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Extrañando a Dani “el Rojo” (Daniel Cohn-Bendit)

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Desde fines de abril, en la sede del Parlamento Europeo hay un despacho que permanece silencioso. Es que antiguo inquilino -el mítico Dani “el Rojo”- decidió retirarse de la arena por razones de salud. Los debates en el europarlamento -según me cuentan- han perdido los condimentos y la sazón que aportaba este exuberante personaje de la política mundial.

Daniel Cohn-Bendit ya no está y se extraña al militante que supimos conocer en acción y por sus ideas cuando intentábamos escudriñar las causas profundas del Mayo Francés y descubrimos la traición del Partido Comunista de Francia, que optó por garantizar el orden burgués en vez de profundizar el camino prerevolucionario que estaba golpeando a sus puertas.

Hoy, aquí y ahora, después de 45 años, se debate la pertinencia del Mayo Francés y sus consecuencias. No falta aquel que, desde su poltrona, acusa a los protagonistas de falta de compromiso y consecuencia y se erige en juez de la historia. Sin entender, por cierto, que la huelga estudiantil, la huelga obrera y la movilización de sectores de poca tradición combativa permitió que se unieran, pese a la disparidad de intereses, para generar la única crisis revolucionaria seria que se produjo en una metrópoli imperialista. Crisis que propició el surgimiento de los primeros diálogos interdisciplinarios que sirvieron para derrumbar fronteras académicas, poner entre paréntesis el pensamiento único, derribando mitos etnocentristas.

Dani “el Rojo” está en el centro del debate. La lectura de su libro El izquierdismo: remedio a la enfermedad senil del comunismo resulta importante en estos tiempos de desorientación y vacío ideológico. Propicia el retorno a un debate que quedó inconcluso, ahora con nuevos convites. Discusión que incluye el rol del partido revolucionario: “Los meses de mayo-junio vieron el nacimiento -explica- de una floración de comités de acción o de base en las empresas que, al margen de las estructuras esclerotizadas del sindicato, intentaban unificar la lucha de los asalariados de la empresa, superando las divergencias entre las distintas burocracias sindicales que no son, ni pueden ser, las divergencias profundas entre los propios asalariados.

A partir de esto, consideramos poder afirmar que la dimensión de la lucha cuyas bases fueron establecidas durante este período, alcanzará en lo sucesivo un estadio superior con la revolucionarización de determinados grupos obreros en particular y asalariados en general. Es absurdo y romántico considerar la Revolución, con ‘R’ mayúscula, como la resultante de una acción única y decisiva. El proceso revolucionario se forja y se refuerza cotidianamente contra el aburrimiento del paisaje capitalista, que nos impide, no solamente ver que ‘bajo los adoquines está la arena’, sino también que la arena está por todas partes: en nosotros, en los lugares de trabajo y en nuestras relaciones con los demás.”

Los 70 encuentran a Cohn-Bendit en un tránsito político-ideológico. Se aproxima al movimiento verde alemán –Die Grünen- que se define como un “partido antipartidos” que cuestiona y rechaza el sistema parlamentario de la República Federal Alemana. Renuncia, nuestro hombre, a la posibilidad de ocupar un escaño en beneficio su amigo Joschka Fischer, que es electo representante de Hesse, uno de los Estados federados de Alemania Occidental.

El año 1981 le será particularmente complejo. En medio de una fiera polémica Daniel se aleja del Anarquismo, acusado de “diletante” e “individualista” por acompañar la carrera presidencial de Coluche, aquel célebre humorista francés, quien paso a la historia como “El Bufón de la República”. Ese demonio procaz “En toda ocasión demostró una libertad fenomenal, ya fuera en la mesa de Giscard o en la de Mitterrand, en la televisión, en la escena o con sus amigos. Todo el mundo sentía el carácter casi ilimitado, inmenso de esa libertad, su poder destructor y seductor, tierno y brutal. Una libertad difícil de acompañar, de seguir a su ritmo, que parecía impracticable por toda otra persona que no fuera él”, según Serge Juli, director de Liberation.

Años más tarde, Daniel Cohn-Bendit de cara a la sociedad interroga y se interroga sobre la herencia del Mayo Francés, qué ha pasado y cuáles son los nuevos desafíos. En una serie de televisión que titula Nous l’àvons tant aimée, la revolution (La revolución y nosotros que la habíamos amado tanto), que pronto tiene destino de libro, hace desfilar a sus compañeros.

Todos tienen algo que decir: Yippies, Black Panthers, las mujeres del Women’s Lib, los Provos holandeses, los miembros de las Brigadas Rojas, los guerrilleros latinoamericanos, los militantes de la Gauche prolétarienne, los del movimiento antinuclear y los resistentes de la guerra de Vietnam, entre otros. Muestran sus vacilaciones, debilidades, derrotas y escasos triunfos.

Sus enemigos estaban prestos a demolerlo. Muchos son nuevos, ocasionales, heridos en la profundidad de su ego, por no haber sido invitados a la ceremonia. Lo condenan por mostrar -sin pudor- los restos arqueológicos de aquellas míticas jornadas; otros, en cambio, le reclaman que se inmole por su “desviacionismo”.

Lo nuestro es más simple. Es la despedida –que ansiamos transitoria- al que hizo que disfrutásemos del mundo de las ideas, de la polémica y del disenso. Artículos escasos en el desfile de vanidades al que nos tienen acostumbrados ciertos personajes de poca monta.

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