Simplicidad de procedimiento y autoridad lo llevaron a pervivir en la historia a lo largo de los siglos
Por Luis R. Carranza Torres
El “Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia”, más conocido sólo como “Tribunal de las Aguas” o “Tribunal de les Aigües” en valenciano, entra como cada jueves en sesión. Los ocho jueces visten una blusa larga, negro y sin cuello, típica de los agricultores sobre cuyas conductas resuelven.
Precedidos por un alguacil de gorra y guadaña en mano, se dirigen a la semanal reunión, en el atrio de la Catedral de Valencia, más concretamente en el lado derecho de la gótica Puerta de los Apóstoles, dentro de un círculo formado por una reja metálica de un metro de altura, donde toman asiento en sillones del siglo XVII.
Cuando la duodécima campanada del “Micalet de la Seu” da las doce del mediodía, se inicia la sesión pública del tribunal. La más longeva institución de justicia de Europa y del mundo.
La competencia del tribunal cubre la llamada Huerta de Valencia, una de las áreas más fértiles de España, con una extensión de 7.000 hectáreas cuya propiedad se reparten 6.000 labradores. Es allí el encargado de dirimir los conflictos derivados del uso y el aprovechamiento del agua de riego entre esos agricultores pertenecientes a las Comunidades de Regantes de las acequias que forman parte del río Turia (Quart, Benàger i Faitanar, Tormos, Mislata, Mestalla, Favara, Rascanya, Rovella y Chirivella). Ellas se rigen por viejas ordenanzas, trasmitidas por vía oral desde tiempos de los árabes y escritas desde principios del siglo XVIII.
El tribunal se compone por los síndicos de cada acequia que conforman una comunidad de regantes, elegidos por los usuarios cada dos o tres años. Todos ellos deben ser labradores, cultivadores directos de sus tierras y con conocida fama de “hombre honrado”.
El proceso es público, oral y en idioma valenciano. Las demandas son mayormente por violación de los horarios de riego. El proceso se decide en una única sesión. Se Iiicia el trámite cuando uno de los ocho jueces se pone de pie y formula preguntas al denunciante y al acusado, quienes deben terminar sus postulaciones con la frase “Es quant tenía que dir” (es cuando tengo para decir). Luego el magistrado consulta con el resto del tribunal y se anuncia el veredicto, contra el que no existe recurso alguno. Nunca, desde que se tenga memoria, el tribunal ha necesitado el auxilio de la fuerza pública para hacer cumplir lo resuelto.
La no comparecencia del acusado en el tribunal por tres semanas consecutivas determina un fallo a favor de quien lo demandó, por lo que ninguno de los procesos dura más de 21 días. Las penas del tribunal son pagos en dinero o reducción de los tiempos de riego.
Aunque ya existieran desde tiempos de los romanos mecanismos para resolver los problemas del agua en tierras de Valencia, las primeras actuaciones del tribunal se remontan a mitad del siglo X cuando, bajo el reinado de Abderramán III, primer califa omeya de Córdoba, se estableció como mecanismo para controlar el reparto del agua del Turia.
Luego de la toma de Valencia en 1238 por el rey Jaime I de Aragón, el tribunal siguió dirimiendo conflictos. Y lo ha hecho hasta el presente, siendo reconocido y aceptado por las sucesivas transformaciones políticas operadas en la península hasta el presente.
Fuera España reino o república, hubiera guerra o paz, la corte siguió sesionando cada jueves, salvo por los días que caen festivos y en el período entre Navidad y Reyes, cuando entra en receso.
A lo largo de esa longeva historia, son múltiples las anécdotas: uno de sus presidentes fue juzgado en plena sesión por sus pares y condenado; la Corte Internacional de Justicia de La Haya condecoró al tribunal por su antigüedad; la Unesco lo declaró en 2008 “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”; o que la única vez que se ha pospuesto el comienzo de una sesión fue por dos minutos en 1972 ante una expresa solicitud del legado pontificio por motivo de un Congreso Eucarístico.
De su origen árabe pervive en el tribunal el sesionar los jueves, el equivalente musulmán del sábado cristiano. Hasta hace no mucho la palabra era concedida señalando con el pie, como era de estilo en el Magreb.
Que se reúna fuera de la catedral tiene también su explicación histórica, a la par de resultar un gesto de tolerancia no menor. Se hacía de tal forma para que los musulmanes pudieran ser parte de los procesos, luego de la reconquista cristiana. Tal como antes se convocaba, en tiempos árabes, afuera de la mezquita para poder acudir los cristianos.
Pero tales singularidades, fruto de una historia de más de diez siglos, no deben conducirnos a la errada opinión de resultar algo folklórico u simplemente histórico. Se trata de una instancia jurisdiccional de plena actuación en nuestros días, que conlleva no poca materia para el análisis. Ya que, tal como se expone en la propia página del tribunal, “tras esa sencillez y simplicidad de funcionamiento, carente de complicados protocolos y fórmulas jurídicas, se esconde un modelo de justicia que el hombre de la huerta ha respetado en forma milenaria”.
No poca cosa, frente a ese carácter efímero que suelen tener las organizaciones en nuestro occidente.