La Constitución Nacional exige un acto de fe y compromiso institucional a quien asuma el cargo de Presidente de la Nación. Allí se establece que, “al tomar posesión de su cargo el presidente y vicepresidente prestarán juramento, en manos del presidente del Senado y ante el Congreso reunido en Asamblea, respetando sus creencias religiosas, de ‘desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente de la Nación y observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina“, (art. 93).
Jurar es poner a Dios por testigo de la verdad de lo que se dice. Ello adopta particular importancia en el caso del presidente Javier Milei, quien sostiene que es “católico y, a la vez, es casi un practicante del judaísmo” y ha demostrado que dicha espiritualidad es central en él. Al punto tal que su viaje reciente fue a Israel y Roma, sedes centrales de sus creencias. Lloró en el Muro de los Lamentos en Jerusalem y estuvo en Roma en la canonización de Mamá Antula, -la primera santa argentina- y departió emocionado con el Papa.
Desde el punto de vista de la fe manifestada por el Presidente, cabe recordar que el segundo mandamiento de la ley religiosa judía y cristiana que recibió Moisés en el Monte Sinaí sostiene: “No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios; porque no dejará el Señor sin castigo al que tomare en vano el nombre del Señor Dios suyo, (Éxodo 20,7). Por ello, jurar es invocar la veracidad divina como garantía de la propia veracidad y hacerlo falsamente es tomar el nombre de Dios en vano. Así, el que lo hiciere a sabiendas de que no se va a cumplir la promesa comete “perjurio”, grave falta de respeto contra Dios.
El juramento constitucional implica el compromiso esencial del Presidente de observar y hacer observar fielmente la constitución de la Nación Argentina.
El pasado 10 de diciembre, Milei juró como Presidente de la Nación, por Dios, la Patria y los Santos Evangelios, con todos los efectos que ello significa. Aunque, cabe resaltar que, al leer su juramento y efectuarlo, omitió referir al final la frase que dice: “Si así no lo hiciere, que Dios y la Patria me lo demanden”.
La Ley Suprema
Hay que resaltar que la Constitución Nacional que juró respetar y hacer respetar Milei es la Ley Suprema que nos rige. Ella es la norma fundamental del Estado, que -en sí misma- tiene un rango superior a todas las otras leyes y sólo puede ser reformada por procedimientos especiales. En su texto se definen los derechos y deberes de las personas y la organización del Estado que le da la estructura soberana a la existencia de la Nación.
Milei siempre refiere que, en su gobierno, el lema central es “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”.
Además, nuestra constitución ha sido una construcción de muchos años de luchas sangrientas y enfrentamientos fratricidas y es el resultado de un gran pacto social fundamental de la argentinidad que nos organizó como nación federal, con un Estado nacional, estados provinciales, a los que se sumaron los estados municipales y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). De ello resulta la presencia estatal en las tres dimensiones jurisdiccionales.
Perjurio de Milei
Milei, sin embargo, sostuvo en el programa de la televisión italiana “Quarta Repubblica”, del pasado día 12: “Siento un profundo desprecio por el Estado”. Agregó, enfáticamente: “El Estado es una asociación criminal donde un conjunto de políticos se pone de acuerdo en utilizar el monopolio de la violencia para robar los recursos del sector privado”. Acotó, que “el método del Estado es el ‘robo”, ya que “el Estado es la asociación criminal más grande del mundo… cada vez que vas a comprar algo tiene impuesto y el Estado te lo roba”. Asimismo agregó, como parte de la mentira de su juramento, que -en definitiva- “hay que entrar al sistema para dinamitar al Estado” (ver https://www.youtube.com/watch?v=3aBrVAeI0OA&t=10s).
De sus afirmaciones se desprende, claramente, que de manera intencional Milei juró mintiendo el respeto a la Constitución, porque su objetivo es dinamitar el Estado que asume. El accionar de Milei ha sido un acto de “perjurio”.
Crisis de credibilidad
Cabe entonces preguntarse si a Milei, quien juró que observará con lealtad y patriotismo la Constitución y se compromete poniendo como aval y testigo al Dios que dice creer, pero luego demuestra que su intención fue perjurar, al sostener que viene a dinamitar el Estado consagrado constitucionalmente ¿se le puede creer en lo que propone, si le miente incluso a Dios?
El Presidente también dijo que Patricia Bullrich era un peligro porque durante los años 70: “Metió bombas en los jardines de infantes”. Dos meses después, sin aclarar el fondo de la grave acusación, la pone al frente de las fuerzas del Ministerio de Seguridad, que maneja la represión estatal.
Mieli, además, denunció que “los grandes desastres del Banco Central los hizo Caputo en dos o tres meses”. Lo acusaba de haber “fumado” más de 15.000 millones de dólares de reservas del Banco Central, cuando estuvo al frente de él; sin embargo, lo premió nombrándolo ministro de Economía.
Un Presidente que dijo que la “Justicia Social” es el cáncer del sistema, mas dicho objetivo tiene consagración constitucional central. El Preámbulo -entre uno de sus fines liminares- determina “promover el bienestar general” y se establece, específicamente, en la Constitución, que se debe cumplir con la Justicia Social (arts. 14 bis y 75 inc. 19).
Un Presidente que acusa, indiscriminadamente y sin aportar pruebas, a diputados, gobernadores, políticos, periodistas y artistas que discrepan con sus posturas, de ser “traidores”, “extorsionadores” y/o “un conjunto de delincuentes”.
Eso sí, afirma que trabaja en función de una ética superior que da la “libertad” que pregona, lo que -dice- lo llevará a ganar dentro de dos años las elecciones de 2025. Agrega que ello garantizará un futuro mejor, dentro de 20 años. Además, sostiene que, en 45 años seremos iguales a Irlanda, lo que pone como meta. ¿Debemos esperar casi medio siglo para ser libres y estar mejor?
Mientras tanto, suben los precios; aumentan desmedidamente los costos de los servicios públicos y los impuestos; se congelan los sueldos y se degradan las jubilaciones. A su vez, se agrava el desempleo; se cierran empresas; la pobreza y la desnutrición crecen; se suspende la entrega de medicamentos esenciales a quienes no pueden adquirirlos y la clase media es expulsada a la indigencia, entre otras graves situaciones a las que asistimos.
No se puede confiar en un hombre como Milei, que miente y se desdice, sin inconvenientes espirituales, morales, ni intelectuales y que está dispuesto a perjurar, traicionando la palabra juramentada en nombre del Dios, que -dice- lo guía y al que pide que le dé las fuerzas del cielo para llevar adelante sus fines.
(*) Abogado constitucionalista