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Fidel Castro, Tomás Borge y una conversación inolvidable

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Hace más o menos 90 días llegó a mis manos una nueva edición -italiana- de la entrevista que el comandante sandinista -de profesión periodista-, Tomás Borge, logró hacerle al siempre polémico Fidel Castro. El libro tuvo como destino la montaña de los pendientes de lectura que alarmó a uno de mis habituales visitantes.
Más allá de la voz de espanto por el montículo, y después de revisarlo, nuestro contertulio comenzó un interminable interrogatorio.
De entre la parva eligió Un grano de maíz. No estaba conforme con mis respuestas de circunstancia. A la primera fue lapidario. “Está bien. Me has dicho que lo leíste tres veces y que en cada edición había nuevos elementos ¿Por qué esta vez te niegas a pelearte con el editor? ¿Es amigo tuyo?”, espetó.
Me encontré en medio de una ratonera. No tenía escapatoria. Mi asistente voluntario -que tiene 16 años- se encargó de despejar arbitrariamente mi escritorio. Montó mi antiguo atril, dejó a mano mi caja de madera con lápices, lapiceras y marcadores, una escuadra que ya tiene muchos años a mi lado y se marchó feliz. Antes de cerrar la puerta lanzó su último desafío: “El Comandante (por Fidel Castro) espera que aproveches este nuestro lance caballeresco”. Sonreí y lo imaginé sentado a la mesa redonda del Rey Arturo en la mítica Camelot.

La edición de Un grano de maíz -editada en italiano en Milán en marzo 2017 y anotada por cuatro politólogos de la universidad de Bologna- es el texto íntegro de la conversación que celebraron los comandantes entre los días 18 y 20 de abril de 1992. Durante más de diez horas, en varias sesiones de trabajo, ambos interlocutores abordaron muchos de los temas que suscitan hoy en América Latina y el mundo mayor interés, incluso a veces inquietud.
Un diálogo abundante y fecundo que rebasa el ámbito de la coyuntura para trascender con valor de permanencia en el pensamiento político de nuestra época.
Volver a ese diálogo resulta imprescindible cuando estamos en vísperas del lanzamiento de una ofensiva de la CIA sobre América Latina.
Tres episodios han determinado que la central de inteligencia estadounidense haya asumido en plenitud las operaciones en el continente. El fracaso de Mauricio Macri en erigirse en líder continental a pesar de contar con el apoyo incondicional de Occidente más allá de los resultados del G20. Fue torpe, burdo y hasta pernicioso.

La asunción, en las propias fauces del lobo, del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y de Claudia Sheinbaum, que como nueva jefa de Gobierno de la capital mexicana rindió homenaje a una de las tragedias sin resolver de esa ciudad: la matanza de Tlatelolco de 1968. Y en memoria de quienes fueron asesinados y desaparecidos por la represión policial durante aquel movimiento anunció la desarticulación del cuerpo de granaderos (antidisturbios). «La Policía está para cuidar al pueblo y no se requieren cuerpos para reprimirlo», manifestó.
Washington, en tanto, teme un tercer escenario. El enfrentamiento entre el presidente colombiano Iván Dique Márquez y Jair Bolsonaro. Mientras uno trata de consolidar la paz, el otro proclama “necesarias” las guerras raciales.
Han pasado muchos años de la aparición de Un grano de maíz. Es una de las más bellas entrevistas que a Fidel Castro se le hayan hecho jamás. Parte desde otra mirada, que va más allá de la fuerte amistad que unió a Fidel con Tomás Borge.
Releerla tras la muerte de ambos nos hace entender muchas de sus determinaciones vividas con total coherencia y dignidad.
“Esta conversación con Fidel ha reafirmado mis convicciones, me ha dado mayores elementos para mejorar mi afición por la solidaridad, medir el tamaño del ultraje a la inteligencia y el honor del género humano. Espero que los pueblos de América Latina y de otros continentes, encuentren en este diálogo motivo de reflexión y aliento, para mantener intactas las esperanzas en las causas que no han dejado de ser justas”, escribió Borge. “Ya no regresaremos a las montañas, pero sí confiamos en que, con nuestra fe, las montañas regresarán a nosotros. Si de algo nos sirve, en lo personal, esta entrevista con Fidel, es para confirmar la necesidad de la autocrítica que, como dirigentes políticos nos hemos hecho —o estamos obligados a hacemos— en cada territorio del retroceso y la penumbra”, agregó.

Fidel respondió: “Conozco muchos hombres, grandes hombres que tenían una cierta obsesión por la gloria y por la historia. Vamos a poner de ejemplo, entre los grandes personajes, a Napoleón Bonaparte. No había discurso, proclama, pronunciamiento o carta en la que no hablara de la gloria, de la historia, de su papel en la historia, y no se torturara pensando en todo eso. Hay que decir que Napoleón fue un revolucionario, que llevó con sus armas las ideas de la Revolución Francesa por toda Europa; después cambió, pensó en el imperio, pensó en la corona, se alió, en ciertos momentos, con la aristocracia o desarrolló una nueva forma de aristocracia. Pero sin duda desempeñó un papel importante en la historia y, sobre todo, en la divulgación de las ideas de la Revolución Francesa”.
“Otro hombre, digamos, que pensó mucho en la historia -un hombre, desde luego, muy diferente, y para mí incomparablemente superior a Napoleón- es Bolívar. Yo he leído mucho sobre Bolívar y no me canso nunca de leer sobre Bolívar, sobre cada uno de sus minutos, cada una de sus tragedias, cada uno de sus éxitos. Tengo una simpatía extraordinaria por Bolívar como no la tengo, digamos, por ningún otro personaje de la historia -estoy hablando realmente de grandes personajes de la historia- pero en él observo una preocupación excesiva por la historia, se martirizaba demasiado pensando en eso, en la forma en que lo iba a observar y juzgar la posteridad”, sostuvo Castro en el diálogo.

“Realmente pienso que en nuestra época, en que se puede tener una visión un poco más amplia -más amplia, no te voy a decir exacta-, un poco más completa de lo que ha ocurrido, en que es posible una visión y un enfoque diferente del papel del hombre, no se correspondería con el deber de un revolucionario, con el desinterés que debe tener todo revolucionario, con su entrega total, la preocupación por la historia; porque pienso que un revolucionario debe darlo todo, estar dispuesto a darlo todo a cualquier precio por un objetivo concreto, por el triunfo de una idea, de una causa, y no debe preocuparse por si mismo. En realidad, la preocupación por sí mismo es un elemento que puede influir de una manera no constructiva en la conducta del hombre. En dos palabras: no veo cómo justificarlo en el mundo de hoy, porque ningún hombre tendría derecho a luchar por la gloria, ningún hombre tendría derecho a luchar por su imagen ante la posteridad. ¿Te das cuenta? Parecería algo interesado. Parecería algo egoísta hacer eso…”, decía Fidel en el diálogo.
El comandante sandinista Borge, que supo cuestionar con dureza las desviaciones de Daniel Ortega, murió a los 82 años, el 30 de abril de 2012. Fidel, el 25 de noviembre de 2016.

 

Comentarios 1

  1. Silverio, me gustó mucho su artículo. No conocía la entrevista de Borge a Fidel. Coincido con los juicios de Fidel sobre la necesidad de conocer lo mejor posible la historia, de lo que muchos políticos de hoy adolecen. Recuerdo que mi amigo Luis Vitale, gran historiador, estaba orgulloso de que Fidel leyera sus libros sobre la historia de América Latina. Comparto la admiración de Fidel por Bolívar, quien tuvo un maestro en su juventud que le insufló ese interés. Felcitaciones, Silverio..

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