La historia de la Unión Soviética (US) es un reservorio de sorpresas de proporciones inauditas. Los cercos informativos, las versiones oficiales y el dogmatismo de Partido Comunista (PCUS), han favorecido interpretaciones antojadizas y la leyenda. Cuando esos velos se descorran, ya que son demasiados, y se abran los archivos, se necesitará reescribir, de urgencia, la historia. Por Silverio E. Escudero
Algunos de esos grandes temas, que los nuevos historiadores deberían valorar, es la etapa fundacional de la Revolución Rusa y el accionar de Vladimir Ilich Uliánov –Lenin –, ese poderoso líder, fundador del partido, que se atrevió encabezar la rebelión de los soviets contra el poder de los zares y forjó las bases ideológicas de un gran imperio.
Pero más allá de eso, esas importantes indagaciones tendrían que aproximarnos -para mejor entender el alma del socialismo ruso-soviético- a los problemas de la sucesión de los siete secretarios generales del partido que fueron gobierno desde 1917 hasta la implosión de la URSS, en tiempos de Mijail Gorbachov.
La enfermedad de Lenin –una hemiplejia– trastocó los planes revolucionarios. Un nuevo tema ocupó el centro de la escena. La herencia política era motivo de honda disputa de la cual participaba él mismo. Su carta –que para muchos tiene el valor de Testamento Político– al XII Congreso del partido, fue una de las grandes claves. Descalificó, uno tras otro, a seis de los más importantes dirigentes del Politburó. Hacia finales de 1922 abandonó sus tareas de gobierno para morir el 21 de enero de 1924.
En la pulseada triunfó Stalin, a pesar de la opinión del muerto, que el 4 de enero de 1923 dicta un texto que se debería adicionar a su testamento. “Stalin es demasiado brutal, y este defecto plenamente soportable en las relaciones entre nosotros, comunistas, se hace intolerable en la función de secretario general. Por lo que propongo a los camaradas que reflexionen sobre la manera de desplazar a Stalin de este puesto y de nombrar en su lugar a un hombre que, en todos los aspectos, se distinga del camarada Stalin por su superioridad, es decir que sea más paciente, más leal, más educado y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una bagatela insignificante, pero pienso que para preservar al Partido de la escisión y desde el punto de vista de lo que yo he escrito anteriormente sobre las relaciones mutuas entre Stalin y Trotsky, no es una bagatela, a menos de ser una bagatela que pueda adquirir una importancia decisiva”.
El segundo acto de esta tragicomedia ocurrió tras la muerte de Stalin, el 5 de marzo de 1953. Los aspirantes al trono tenían una aquilatada experiencia en la conducción del Estado y habían sido heroicos combatientes en la II Guerra Mundial. Algunos -Molotov y Mikoyan- habían trabajado al lado de Lenin; los otros, Malenkov, Beria, Jrushchov o Khrushchev y Bulganín, crecieron a la sombra de Iósif Stalin, de quien fueron fieles escuderos. Tras un complejo proceso electoral, fue electo como primer ministro y secretario general del PCUS el inefable Nikita Jrushchov y presidente Nikolai Bulganin.
La reacción de los stalinistas no tardó en producirse. Un golpe de Estado, pretendidamente palaciego, instrumentado por Leonid Brézhnev, precipita la caída de Nikita Jrushchov, aquel excepcional piloto de tormentas que marcó a fuego los primeros años de la década del 60.
No resistió. Prefirió preservar la vida de sus amigos, muchos de los cuales fueron torturados y asesinados por la policía secreta. “Estoy viejo y cansado. Hay que dejarlos hacer frente por sí solos –le dijo a su amigo Anastás Mikoyan-. He hecho lo más importante. ¿Podría alguien haber soñado con decirle a Stalin que no nos servía más y sugerirle su retiro? Ni siquiera una mancha de humedad habría quedado donde estuviésemos parados. Ahora todo es diferente. El miedo se ha ido, y podemos hablar de igual a igual. Esta es mi contribución. No voy a oponer resistencia.”
El 14 de octubre de 1964, el Presidium y el Comité Central votaron a favor de aceptar el retiro “voluntario” de Jrushchov de sus funciones. Brézhnev es electo como Primer Secretario (más tarde Secretario General), mientras que Alekséi Kosygin sucedió a Jrushchov como primer ministro.
El gobierno de Brézhnev fue el más corrupto de la historia. Dinamita la estructura económica de la URSS. Los formidables planes quinquenales dieron paso al tráfico de influencias y al cobro de coimas. El hijo del nuevo secretario general maneja caja. Sus cuentas en los paraísos fiscales fueron motivo de escrutinio judicial. El imperio soviético, apareció débil y timorato, frente a Ronald Reagan.
La muerte de Brézhnev, acaecida el 10 de noviembre de 1982, abre una nueva batalla por la sucesión que tuvo mucho de cruenta. Asume, enfermo, Yury Andrópov. En agosto de 1983 desaparece de la escena para morir el 9 de febrero de 1984. Konstantín Chernenko le suple. Lidera la reforma educativa y diversos ajustes en la estructura burocrática del Estado. Apenas después de un año en el poder, enfermo, fallece en marzo de 1985. Dos extrañas muertes, en extrañas circunstancias. El Séptimo Secretario será Mijael Gorbachov, al que alguien describió como un hombre que “Tiene una gentil sonrisa, pero los dientes de hierro”. Esa es otra historia que prometemos contar.