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Informe confirma que se agudizan las diferencias entre ricos y pobres

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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La distribución del ingreso y la riqueza ha generado siempre niveles muy notorios de desigualdad, pero no dejan de sorprender las revelaciones de un reciente estudio específico de la OCDE, que revela que la brecha que los separa viene ensanchándose.

La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) difundió, por medio de un denso trabajo de investigación, que se ha alcanzado un punto crítico: “Las desigualdades en los 34 países que integran la OCDE nunca fueron tan altas desde que las medimos”. Pero agregó que se ha sentido sorprendida pues tal circunstancia se verifica paralelamente al proceso recesivo que comenzó a afectar la actividad general a partir del año 2008, que aún no se ha logrado superar integral y adecuadamente.

Señala que ese distanciamiento entre las franjas superiores e inferiores es mayor en materia patrimonial, pues mientras los tramos de la base de la pirámide distributiva bajaron en 11%, los ingresos en la cúspide crecieron 7%. El titular del organismo, el mexicano Ángel Gurria, al presentar el informe en una reunión pública en París no vaciló en sostener: “Al no atacar el problema de las desigualdades, los gobiernos debilitaron el tejido social de sus países y comprometen su crecimiento económico de largo plazo”.

Las políticas de ocupación y salarial también se exhiben con serias modificaciones francamente negativas, de acuerdo con lo observado por los investigadores durante el período que va a partir del año 1995, hasta 2013. De los empleos creados en el transcurso de ese lapso, una proporción mayoritaria de 53,7% se contrató a plazo fijo, es decir temporales, con manifiesta intención de encuadrarlos como trabajadores autónomos y transitorios, en elevada medida entre dependientes menores de 30 años (35,7%).

En cuanto al tratamiento del trabajo femenino, además de las medidas restrictivas, las mujeres sólo han cubierto 26,8% de los nuevos a puestos y, en promedio, para idénticas tareas y horarios les han asignado remuneraciones entre 15% y 16% menores que las de los varones.

Se advierte en el informe que los datos están presentados por homogeneidad en sólo 18 de los miembros de la OCDE, detectándose que además de ser los más ricos, presentan un alto grado de concentración, pues el 10% cimero es titular de 50% de la riqueza total, mientras el 40% de la base dispone de un exiguo 3% y esas proporciones se convierten, para éstos, en una condena perpetua.

Las diferencias entre sus componentes
En el conjunto de países que integran la OCDE, los que registran los más bajos niveles de desigualdad son Dinamarca, Eslovenia, Eslovaquia, Noruega y la República Checa, en todos los cuales sus respectivos coeficientes de Gini varían levemente y se sitúan alrededor de 0.25. (Cabe recordar que entre los extremos, el “cero” implica una igualdad total entre todos los componentes del colectivo, mientras que el “uno” representa la máxima concentración en unos pocos).

Es llamativo, pero representa una expresión de la realidad, que entre los países que presentan los mayores grados de desigualdad figure Estados Unidos, la primera potencia económica mundial, y lo acompañan en esa nada honorable situación México y Chile, en América Latina; mientras en Asia aparecen, entre otros, Turquía e Israel. En cambio Japón, pese a que su economía sufre un virtual estancamiento desde la última década del siglo XX y que ha sido desplazado al cuarto puesto como potencia mundial, su Coeficiente de Gini es bastante semejante al del primer grupo.

Respecto a Estados Unidos, se advierte que la inequidad es superior a la de cualquier país de economía desarrollada y que en 10% de los hogares más pobres se verifica un nivel inferior de riqueza (42%) al que existe en Canadá (50%), e incluso también en relación con Alemania y Francia. Insisten en que en las tres últimas décadas “los hogares con bajos ingresos no se han beneficiado en absoluto del crecimiento de los recursos”. Aportan como ejemplo que en EEUU, el 10% más pobre desde 1985 ha perdido 3,3% de sus ingresos, mientras que la franja de ingresos medios del colectivo subió 24%. Obviamente, tal cosa es comparable con lo que sucedió en países como España, que entre 2007 y 2011 operó una merma anual de 13%.

Asimismo, se revela que Chile tiene el mayor grado de concentración entre todos los países que conforman la OCDE y que la concentración del 10% más rico resulta 27 veces mayor que la correspondiente a igual proporción en el escalón inferior. El Informe se ocupa también en forma especial de evaluar esta circunstancia y sobre el particular expresa: “Desde la mitad del siglo XX la desigualdad ha descendido un punto porcentual en Chile. Aunque no se trata de una mejora despreciable, es insuficiente para sacar a Chile del grupo de países más desiguales de la OCDE”.

Se deja constancia sobre el particular que el país trasandino exhibe un alto índice de personal en relación de dependencia bajo la calidad de “informal”. Por otro lado, en cuanto a género, rige una acentuada diferencia pues la media mensual del personal femenino es 23% inferior a la que se corresponde al masculino. Al respecto de las mejoras obtenidas en esta materia en el último cuarto de siglo, consignan que son menos significativas que las registradas en otros Estados del área, como México, Brasil, Perú y Argentina (esta última no integra la OCDE).

El organismo divulga además que los ingresos medios vigentes en la franja del 10% ubicada en la cima recepta 9,6 veces más que los que rigen en el escalón más relegado de la base. Tal brecha se ha venido ensanchando en forma constante, pues durante la década de los años 80 (siglo XX) era de siete veces y “saltó” a 9,1 veces en la siguiente; proceso que, aunque a menor velocidad temporal, ha persistido hasta la actualidad.

Una de las conclusiones más valoradas consistió en llamar la atención sobre la constatación de que en las últimas décadas la efectividad de los mecanismos redistributivos “se ha visto notoriamente debilitada”. “Si no se aborda la desigualdad con ánimo de superarla, los gobiernos están socavando el tejido social de sus países y dañado su crecimiento económico de largo plazo”, sentenció.

Acompañan la afirmación con una reflexión en tono muy crítico, subrayando que se viene cumpliendo el objetivo más característico del sistema capitalista, que consiste en concretar una “incesante concentración de la riqueza”, que augura una sociedad cada vez más injusta. En forma paralela, la Organización Caritativa contra la Pobreza (Oxfam) advierte de que para 2016, 1% de la población mundial será titular de la mitad de la riqueza del planeta como consecuencia de un acentuamiento notorio en la cúspide. Revelan, además, que 30% del grupo más rico tiene domicilio en EEUU y que desde el segundo trimestre de 2013 se sumaron 37 nuevos grandes millonarios, a la par que el incremento de sus ingresos ha ascendido 14% y continuará haciéndolo si no se interviene para atenuar esa tendencia.

Cualquier intento por mejorar el cuadro distributivo sólo podrá concretarse mediante una intervención racional y adecuada en tal sentido de los respectivos países, que deberán armonizar de la mejor manera los factores de la producción y garantizar el funcionamiento de los canales de traslación y de distribución, para lo cual no podrá prescindirse de un sistema tributario que procure semejantes objetivos.

La realidad argentina frente a tales requerimientos
Sobre el efecto antes mencionado, es oportuno analizar la forma como el Fisco nacional ha diseñado y percibe sus ingresos tributarios. Optamos por concretarlo apelando a los datos más recientes disponibles de la recaudación correspondiente al período enero-agosto del presente año, pues implica 79,1% de ingresos sumados de las tres jurisdicciones.

En el pasado mes de agosto se recaudaron $132.515,2 millones, ligeramente por debajo de lo registrado en julio, lo que implica un incremento interanual de 33%, ligeramente inferior a julio, que recepta buena parte de los tributos correspondientes al respectivo sueldo anual complementario (SAC). De esta forma, el acumulado de los ocho meses (2/3 del año) trepa a $999.565,6 millones, con una suba de 32,2%; es decir, alrededor de 10 puntos por encima del índice inflacionario.

Por su parte, el impuesto al Valor Agregado (IVA) mantiene su liderazgo, ya que el referido octavo mes aportó $39.235 millones y en lo transcurrido de 2015 llega a $273.700,7 con incrementos de 39,2% y 29,1%, respectivamente. En segundo lugar se ubican Contribuciones Patronales y Aportes Personales, ligeramente debajo en agosto, con $32.574,5 millones (+37,4%) en conjunto; los que en el acumulado implican total de $260.058,1 millones (+36,1%). En tercer término está el impuesto a las Ganancias que exhibe un ponderable incremento interanual de 41,7%, pues su rendimiento en agosto ascendió a $ 32.324,1 millones, y en los ocho meses de $ 246.930 millones (+44,9%), generando, ese trío, nada menos que 78,6% del total logrado en agosto y 78,1% en los ocho meses del presente año.

Debajo de ellos se alinean alrededor de otros 15 tributos de menor importancia individual que completan el cuadro de ingresos, y su evolución es un testimonio incontrovertible de que los niveles de actividad económica y de ocupación se mantienen firmes pese al conflictivo escenario internacional. Ello se refleja en el menguado rendimiento de los Derechos de Exportación y de Importación, pues en el lapso enero-agosto los primeros están bajo los del año precedente (-6,2%) y los segundos sólo mejoraron el registro de 2014 en un mediocre +13,9%, con lo cual queda claramente expuesto y ratificado que los problemas derivan de la crisis internacional.

Cabe agregar que la distribución presenta los mayores incrementos interanuales al total girado a las provincias. En agosto, los $36.572,8 millones transferidos superan en 38,7% a igual mes de 2014, y el acumulado de $265.595,2 millones es 36,6% superior al mismo período anterior.

En cambio la Administración Nacional, con $59.076 millones, excedió sólo 28,4% el respectivo cotejo interanual, y en lo transcurrido del año los $441.225,1 millones significan un modesto 27% en relación con igual lapso precedente; muy semejante al índice inflacionario.

Por lo tanto, lo números no habilitan mucho a respaldar el persistente reclamo de las provincias a la Nación.

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