Por Silverio E. Escudero
La Unión Europea (UE) ingresa, temerosa y con paso vacilante, a 2017. Ya no es aquella orgullosa asociación de Estados convencida de su preeminencia sobre los demás pueblos y culturas, que marcaba rumbos en la historia universal.
La herencia política y económica recibida es compleja. La alianza de los nacionalistas, euroescépticos y populistas -hijos putativos del conservadurismo- dificulta el futuro, habida cuenta de que sus proposiciones no resultan previsibles ni realistas. Tanto que desvela a las usinas de pensamiento que intentan encontrar nuevas claves para viejos problemas mal abordados.
En ese apretado inventario anotamos, en consecuencia, la renuncia del primer ministro británico David Cameron luego de ser derrotado en célebres comicios, por los que los británicos decidieron alejarse de la alianza europea que los tenía como activos participantes. Cambio por el que, también, optó Matteo Renzi, el primer ministro italiano, quien resignó su puesto tres días después de ser aplastado en un referéndum -4 de diciembre- que debía aprobar un proyecto de reforma de la Constitución Italiana. François Hollande, por su parte, arrastrando la profundización de los reclamos económicos de los trabajadores industriales y de los sectores populares que ven degradarse la esperanza, hacinados en los suburbios de las grandes urbes, es derrotado en las elecciones municipales. Y avisa que, una vez que concluya con su mandato, abandonara el campo político.
Francia y Alemania, los dos principales países del bloque por población, peso económico e influencia política, renovarán sus gobiernos en mayo y septiembre próximos. El pronóstico en ambos casos es reservado. Es que el avance en Francia de la ultraderecha hace prever un eventual triunfo de Marine Le Pen quien, en las últimas elecciones, ganó las intendencias de 12 ciudades y sentó en los concejos deliberantes más de 1.200 ediles y consejeros municipales.
Su repunte electoral, que la transforma en una amenaza potencial para los partidos tradicionales en las elecciones presidenciales, viene acompañado de un cambio de estrategia de su partido. A diferencia de 1995 y de la extrema derecha histórica, el nuevo Frente Nacional adopta un carácter republicano aunque manteniendo sus propuestas xenófobas, en especial su islamofobia.
Fuentes cercanas al Parlamento Europeo y reconocidos politólogos, especialmente consultados para este informe, creen improbable que Le Pen alcance la presidencia francesa. Pol Morillas, investigador principal sobre Europa del Centro para Asuntos Internacionales de Barcelona (Cidob), apunta: “(…) el hecho de que haya dos vueltas presidenciales hace mucho más posible que haya un pacto entre el resto de fuerzas para no apoyar al candidato de extrema derecha”. Para aseverar, luego, que, la “batalla” por el control de París aparece en el horizonte como decisiva.
Los “ingenieros electorales”, en tanto, exprimen sus cerebros imaginando nuevas estrategias publicitarias. La vieja trapisonda de mudar electores de circunscripción fue abortada mediante modificaciones en el Código Electoral. Razón por la cual se llevó la cuestión a los medios de comunicación, promoviendo un debate de consignas similar al que padecemos en la República Argentina cada vez que se intenta poner coto al caudillismo fraudulento que decide el resultado electoral en el conurbano bonaerense.
En Alemania se espera que en los comicios federales se mantenga la misma distribución de bancas, a pesar de las fuertes presiones que, por momentos, soporta Angela Markel por su política inmigratoria. De concretarse, la primera ministra conseguiría un cuarto mandato consecutivo, con lo que se convertirá en una de las líderes políticas que más tiempo se mantuvo en el poder en Europa.
Sondeos recientes otorgan una amplia ventaja a la actual mandataria: 35% de intención de voto frente a 22% del Partido Socialista Alemán y 13% de Alternativa por Alemania.
El crecimiento de los movimientos ultraderechistas de carácter xenófobo y generalmente euroescépticos planea sobre las principales citas electorales europeas en 2017. Así, en Holanda, “es muy probable que Wilders (líder del ultraderechista Partido de la Libertad) saque un buen resultado. Pero el sistema ultraproporcional holandés permitirá pactos que podrán dejar fuera del gobierno y de la influencia directa a la extrema derecha”, indica Morillas.
El profesor Richard Whitman, director del Centro Europa Global de la Universidad de Kent, Reino Unido, coincide en que las actitudes frente a la inmigración y los demandantes de asilo serán cuestiones electorales clave. Y suma dos temas de política exterior a la lista de preocupaciones comunes europeas: las relaciones con Estados Unidos. “Quizá no será un gran tema de campaña pero será importante para las personas que resulten elegidas: cómo se quieren relacionar con el gobierno de Trump”, sugiere Morillas.
Y la otra cuestión será probablemente el brexit. “Tampoco como tema principal de campaña, pero sí en relación con cómo se gestionará la salida de Reino Unido de la UE. Hay partidos, como el Frente Nacional, que harán campaña por establecer una relación diferente entre Francia y la UE si ganan. Y ésta es una cuestión existencial para la UE”, consideró.
¿Europa renacerá y se verá a sí misma, mediante la grandiosa concepción hegeliana del poder, como una “imagen del Todopoderoso” con el mundo en sus manos? ¿Cuál será su nuevo rol en un escenario internacional en el cual se enfrenta Occidente con restos poderosos de vastos y antiguos imperios del Asia?