Por María Lucrecia Gambone
Hasta hace no mucho tiempo atrás, la figura paterna estaba definida por la imagen del hombre proveedor, que sale del hogar para trabajar y traer el sustento a la familia. El paradigma que actualmente convoca a la familia, observa a la figura paterna desde otra mirada. Estamos en presencia de ese momento al que Kuhn denomina crisis; es decir, momento de cambio de paradigma. Porque aún lo nuevo no se ha establecido y lo viejo sigue imperando de manera parcial.
Seguimos encontrando en las salas de Mediación a padres que piden más tiempo con sus hijos, y al mismo tiempo continuamos escuchando a muchas madres que, movidas por los intereses de sus hijos, imploran mayor presencia del padre.
Recuerdo una reunión de mediación en la cual, al preguntar al papá sobre la comunicación con su hijo, supo responderme: “No tengo tiempo de verlo”. Luego de un silencio profundo, me pregunté: “¿Entenderán de tiempos los niños?” La respuesta llegó casi al mismo tiempo que la pregunta.
El tiempo es algo efímero. Los pequeños crecen en un santiamén. El tiempo no vivido con los niños es tiempo que se va y no regresa jamás. Los recuerdos se forman de experiencias, y sin ellas no hay huellas en el alma, sin importar la edad de quien vivencia. Muchos padres tal vez (no podemos afirmar) no toman conciencia de esta situación. Y no siempre son requeridos en mediación los que transitan este camino de desencuentro con sus hijos.
Hoy el mundo pide más tiempo laboral, porque la situación se torna difícil y a veces no basta siquiera con una sola ocupación. Esta es una simple manera de legitimar la ausencia de los padres en la vida de sus hijos.
Sin embargo, el foco del presente artículo está puesto en los primeros renglones. Quiero destacar que el papá presente, no es “como una mamá”. El papá presente no significa una mamá ausente. Ese tipo de expresiones y conclusiones apresuradas nos demuestra que aún estamos atravesando el denominado cambio paradigmático. Con dichas expresiones quitamos reconocimiento y desconfirmamos a ambos padres.
¿Cuántas veces escuchamos a las madres decir “necesito que me ayude”? Y como mediadores aclaramos que no se trata de ayuda, sino de obligaciones que se desprenden del simple hecho de ser padres. Aún estamos en presencia de generaciones que han crecido con el antiguo paradigma, en el cual la madre era la responsable de todo lo concerniente a los chicos, desde la salud, la educación, la vestimenta, los cumpleaños, alimentación, etc. Entonces ¿qué suelen hacer dichas generaciones? Tirar para atrás. Mirar raro a aquellas mujeres que además de esas labores realizadas con amor, salen a trabajar y a cumplir su vocación en el ámbito en que estén. Y si esa mujer cuenta con un papá presente, suele inducirse que ella no cumple con todas su obligaciones maternas. ¡Qué terrible, no?
Y al mismo tiempo que miran de manera extraña a las mujeres, lo hacen con los hombres. Como aún no comprenden, ni han vivido esta nueva dinámica familiar, se resisten a este cambio, que ni siquiera es suyo, pero sí de sus hijos y sus nietos.
La presencia del padre no es ayuda para la madre. Es mucho más que eso. Es el disfrute de los hijos al ver al papá llegar al colegio a buscarlos, es la sonrisa de los pequeños al compartir tardes de helados, fútbol y bicicleta. ¿Acaso cuando se siente la llave del papá en la puerta de la casa no se dibujan sonrisas en los pequeños? Ello deja huellas imborrables en los hijos. Esos niños serán adultos y podrán recordar tardes de juego, comidas y mamaderas elaboradas por papá, saludos de buenas noches y upas.
Estos papás que están transformando el mundo tienen el reconocimiento de quienes tomamos su rol desde el lugar de quien da sin esperar algo a cambio. Vemos surgir su rol de manera innata y natural. Estos maravillosos padres están dejando su legado, semillas de cambio para quien quiera sembrar y transitar el camino de la vida de la mano de sus pequeños.
¿Quiénes son los beneficiarios de todo lo que esto implica? Sí. Ellos. Los niños. Que al momento de efectuar un pedido saben que tienen dos opciones, que al momento de necesitar un abrazo saben que hay cuatro brazos abiertos, que al momento de necesitar protección, saben que no les va a faltar. La satisfacción de sus necesidades no depende de una sola opción, y esto deriva en una mayor sensación de seguridad en los hijos, y por contrario quita de la mente del menor la posibilidad del abandono al depositar todas sus expectativas en una única persona que hoy puede estar, y mañana no.
Esta nueva familia, es la familia del presente y del futuro. Todos sus integrantes merecen de ella y de ella disfrutarán. Así que, mi reconocimiento a todos los padres generadores de este cambio, por su amor y presencia, por ser simplemente “el papá”.
hermoso… estamos atravesando ese cambio en nuestra familia… me encanta que se hable de este tema…