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En la región, algunas democracias crujen

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Arden las calles de Chile y Bolivia en el contexto de inéditas protestas sociales, con el luctuoso resultado provisorio de decenas de muertos, millares de heridos y encarcelados, sin perjuicio de flagrantes violaciones de derechos humanos

Por Roberto Fermín Bertossi

El “derrame” de corrupción, desigualdad y privilegios tornó imposible -incluso a opuestas ideologías gubernamentales- encauzar los descontentos mayoritarios con “esas democracias”
La nómina de países democráticos sacudidos en nuestro subcontinente americano por tales resistencias ante crisis autoritarias y políticas de todo signo, ha crecido inquietantemente, poniendo “de puntillas” a países vecinos aún al margen de zozobras semejantes.
Por mencionar sólo algunas, durante estas últimas semanas hubo enfrentamientos en las calles de Bolivia por acusaciones de fraude electoral; en Chile, por la desigualdad; en Ecuador, por la eliminación de los subsidios a los combustibles; en Haití, por la escasez de gasolina y alimentos, etcétera.
Concretamente respecto de Bolivia, su presidente Evo Morales, después del informe adverso de la Organización de Estados Americanos (OEA) y desbordado por la rebelión popular, la presión opositora e internacional, acaba de renunciar a la primera magistratura, al haber fracasado su tardía convocatoria a nuevas elecciones nacionales. Morales la había fundamentado manifestando: “Para pacificar el país, se repetirán los comicios».

Concomitantemente, la Unión Europea llama a la «moderación» y pide nuevas elecciones. Así se manifestó la jefa de su diplomacia, Federica Mogherini, quien acaba de llamar a la «moderación» a «todas las partes» en Bolivia y a nuevas elecciones, después de que Morales “renunció por la presión de la calle y de los militares”
No mucho tiempo atrás, en la región, el presidente hondureño, Juan Hernández, había enfrentado manifestaciones que exigían su renuncia ante el juicio por narcotráfico a su hermano en EEUU, en tanto el mandatario peruano, Martín Vizcarra, disolvió el Congreso en el marco de una larga crisis política por casos de corrupción.
Este sombrío panorama -sin dudas- contrasta con el avance de la democracia en América Latina a partir de los años 80, progreso cívico anterior al estallido de las gravísimas crisis autocráticas, dictatoriales ¿pospolíticas?, singularmente en Venezuela y Nicaragua.
En el caso de Chile, las manifestaciones continúan expresando el creciente descontento social con las élites del poder y con la prolongada falta de respuesta (salvo la militarización de las calles trasandinas) a legítimas demandas básicas de la ciudadanía.

Insidiosamente, el presidente ecuatoriano Lenin Moreno en la reciente inauguración (30 y 31 de octubre pasados) de la VII Reunión de Ministros en Materia de Seguridad Pública de las Américas (acto organizado en la ciudad de Quito por el Ministerio de Gobierno de Ecuador y la OEA) expresó: “En esta ocasión la reunión transcurre en un momento muy difícil para la región. Varios de nuestros países enfrentamos serios intentos desestabilizadores, no a un gobierno, menos a un presidente, sino al Estado de derecho y a nuestra democracia”
A mediados de este noviembre, ante una realidad social regionalmente atronadora e insatisfecha, luce razonable opinar que tales intentos poco o nada tendrían de desestabilizadores.
¿No serán acaso, empachos de injusticias por prolongadas estafas de sus contratos sociales?
Los enojos y saturaciones ciudadanas consecuentes (que han cobrado creciente legitimidad, prestigio y respeto) se incrementaron con enfrentamientos entre el 3 al 13 de octubre pasados. cuando pueblos indígenas y sectores sociales empobrecidos de Ecuador se manifestaron determinadamente contra la eliminación del subsidios a los combustibles, medida que luego fue derogada por el gobierno.
Moreno agregó que muchos de los países de la región “han heredado crisis provocadas por regímenes corruptos, que con políticas irresponsables y demagógicas han pretendido influir en la voluntad de nuestros pueblos”. Se refirió al caso de Ecuador, donde se vivió recientemente un momento de conflicto, pero nada dijo de su linaje como heredero de Rafael Correa.
Descaradamente el mandatario ecuatoriano apuntó que los que buscan generar el caos son grupos “antisistémicos que -valiéndose de la violencia organizada- pretenden devolvernos al pasado resquebrajando nuestras democracias”.

Preconclusivamente ¿cómo omitir tanto cinismo intelectual en cada silencio o complicidad oficial gubernamental, pretendiendo subestimar e ignorar una realidad inundada de corrupción, desigualdad y privilegios?
Más que penosamente los pueblos en cuestión, hartos de padecer injustamente subespecies del “castigo de Sísifo”, han decidido, resueltamente, (a su modo y razón en cada caso) hacer valer y recuperar su propia soberanía, ante tanto vilipendio y dispendio de sus infieles representantes “democráticos”
Como remate y epílogo, huelga añadir el cruel audio (en plena crisis chilena) entre la primera dama de Chile y su grupo de amigas: “Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás».
Así entonces, no encuentro desperdicios en el apotegma de Theodor Roosevelt: ¡Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia!

(*) Investigador del CIJS / UNC

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