martes 5, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Intensamente, a mediación

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Por Matías Maccio * exclusivo para COMERCIO Y JUSTICIA

Recientemente se ha estrenado una segunda entrega de la película Intensamente. Se dice que ha sido muy esperada, tanto por los jóvenes como por los más grandes. El film de la productora Pixar refleja, por medio de la vida de la joven Riley, aspectos de lo que pasa en nuestras mentes a cada instante y en cada experiencia que transitamos. Para algunos, ver la película podría resultar un camino de inicio hacia el autoconocimiento. Sin embargo, lo que quiero rescatar aquí es la idea de las “islas de pensamiento”, imaginando cómo se crean en la mente de alguien que pasa por mediación.
En la primera saga de este film se expresa: “Los recuerdos más importantes, conocidos como ‘pensamientos centrales’ o ‘recuerdos esenciales’, se encuentran en un centro de operaciones en el cuartel general y son las fuentes de cinco ‘islas’ que reflejan un aspecto diferente de la personalidad de Riley.” En Intensamente 2 aparecen nuevas islas que muestran aspectos novedosos del personaje y de la interioridad de la adolescente.
Las personas que se sientan frente a quienes realizamos actividades laborales vinculadas a situaciones de conflicto, vienen con mentes guiadas por el complejo equipo de las emociones -las básicas y otras “sofisticadas”- y los pensamientos. Ya se ha tratado en este espacio de opinión, de manera profunda y delicada, la información sobre nuestro sistema neuronal y emocional. También sobre los aportes que ofrece la Psicología y la trilogía de las emociones a la mediación.
Tomando estos valiosos conceptos y algunas ideas de la película, he imaginado qué significa para mí crear en la mente “la isla de la mediación”. Como ya dije, utilizaré esta ficción por analogía a las islas de pensamientos centrales que se grafican en la película Intensamente.
Haciendo uso de esta idea, imagino que las personas que participan por primera vez en un ámbito de mediación podrían experimentar la generación de uno o varios recuerdos que den lugar a una nueva isla en su personalidad. Para ello la experiencia de estar en mediación debe ser un hecho significativo e importante en la vida de esa persona. Si esto ocurre podría surgir una “isla de la mediación”.
Así, imagino que el pensamiento central que la persona tiene que experimentar se aproxima al siguiente: “Me sentí escuchada y comprendida. Me siento segura y alegre”. En este pensamiento central participa principalmente la alegría. Se vive una sensación de alivio, frente al estrés que representa la situación de conflicto. Recolectando las referencias dadas por Claudia Sciú diría que toman protagonismo los sistemas de regulación emocional de logro, calma o ambos, reduciendo el sistema de alerta y amenaza. La isla debería ser de colores verdes y azulados.
En el devenir de la reunión de mediación podrían surgir nuevos pensamientos que integren o no la “isla”. Estarían asociados como recuerdos o memorias, por ejemplo: “Aquí me puedo expresar, se tiene en cuenta lo que pienso, siento y comunico, los mediadores son personas empáticas, el diálogo me está ayudando, estoy pudiendo comprender lo que el otro me reclama, ahora entiendo que lo puedo resolver yo”. También se pueden generar otros, como, por ejemplo: “Confirmo que la otra parte no me considera, cambié la perspectiva sobre lo que pensaba de la otra persona, soy capaz de perdonarla luego de escucharla, qué bueno que se llegó a una solución del problema, gané tiempo, perdí tiempo, el mediador no hizo nada, el diálogo no me sirve, me gusta más ganar y que el otro pierda, etcétera, etcétera”.
Lo significativo de las islas es que se generan con un pensamiento que nos ofrece un espacio de refugio y descanso. Cuando recurrimos a un espacio así, interiormente sabemos o podemos reconocer que allí experimentamos bienestar.
Si las personas generaran una isla de la mediación en sus mentes imagino que allí podrían recrear -cómo lo hace Riley en la película- figuras que representen el diálogo, la escucha, la empatía, el reconocimiento, poder comunicar y ser considerado, la creatividad, la comodidad, el alivio, la relajación, la respiración fluida y un apaciguador del pulso del corazón, etcétera.
Confieso que dentro de mi mente existe una isla de la mediación. Ésta se ha generado años atrás cuando conocí este nuevo mundo y a partir de allí se ha convertido en un pensamiento central, una experiencia significativa e importante en mi vida. A partir de ésta, adopté valiosos pensamientos relacionados al modo de vincularme con las personas, la idea de imparcialidad y ecuanimidad, la importancia suprema que tiene el ejercicio de una escucha activa, la envergadura que tiene el silencio (el propio y el ajeno), el valor que adquiere la cooperación, la entidad de un otro, cómo hacer que las personas me escuchen y aprender a expresarme de manera adecuada, el valor de la inteligencia emocional y espiritual, el impacto de mis acciones en los demás, entre otras. La isla de la mediación que flota en mi mente es un espacio de refugio personal y profesional. Allí obtengo los beneficios de ubicarme en un tercer lugar, uno que permite ver las situaciones y problemas desde una perspectiva amplia, imparcial, multidimensional, con más preguntas que certezas, un lugar en el que no prima la competencia, un lugar en el cual hay espacio para todos y no hay limitaciones premeditadas para imaginar soluciones, donde existe un cuarto para guardar los prejuicios y que no se puede abrir desde adentro, con un catalejo que busca indicios para encontrar el diálogo, una geografía conectada con “imaginolandia”. En esta isla se siente el alivio de salir, al menos por un instante, del sistema de regulación emocional de amenaza que, como dice Paul Gilbert, está basado en la ansiedad, la ira o el asco.
En mi experiencia he observado que hay personas que experimentan alegría, alivio, bienestar, descanso, relajación en algún momento de su estar en mediación. Mucho más se nota cuando aquellas logran los resultados que necesitaban para resolver el conflicto. Se teje una confianza con el espacio de diálogo y el equipo de mediación que fortalece la voluntad de querer participar en éstos; un sentimiento lindo de estar en esta isla.

(*) Mediador

Comentarios 1

  1. Adriana Orsi says:

    Una metáfora cuando expresas la “la isla de la mediaciòn” que nos hace sentir a mediadores y a participantes la brisa suave y calma que nos inunda cada mediaciòn.

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