facto –  la aplicación inconstitucional de decretos y leyes económicas y financieras que  incomprensiblemente, aún hoy están insertas en nuestra Constitución, habiendo sido el gobierno causante además de una represión extremadamente sangrienta, que operó como proscriptiva de toda semblanza conectada con las libertades públicas, individuales y sociales.

El gobierno democrático destituido dejaba una deuda externa de alrededor de 8.000 millones de dólares y cuando en 1983 los golpistas y usurpadores se retiraron del gobierno esa deuda había alcanzado 45.100 millones de dólares, es decir 364% más. Y ningún partido protestó ni observó tremendo desafuero. 

Tampoco se horrorizó el FMI, ni lo hicieron otras entidades financieras internacionales, por haber otorgado dichos préstamos a la dictadura. 

Desde 1983 llevamos más de 38 años de democracia y la deuda externa, incluyendo la irresponsablemente formalizada en el 2018, ya supera largamente los 300.000 millones de dólares. Este último préstamo Stand By no respetó tampoco las cláusulas internas del FMI. 

Hoy todos nos quejamos de la inflación, de la falta de trabajo, de los magros salarios que perciben los jubilados, de la pobreza estructural, de la inseguridad y delincuencia y de los altos impuestos que, sumados los municipales, provinciales y nacionales, son confiscatorios. 

También de los últimos ajustes y propuestas gubernamentales por pautas concertadas con el FMI, cuando se pronostican retenciones e impuestos a los segmentos de clase media y alta. Ya que al 50% de la población restante solo se le garantiza mayor pobreza.  

Entonces, nos preguntamos por qué un país como Argentina, habiendo recibido semejantes solvencias, está como está, sumida y consumida por una crisis que ha generado millones de pobres y miles de niños en la miseria extrema, con 50% de la economía ocultada por aquellos que no pueden pagar los impuestos, una educación desacoplada de la actualidad y sin rumbo para enfrentar el presente y futuro mundial. Además de que en salud hay grandes sectores de la sociedad sin obra social, existe un déficit de más de 3.000.000 de viviendas y no se propone un nuevo perfil o plan productivo que nos permita superar esta crisis y enfrentar las secuelas mundiales.

Por último, una sola verdad más y quizás la más importante e inocultable de esta decadencia: existen culpabilidades en esta tragedia que provienen de cierta casta de dirigentes, funcionarios y gobernantes de partidos y coaliciones que estuvieron ensayando sus “propuestas” con la vida de los argentinos y frustrando, con su egoísmo, codicia e intentos mesiánicos, toda posibilidad de unirnos detrás de un proyecto común y trascendente.

Es que aparentando signos contrarios se amoldaron a un modelo de confrontación permanente para poder ser – por muchos años – parte del gobierno, sea como oficialismo u oposición. A partir de tales circunstancias fuimos llevados desde el progresismo al neoliberalismo o viceversa, sin que nadie propusiera superar ambas ideologías hoy  caducas en todo el mundo.

Entre el final de esta época y el deber ser de la Argentina 

A pesar de todas estas aberraciones, engaños y falsas promesas, dicha dirigencia se dedica, en el peor momento de Argentina, a la pelea electoral sin advertir el hartazgo de la sociedad ni la profundización de la crisis. Producto de la lucha por el poder, hay escarceos internos en las coaliciones y violencia verbal y publicitaria entre oficialistas y opositores, mientras otros auguran momentos de tensión y reclamos sociales incontrolables en las calles, ante la ausencia de una autoridad prestigiosa ética y moralmente.

Ante semejante escenario debemos esforzarnos por lograr la mesura que nos permita superar semejante trance. Por eso sostengo que la sociedad argentina (que no es una masa amorfa, delirante y extraviada) tiene posibilidad de alcanzar la sensatez necesaria e institucionalizar el sentido de pertenencia a este país por medio del funcionamiento y la coordinación de miles de entidades intermedias que, como una alternativa netamente nacional, nos brinde la posibilidad de pensar y obrar para este país y la comunidad que lo habita.

Tales entidades tienen diferentes y específicas misiones conectadas con el trabajo, la producción y el comercio, con la educación primaria, secundaria y universitaria. Trabajando en la investigación tecnológica y desarrollos productivos e industriales, con nuevas tecnologías para definir un nuevo perfil productivo e industrial ante las exigencias que nos impone el despliegue geopolítico de las potencias mundiales que buscan establecer un nuevo orden mundial.

Están a su vez las organizaciones sociales predispuestas a recuperar la dignidad conculcada, y también aquellos ámbitos políticos que, dispuestos a ponerse al servicio de una democracia de fuerte participación social, sean los servidores públicos que hoy necesita Argentina.

Los gobiernos y funcionarios públicos deben persuadirse de que las calidades humanas, valores y virtudes individuales son las que deben ponerse al frente de esta movilización multisectorial, política, económica y social, haciendo que las distintas entidades que presiden trasciendan en esta misión de consistencia estratégica, porque constituyen las reservas éticas y morales que, sin injerencias partidarias, ideológicas, religiosas o clasistas, pueden torcer el rumbo de la decadencia actual.

El sector público intenta, a través de la confluencia público-privado, establecer políticas de Estado en forma conjunta, sin alcanzar en su despliegue la suficiente consistencia institucional que es necesaria para el ejercicio de una democracia social donde participa la sociedad organizada, no solo en la toma de las decisiones sino también en la implementación de las mismas. Y esto obedece a dos causas: 

Los gobernantes que como candidatos devienen de los partidos, cuando ocupan el cargo por el cual fueron elegidos no se comportan como representantes del pueblo. Esto no es ni ético ni moral, ya que cuando son ungidos en los cargos deben renunciar al partido o coalición, porque desde ese momento son legisladores, intendentes, gobernadores o presidente del pueblo que los eligió. 

Las entidades intermedias, al ser apartidarias, pueden trascender institucionalmente, ya que además de defender sus intereses sectoriales por responsabilidad social tienen que velar por el destino de la sociedad argentina en su conjunto. Porque sin sociedad realizada no tendría razón de ser la misión que les confiere su vocación.

Estas premisas son realmente profundas y estructurales, como es nuestra crisis, ya que estas decisiones deben ponerle fin a la decadencia e iniciar un cambio de época.

Porque la época de los cambios ha sucumbido por haber estado siempre al servicio de las elites y no del pueblo. Y hacia ese compromiso debemos marchar.


(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba 1973/74

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