Género, mediación inclusiva y paz sostenible

En los últimos años, mediante los movimientos de mujeres, se ha visibilizado una realidad que nos exige -como mediadores- trabajar y ahondar en los distintos tipos de conflictos que se presentan en nuestra mesa de mediación, tanto afectivos como laborales, patrimoniales y familiares.

Es por ello que los mediadores, cuando ayudamos a las partes al abordaje de su conflicto, debemos revisar los roles instaurados y las formas de representación de las diferentes identidades porque, en definitiva, hoy la temática de género nos compete a todos.

En esta semana de la mujer es oportuno expresar que el feminismo, como movimiento, es una pluralidad de intervenciones sociales, teorías y prácticas que se incorporan como parte de la lucha por la inclusión en todos los ámbitos de la vida. Lo hace priorizando a la mujer ylas minorías, socializando el género, más allá de las expectativas estereotipadas por sexo o edad, entendiendo que no hay una identidad universal, más allá de las practicas reguladoras y las conductas performáticas.

Lo anterior implica que se construye con cada palabra, acto, gesto generando un estilo y siendo la identidad un efecto de tales conductas. ¿Cómo se llega a esta construcción configurativa de género? Mediante actuaciones sociales continuas que son realizadas y aceptadas culturalmente.

“La humanidad siempre ha tenido miedo de las mujeres que vuelan, ya sea por brujas o por libres”.

Jacub Rozalsky.

A partir de estos conceptos, Judith Butler, filosofa (2009), desarrolla las cuestiones fundamentales para su teoría de la performatividad. Ella toma del filósofo Michel Foucault la idea de que no existe un sexo biológico, un género constituido, sino que lo único que hay son cuerpos construidos culturalmente y no existe la posibilidad de sexo “natural” porque los acercamientos siempre están determinados por la cultura y la lengua.

Por ello, esta construcción tampoco es ilusoria ni artificial. Se trata más bien de que haya una producción discursiva que haga aceptable la relación binaria. Así es que algunas configuraciones culturales de género y el marco binario son reguladores y naturalizan las situaciones de poder, que danzan en las posiciones de las partes al llegar a la mediación.

Las implicaciones de las construcciones de género con respeto a la instauración de culturas -como la de la guerra- y las múltiples vertientes de la violencia y expresiones de poder conforman parte de un conflicto que el mediador debe ayudar a desentrañar.

La mediación con perspectiva de género busca derribar los miedos a las diferencias que se generan con el sistema de dominación. Este miedo hace que se construyan distintas posturas que se adoptan para defenderse de la supuesta amenaza del “otro”. Mediar con esta perspectiva requiere de intervenciones eficaces que tomen el hilo conductor del empoderamiento y el reconocimiento como instrumentos adecuados para una transformación de los conflictos; en definitiva, busca la transformación del sufrimiento originado por la violencia cultural, simbólica o física que los seres humanos nos causamos.

La perspectiva de género en la explicación del origen de los conflictos, tal cual lo sostiene Vicent Martínez Guzmán, referente mundial en el estudio de la paz (Unesco), nos ayuda de esta forma a entender el desconcierto causado por el descubrimiento de la diferencia que surge en cada conflicto como “el otro, la otra, el otre”, que lleva a la otra parte a reconocerse como vulnerable y frágil.

Los mediadores, con nuestras intervenciones en la mesa de mediación, aportamos técnicas que ayudan a derribar el miedo a la diferencia y a la alteridad, y a promover las conductas de aceptación de la diversidad.

(*) Abogada. Mediadora