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Comercio y Justicia
Francia y Alemania -las locomotoras de la Unión Europea- han decidido asumir la conducción política de Occidente ante los peligros que representan para el mundo el extravío del presidente Donald Trump y los signos de confusión de los que hace gala su rival en las elecciones presidenciales de noviembre, el demócrata Joseph R. Biden, quien, muy a menudo, pierde su ubicación temporo-espacial.
La agenda compartida entre el presidente de Francia Emmanuel Macron y la canciller alemana Angela Merkel contempla -después del brexit- el análisis del futuro del Reino Unido de Gran Bretaña por la inestabilidad que genera a cada paso Boris Johnson, quien se muestra incapaz de contener el descontento que crece en las capas medias y bajas de la población de la otrora fortaleza británica.
Cuadro de por sí complejo que se agrava frente al accionar de los poderosos movimientos separatistas de Escocia, Gales e Irlanda del Norte, al que suma confusión reconocer que se encuentra en operaciones el Nuevo IRA (Ejército Republicano Irlandés Provisional o IRA Provisional) bajo el mando de un consejo de guerra que opera en la clandestinidad y es responsable de una serie de atentados que ha conmovido la ciudad de Belfast.
Por si esto no alcanzara para perder el sueño, se profundiza la conflictividad con el crecimiento de la ultraderecha en más de la mitad de la Europa continental, encabezada por grupos u organizaciones neonazis de notable poderío y que siembran terror a su paso.
Por ello recurrimos, en busca de claridad, al pensamiento del politólogo alemán Sebastian Friedrich, columnista de los periódicos Neues Deutschland y Junge Welt, en los que afirma que el auge de la ultraderecha se debe a cuatro crisis no resueltas del capitalismo, no enfrentadas con eficacia por los gobiernos regionales.
En primer lugar, la crisis sistémica del modelo neoliberal que parece estar a punto de zozobrar siguiendo los pasos del Titanic. En segundo lugar, la social, fruto de la actual crisis del capitalismo. Crisis social que también repercute en las clases medias, que miran a su alrededor y temen por la pérdida de sus trabajos y su espacio de confort. El miedo y su discurso son dos claves fundamentales para entender el crecimiento de estas formaciones antisociales.
En tercer lugar se encuentra la crisis del conservadurismo que, según Friedrich, está relacionada con un cierto giro socialdemócrata de la derecha tradicional. Por ejemplo, en el caso del partido CDU de Angela Merkel al adoptar posiciones más bien liberales en materia de derechos civiles, favoreció que surgiera un espacio a su derecha. La cuarta crisis es la de la posdemocracia. Ésta consiste en un sentimiento creciente en el electorado de que vote lo que vote las políticas económicas siempre serán las mismas. Por ejemplo, el hecho de que en Alemania tres de los cuatro últimos gobiernos hayan sido “grandes coaliciones” ha acentuado esta percepción. Modelo que, en nuestra tendencia a la imitación, hemos visto fracasar en América Latina al no poder sacudirse su dependencia política y económica, filosófica y cultural de Estados Unidos, pese a los gritos pseudolibertarios de los populismos latinoamericanos.
El jefe de la diplomacia alemana, Heiko Maas, conteste con la cuestión que nos ocupa, afirmó que no hay que pensar que las relaciones entre Alemania y EEUU mejorarían, si Trump, por ejemplo, renuncia al cargo.
“Cualquiera que piense que todo en la colaboración transatlántica será como antes con un presidente demócrata subestima los cambios estructurales”, indicó Maas en una reciente entrevista con la agencia alemana DPA.
Asimismo, subrayó la necesidad de mejorar los nexos entre Berlín y Washington, que actualmente no corresponden a las demandas de los dos países. “Las relaciones transatlánticas son extremadamente importantes y trabajamos para que tengan futuro, pero en la forma actual no corresponden a las demandas que ambas partes presentan a ellas”, declaró.
Los principales puntos de fricción entre Alemania y EEUU son el gasto en defensa y la construcción del gasoducto ruso Nord Stream. Por lo que Trump ha presionado a Berlín por no invertir en defensa 2% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, cifra acordada por los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 2014 durante el gobierno de Barack Obama, y anunció la retirada de miles de soldados estadounidenses estacionados en Alemania.
EEUU también impuso sanciones relacionadas con la construcción del gasoducto ruso Nord Stream, oponiéndose a la cooperación estratégica con Rusia. Por su parte, Maas ha reiterado el rechazo de su país a los continuos intentos de Washington de obstaculizar el proyecto y a las sanciones extraterritoriales, recalcando que “la política energética europea se decide en Europa, no en EEUU”
La canciller alemana, por su parte, afirmó ante un conjunto de periodistas del grupo de prensa Europa, publicada en castellano por el diario catalán La Vanguardia, que “Europa aún no está suficientemente preparada para soportar crisis radicales.”
Merkel considera que, aunque en graves situaciones anteriores -como la crisis financiera o la cuestión migratoria- se ha visto que Europa responde, ahora se encuentra ante el desafío sin precedentes ante la pandemia del coronavirus, por el cual “todos los Estados miembros tenemos un interés genuino en mantener un mercado único europeo fuerte y en presentarnos en el mundo como un bloque”.
En las vísperas de que Alemania asuma hoy, 1 de julio, la presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea (UE), Merkel, abundando en el impacto del coronavirus en los países europeos, defendió el viraje alemán hacia un plan de apoyo financiero de la UE formado tanto por créditos como por transferencias directas. “En este contexto, es preciso que Alemania no sólo piense en sí misma sino que esté dispuesta a realizar un extraordinario acto de solidaridad”, afirmó.
El grupo Europa al que Merkel concedió esta entrevista, formado por los diarios La Vanguardia, The Guardian (Reino Unido), Le Monde (Francia), Polityka (Polonia), La Stampa (Italia) y Süddeutsche Zeitung (Alemania) le preguntó si está inquieta al asumir la presidencia temporal de la Comunidad Europea.
Su respuesta fue un bálsamo en medio de tanta confusión. Dijo:
“La primera Presidencia del Consejo desde que estoy al frente de la Cancillería Federal fue en 2007. En Francia y Países Bajos había fracasado el Tratado Constitucional europeo y nos habíamos propuesto diseñar un nuevo tratado. Y lo logramos. Luego vinieron la crisis financiera internacional, las turbulencias del euro y la cuestión migratoria, por lo que siempre ha habido períodos de tensión. Y una y otra vez se ha constatado que Europa aún no está suficientemente preparada para soportar crisis. En la crisis del euro nos faltaron los instrumentos para ofrecer una respuesta adecuada. Durante los flujos de refugiados de 2015 se pusieron de manifiesto las deficiencias del sistema de asilo de la UE.
Ahora la pandemia de coronavirus nos sitúa ante un desafío de dimensiones sin precedentes. La pandemia nos ha llegado a todos sin culpa por nuestra parte. Por un lado, nos desvía de un desarrollo económico positivo en todos los Estados miembros de la UE. Y, por otro lado, va acompañada de los dos principales fenómenos disruptivos de nuestro tiempo, el cambio climático y la digitalización, que ya de por sí transforman nuestra vida y nuestra economía. Estoy muy concentrada en todas estas cuestiones. En este contexto, es preciso que Alemania no sólo piense en sí misma sino que esté dispuesta a realizar un extraordinario acto de solidaridad.”
