viernes 15, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El peor rostro de la guerra

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

Una de las tantas caras dramáticas de la guerra es la que muestra la cantidad de personas que deben dejar su tierra, su hogar, su familia, para huir de los ataques militares.

Según la página del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en algún lugar del planeta, cada dos segundos alguien es forzado a abandonar su hogar.

Esta auténtica calamidad se ha agravado con la invasión de Rusia a Ucrania, calculándose que a la fecha aproximadamente 3.000.000 de ucranianos, debieron abandonar su tierra, siendo acogidos principalmente por países europeos; fundamentalmente Polonia, Alemania, Moldavia, Hungría, Rumania y Eslovaquia.

Una de las aristas positivas -si es que se puede usar este adjetivo para referirnos a esta catástrofe- es la decidida reacción internacional tendiente a alojar y paliar la situación de los refugiados.

Al respecto, Mattias Tesfaye, ministro danés de Relaciones Exteriores e Integración, dijo: “Cuando hay una guerra en Europa y un vecino europeo está expuesto a lo que vemos en Ucrania, no tengo la menor duda: debemos ayudar lo mejor que podamos dando la bienvenida a los ucranianos en suelo danés”.

Dada la premura del caso, muchos países europeos están, en línea con las medidas de la Unión Europea, modificando su legislación para otorgar protección temporal a los ucranianos, permitiéndoles ingresar y permanecer en sus territorios sin visa y elegir a qué país ir.

Lamentablemente, más allá de lo que se está haciendo, son muchos más los problemas con los que se enfrentan quienes deciden abandonar su tierra en busca de seguridad.

Al respecto, Médicos sin Fronteras informó que muchos de quienes cruzan la frontera polaca narran que pasaron largas horas en colas a temperaturas bajo cero, que algunos estaban deshidratados y otros sufrían hipotermia.

Convenios de Ginebra

Otra de las grandes preocupaciones que se destaca es el incumplimiento de los Convenios de Ginebra de 1949 y su Protocolo Adicional I, aplicables plenamente al conflicto.

En tal normativa internacional se indica que las partes deben proteger a las personas no combatientes que se encuentran en medio del conflicto, lo que comprende preservar a los civiles de las operaciones militares y facilitarles la salida segura a quienes huyen de los enfrentamientos.

Adicionalmente, a la par del riesgo sanitario que referíamos antes, también está el que refiere a la miserabilidad humana: por un lado la acción inescrupulosa y deleznable de sujetos dedicados a la trata de personas, quienes se aprovechan de la situación de desamparo que evidencian fundamentalmente las mujeres.

En el portal de la Deutsche Welle, un informe revela: “En Alemania se ha despertado una enorme ola de solidaridad hacia los refugiados ucranianos. Pero hay también traficantes de personas buscando sacar partido de la llegada de las más de 80.000 personas que han venido huyendo del ataque ruso. El caos diario en la estación central de Berlín es la situación perfecta para acosar a las mujeres recién llegadas”. Para evitar esto, las autoridades pusieron manos a la obra pero no es una tarea sencilla.

Otra de tales miserabilidades tiene como víctimas a personas negras, quienes sufrieron algún tipo de discriminación a la hora de dejar suelo ucraniano para refugiarse en lugares seguros de Europa. Se han presentado en los últimos días actos de discriminación contra no europeos. Si bien no es una conducta generalizada, sí han ocurrido situaciones en que se impidió a personas el acceso a los trenes de evacuación, o se las hizo esperar durante días en la frontera para dejar los riesgos que viven en Ucrania, solo por el color de la piel.

Como es sabido, situaciones extremas como lo es una guerra muestran lo peor y lo mejor del ser humano. Dentro de lo mejor está, sin duda, la enorme solidaridad que se ha despertado y que se manifiesta en la ayuda a los que sufren, fundamentalmente los refugiados. Algo de lo peor, es lo que ya comentamos.

Es por ello que, como dijo alguien que del tema sabe, si bien es importante, dada la catástrofe que se está viviendo, que se preste atención y colaboración a las necesidades de los refugiados, sería más importante aún evitar que este tipo de eventos ocurran.

De esta manera se evitaría el padecimiento de quienes deben abandonar su tierra. Algo a lo que parecen oponerse los autócratas y quienes apoyan sus políticas.

Como dice el viejo refrán, es preferible prevenir que curar. Pero estamos muy lejos, pese a todos los tratados firmados y todas las palabras dichas en la materia, de tener un orden internacional que garantice la no ocurrencia de estas situaciones humanitarias.

Una falta de dedicación de los Estados que terminan pagándola luego los refugiados.


(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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