domingo 22, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Fridtjof Nansen, un humanista cabal comprometido con la causa armenia y los esquimales

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A Francisco “Pancho” Colombo, el hombre que amó y celebró pasionalmente a Córdoba

“El hombre debe ser valiente, debe marchar hacia adelante y portarse como hombre que es”. Esta cita que pertenece al historiador británico Thomas Carlyle es, quizás, la que mejor cuadra para describir la férrea personalidad de Fridtjof Nansen, un noruego paradigmático que exploró el ártico con la misma familiaridad que lo hacía en el jardín que rodeaba su casona.

En una de sus múltiples biografías consultadas para la ocasión encontramos un comentario escrito por su propia mano, y que bien serviría para iniciar cualquier esbozo biográfico que se precie de tal. Nansen escribió: “Yo no había sido capaz de resolver un pequeño problema. Sentía inclinación por la ciencia; pero ¿qué ciencia? Las que más me interesaban eran la física y la química; pero al ‘Yo Irresponsable’ –sobre el que mi otro yo no tenía, entonces dominio alguno- no le agradaba mucho ese género de vida. Un día se le metió en la cabeza que la zoología sería mejor, ya que prometía mayor diversión: cacerías, vida al aire libre… El resultado fue que nos dedicamos a la zoología.” 

Y continúa Nansen con su introspección: “Un buen día, ese ‘yo irresponsable’ propuso que hiciéramos un viaje al Mar Ártico, con el pretexto de estudiar la vida animal en las regiones polares. Por entonces yo tenía 20 años y, ¡allá fuimos! Así di el primer paso fatal de los varios que me alejaron de la vida contemplativa del científico”.

A los 26 años había llevado a cabo con todo éxito la primera travesía de Groenlandia en esquíes.

En 1893, a los 32 años, embarcó en el “Fran”, barco polar construido según los planos del propio Nansen. Enfiló hacia las aguas del Ártico y pasaron tres años antes de que el explorador regresara a la civilización.

Años más tarde –después de la guerra de 1914- volvió muchas veces a encontrarse librando una intrépida batalla en favor de las víctimas del hambre y los refugiados.  Y en contra de la indiferencia, la hipocresía y los prejuicios de los políticos.

Nansen, para información de los desinformados e ignorantes que habitan la tierra en estos tiempos, tiene dos títulos que sostienen su fama que atraviesa los tiempos. Primero, fue un genial explorador del Ártico, y tanto en sus expediciones por Groenlandia en 1888 como en sus viajes polares entre 1893 y 1896 a bordo del “Fran” -que significa Adelante-, desafió toda la tradición científica de la época. Su segundo título queda simbolizado en el Premio Nobel de la Paz, que se le otorgó en 1922.

Este es el núcleo central de la vida de Nansen que queremos resaltar. Mucho más cuando el mundo ha caído en manos de orates e irresponsables que, con la lógica de los tinterillos, solo llevan la cuenta de los muertos sin importarles los crímenes de guerra. 

Al terminar la Primera Guerra Mundial, Nansen se entregó a obras de carácter humanitario y a la Sociedad de Naciones. Su primera gran tarea consistió en lograr la repatriación de medio millón de prisioneros de guerra “desaparecidos” que tenían destino de esclavos. Y luego, infatigablemente, se dedicó a la obra mucho más ardua de hallar países que acogieran a los refugiados y donde estos pudieran hacerse un hogar.

Millares y millares de hombres y mujeres llegaron a bendecir la creación del Certificado o Pasaporte Nansen, llave maestra gracias a la cual podrían recobrar la ciudadanía. Una de las causas a las que Fridtjof se entregó con pasión y energía fue la causa del pueblo armenio. Esto ocurrió luego del genocidio de 1915 a manos de los ejércitos turcos.

En 1928, Nansen había logrado establecer en Armenia cerca de 10 mil refugiados, y seis años antes había firmado un acuerdo según el cual quedaba asegurada la construcción en ese país de 12.000 nuevas viviendas.

Aunque ello fue motivo de gran alegría para Nansen, éste tuvo que anunciar más adelante al Consejo de Seguridad de la Sociedad de las Naciones que, a consecuencia de la apatía de las grandes potencias, no había logrado obtener el préstamo necesario para proseguir los trabajos.

La fe que Nansen puso en la Sociedad de las Naciones se vio sometida a duras pruebas. No así su confianza en el pueblo armenio y en su futuro. 

Ocho años después de su muerte, Michael Hansson, jefe por entonces del organismo encargado de proseguir la obra de Nansen, decía en el discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz a ese organismo: “Recuerdo una comida que, durante el viaje a Aleppo, ofrecieron en mi honor los armenios del lugar. Yo tuve que pronunciar un discurso, y a la primera mención del nombre de Nansen, todos los asistentes se pusieron en pie y quedaron así uno o dos minutos, orando en silencio. Más tarde, cuando comenté la escena con uno de mis anfitriones, me dijo: ‘Los armenios creemos que Nansen está en el cielo junto al Señor, velando por el destino de nuestro pueblo”.

A los veintitantos años, Nansen había rendido ya tributo a otro pueblo, el esquimal, y las experiencias por él vividas junto a ese “pueblo pequeño y valeroso”, como solía llamarle. El profundo afecto que por él sentía, se reflejaron años más tarde, convirtiéndose en realizaciones prácticas en su labor de protección de refugiados tales como los armenios y otras minorías apátridas.

Luego de la aventura que vivió en Groenlandia en 1888, dijo Nansen: “Los esquimales consideran que su primer deber social es ayudar al prójimo. Les parece inconcebible que unos vivan en la abundancia mientras otros pasan necesidades. ¡Viven una vida de constante peligro y sufrimiento y, sin embargo, son capaces de gran alegría! ¡Y nosotros, europeos, nos consideramos con derecho a tener en menos a ese pueblo!”.

“Nuestra misión y labor civilizadora en Groenlandia no debería tener otro objetivo que el de beneficiar a los hombres y mujeres del lugar. Pero, ¿qué hemos hecho? Lo único que hemos logrado con nuestras reformas ha sido desmoralizar a ese pueblo, dañar su salud y destruir su libertad e independencia”, agregó

Nansen desafiaba así a la sociedad de su tiempo que caracterizaba como egoísta y perversa. 

Hasta sus más duros críticos reconocieron su valentía. Valor que en Nansen fue una característica singular. 

Al exponer su proyecto de atravesar Groenlandia en esquíes, sufrió todo tipo de afrentas.

“La forma en que Nansen se propone llegar a la costa –observó un explorador danés- es decir, abandonando el barco y saltando como un oso polar de un oscilante campo de hielo a otro, es de una temeridad tan insensata que no vale la pena someterla a ninguna crítica seria”.

¿En qué consistía exactamente el Plan Nansen para atravesar Groenlandia? En enero de 1888 así lo dijo en periódico noruego: “El grupo debe estar compuesto por tres o cuatro esquiadores experimentados que deben desembarcar lo más cerca posible de la costa oriental de Groenlandia, partiendo de allí hasta las poblaciones del occidente. Basándome en mi propia experiencia de esquiador y en los resultados de la expedición que Nordenskiold efectuó en 1883, estoy convencido de que, cuando el estado de la nieve es favorable, se avanza más rápidamente en esquíes que en cualquier otra forma. Cruzar de oriente a occidente es como quemar las naves detrás de uno; no será necesario alentar a los hombres que vayan adelante, ya que las costas orientales no atraerán a nadie y, en cambio, si se sigue avanzando se hallaran las colonias de la costa occidental, con todas las amenidades y halagos de la civilización actual”.

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