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El tiempo, ese actor invisible

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 Por Elba Fernández Grillo / Licenciada en Ciencias de la Información, mediadora

Julián tenía 50 años y había muerto en un accidente de tránsito, atropellado por un colectivo del servicio urbano de transporte. En la primera audiencia de mediación nos encontramos con su pareja y sus tres hijos, dos mayores y uno menor de edad. También concurrieron los abogados de parte: el que patrocinaba a los actores y el de la compañía de seguros, del chofer y también el de la empresa de colectivos. Estas primeras audiencias en las cuales los mediadores suponemos nos vamos a encontrar con una muerte o con personas que han sufrido una importante discapacidad, por lo abultado de la demanda, siempre son audiencias difíciles.

A veces, algunos teóricos de la mediación recomiendan ir a ver el expediente en tribunales, otros prefieren informarse con el relato que realizan las partes. Se suele también recomendar la vista del expediente respectivo a posteriori de la primera audiencia, a los fines de conocer detalles que pueden ser omitidos en el relato.

Una constante en estas situaciones es que nunca asiste el chofer o el conductor que originó el accidente, sí su abogado. Ésta es una decisión de las empresas a los fines de no entorpecer la negociación con las partes.

En este caso en particular, además de la colaboración de la familia de Julián, de su abogado y del abogado de la compañía de seguros, fue importante la oportunidad en que llegó esta causa a mediación.

Habían transcurrido dos años desde el accidente; la compañera de Julián y sus hijos pudieron transitar parte de un largo duelo y conocer “los tiempos de la justicia”. El abogado que los representaba les había informado que existía un tiempo real que no tenía relación con sus habilidades profesionales sino con tiempos relativos a la presentación de pruebas, de testigos, de pericias, etcétera, que también estaban relacionados con las respuestas de la contraparte a todas esas presentaciones, en fin; ya sabían que les esperaba aún un largo tiempo hasta arribar a una sentencia judicial.

Por otra parte, tuvimos un abogado de la compañía de seguros del colectivo que comprendió la necesidad de dejar hablar a esta familia, dedicarles ese otro tiempo, el de escuchar, para que ellos pudieran expresar sus sentimientos de tristeza, de pesar por lo sucedido. Esto se vio facilitado porque la familia de Julián fue prudente, jamás se refirió al hecho con violencia o agresividad y no emitió juicios de valor sobre la conducta del chofer, comprendiendo que se había tratado de un accidente.

Transcurrida esta primera etapa de relatos, descripciones y de fuertes emociones, en la cual los mediadores pudimos conocer los hechos por la mirada de familiares de Julián y de representantes legales, se comenzó a negociar.

Aquí también fue importante el tiempo, el que necesitan los abogados de las aseguradoras para hacerles comprender a los gerentes de las respectivas empresas qué posibilidades tienen de ganar o perder un juicio, de cuánto les va a costar si lo pierden, de cuánto van a tener que pagar en tal o cual fecha y esto requiere paciencia para que ellos puedan hacer este trabajo interno con su representada.

Los mediadores valoramos esta tarea porque en reuniones privadas nos cuentan lo difícil que les resulta, a veces, hacerle comprender a un representante comercial de una aseguradora, que no estuvo en las audiencias de mediación, las pocas posibilidades que tienen de sacar con éxito un juicio, como el caso de Julián.

Los mediadores trabajamos mucho con la familia de Julián sobre permitirle al abogado de la aseguradora tomarse este tiempo para ir mejorando sus ofertas económicas. Así, esta mediación nos llevó aproximadamente cinco meses; se fueron negociando diferentes montos de resarcimiento económico, formas de pago, plazos y demás detalles hasta llegar a un número que conformara a la viuda de Julián y sus hijos.

En estas diversas audiencias todos entendieron que para arribar a un acuerdo hace falta no sólo la mejor oferta de la demandada sino también la actora ceder algo en las pretensiones, ya que el dinero que se abona es casi siempre de contado y al firmar el convenio respectivo.

Cuando finalmente pudimos redactar y suscribir dicho acuerdo, la familia de Julián se sintió conforme pues con el dinero recibido iban a poner en marcha un emprendimiento que remplazaría los ingresos que aportaba él con su trabajo.

Nunca se puede remediar la irrupción en la vida de las personas de una muerte trágica, una muerte para la cual nadie esta preparado. Pero es así, las cosas suceden y al menos en un contexto de mediación estas cuestiones tan dolorosas encuentran una respuesta más rápida y más humanizada.

Sin lugar a dudas esta mediación concluyó con un buen acuerdo por la suma de todas las voluntades y por la oportunidad en que fue remitida. Nosotros, los mediadores, agradecidos por la posibilidad que nos da este trabajo.

Comentarios 1

  1. Graciela testa says:

    Y después critican por qué defiendo la interdisciplina siendo abogada (Revista La Ley Buenos Aires, junio 2012) ……¿Por qué la defiendo? Por que para ser un BUEN mediador no es requisito sine qua non ser abogado, sino….BUEN MEDIADOR !!!! Bravo por esta mediadora !!!!!!

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