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El “principito” pederasta

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Su lugar en la realeza británica ha sido puesto en entredicho por la acusación del peor de los delitos. 

Andrew Albert Christian Edward de York es el tercer hijo y segundo varón de la reina Isabel II del Reino Unido. Nacido en 1960 bajo el signo de capricornio, actualmente ocupa el octavo lugar en la línea de sucesión al trono británico, pero hasta 1982 era número dos, después de su hermano el príncipe de Gales.
Se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en una de la figuras más salpicadas por el caso “United States v. Jeffrey Epstein, 19 Cr. 490 (RMB)”. Llevado a cabo contra Jeffrey Edward Epstein por abuso y tráfico sexual de menores en Estados Unidos.
Si bien respecto de Epstein, luego de su muerte en una prisión federal el proceso concluyó por la presentación de una orden de “nolle prosequi” de la fiscalía cerrando a su respecto el caso, la investigación sobre la red de trata continúa.
Una de las 30 víctimas que ha comparecido, Virginia Roberts Giuffre, hoy de 35 años, acusó de abuso sexual al príncipe. Narró que en 2001 Epstein y su novia, Ghislaine Maxwell, hija del magnate de medios Robert Maxwell, la llevaron al «club tramp» diciéndole que “iba a conocer a un príncipe”. Allí, Andrew le dio alcohol, probablemente vodka, en la sección VIP para luego pedirle que bailara con él. Tras eso los cuatro regresaron a la casa de Maxwell, donde primero abusó de ella en el baño y luego en el dormitorio. La denunciante negó asimismo que estuviera motivada por la posibilidad de una indemnización, por hallarse prescripto el tiempo para ello.
Inmerso en un escándalo de proporciones, el duque en problemas aceptó una entrevista con la BBC. Ante la pregunta de la entrevistadora Emily Maitlis respecto si conoció a quien le denunciaba en 2001, respondió: “No tengo ningún recuerdo o memoria de haber conocido a esta dama, ninguno en absoluto”. Las fotos en que luce pasando el brazo por la cintura de la joven, con Ghislaine sonriendo en el fondo, lo desmienten. Él tenía 41 por entonces y su acusadora, 17.
Durante la Guerra de las Malvinas en 1982, Andrew integró el grupo aéreo del portaaviones HMS Invincible como piloto de helicópteros. Quedó en la historia por el comentario del jefe del componente naval argentino en las islas, ante el emplazamiento inglés de rendirse, diciendo «¡Qué venga el principito!», a modo de desafío.
Hay quienes cuestionan el desempeño del príncipe durante la Guerra de Malvinas. Veteranos británicos de la marina que hablan de asignación de misiones carentes de importancia militar, en zonas sin riesgo alguno para preservar la vida de quien era por entonces el número dos en la línea de sucesión y el hijo preferido de la reina. Dicen que nunca llegó a combatir, y aun a estar en algún tipo de riesgo su vida. Que su participación en el conflicto se trató de una mera cuestión de relaciones públicas de la corona británica.
Casualmente, durante una entrevista a la BBC sobre la acusación de abuso sexual a menores, trató de desmentirla apelando a dicho conflicto. Virginia había dicho que tenía una “sudoración profusa” mientras ambos bailaban en el club nocturno Tramp de Londres, antes de ir a la casa de Epstein. “Era un bailarín horrible y estaba sudando profusamente sobre mí. Solo recuerdo que pensaba, ‘necesita una ducha, esto es desagradable”.
El duque de York negó eso, explicando que el intenso trauma que experimentó en la Guerra de Malvinas, donde según él “me dispararon”, lo llevó a que fuera “casi imposible para mí sudar”. Luego de eso explicó que actualmente puede hacerlo gracias a un tratamiento médico. Cabe destacar que la guerra fue en 1982 y los abusos denunciados en 2001. No aclaró tampoco si su tratamiento fue antes o después de esa última fecha.
El diario The Sunday Times publicó el domingo siguiente a dicha entrevista una foto del príncipe transpirando en el año 2000. Lo criticó también por presentarse como un “héroe de guerra». Se expresó en la nota, ácidamente que: «Los caballos sudan, los hombres transpiran, pero los miembros de la familia real no hacen más que brillar». También criticó que se auto presentara como «demasiado honorable» para explicar que había visto a Epstein en 2010 tras su condena, según él para cortar los lazos.
Otra cuestión que salió a la luz, en paralelo al abuso sexual, fue la vida muy por encima de sus recursos que Andrés de York ha llevado por años. En tal sentido, el diario DailyMail publicó un artículo en que sindica a Epstein cubriendo los gastos del duque, al que llama “un verdadero aristócrata dispensador de dinero compulsivo”, poniendo sus jets, islas privadas y mansiones a su disposición.
Luego del tembladeral producido por la denuncia y la entrevista, se anunció el retiro de las actividades oficiales del duque. La reina, además, le canceló la fiesta de cumpleaños (sí, así como lo leen).
La abogada de las presuntas víctimas de Jeffrey Epstein, Lisa Bloom, expresó su deseo de citarlo en el marco del proceso en Estados Unidos para interrogarlo sobre sus vínculos con el fallecido estadounidense.
Desde la parte legal de la corona británica desalentaron que lo haga, por la posibilidad que quede detenido o aún más complicado.
Como puede verse, se trata de un asunto con todavía mucha tela, muy poco vistosa por cierto, para cortar.

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