Marcó un antes y un después en los personajes de literatura policial, convirtiéndose en una referencia cultural obligada
Por Luis R. Carranza Torres
Perry Mason es uno de los más destacados abogados que nunca existieron pero casi todos conocen. Fue también, como otros personajes que se convierten en referentes culturales, un transvase de géneros: desde lo literario a lo audiovisual. Un fruto de la pluma que saltó luego a la pantalla. En este caso, a diferencia de James, a la pantalla chica y no a la de los cines.
La paternidad del personaje corresponde al escritor Erle Stanley Gardner, quien además de publicar novelas policíacas y relatos bajo su propio nombre, usó también diversos pseudónimos tales como A. A. Fair, Kyle Corning, Charles M. Green, Carleton Kendrake, Les Tillray y Robert Parr. Muchos nombres que conducían a una misma pluma y papel.
Nacido en Malden, Massachusetts, un 17 de julio de 1889, Gardner era un abogado que detestaba las rutinas implícitas en el ejercicio de la práctica legal. Únicamente los juicios penales y, en particular, la construcción de la estrategia defensiva en ellos, era de las pocas cosas que verdaderamente disfrutaba.
En su tiempo libre escribía para revistas policíacas, algo en común con muchos autores del género como Dashiell Hammett o Raymond Chandler. Aparte de sus múltiples pseudónimos, y tan numerosos como ellos, fueron los personajes que creó. Todos ellos tenían en común una mente inquieta que debían poner a funcionar en casos en los que nada era lo que parecía, empezando por el mismo victimario. El que más trascendió de todos ellos se convertiría en un sinónimo de abogado litigante en la cultura del siglo XX: Perry Mason, un letrado con dotes de detective al estilo Sherlock Holmes. Fue el protagonista de más de medio centenar de sus relatos, destacándose entre los héroes ficticios de la literatura negra por no ser un policía ni un investigador privado sino un abogado penal.
Tomó el nombre del personaje de la empresa que editaba la revista favorita que leía de niño, la Youth’s Companion, que publicaba la Perry Mason Company.
En su primera novela, The case of the velvet claws, aparecida en 1933, Perry Mason se describe a sí mismo mediante la pluma de Gardner en los siguientes términos: “Soy un abogado que se ha especializado en el trabajo procesal, y en mucho trabajo criminal. (…) Soy especialista en sacar a la gente de problemas. Vienen a mí cuando están en todo tipo de problemas, y yo les saco de ellos. (…)”.
A medio camino entre el procesalista eximio y el criminalista con calle, cordón y vereda, Mason es un abogado que lucha duramente por sus clientes: disfruta como anda en la vida los casos inusuales, difíciles o sin esperanza y que muchas veces llega a la corte simplemente porque el caso le ha suscitado curiosidad, afrontando incluso de su bolsillo los gastos.
El éxito literario lo condujo al cine en las décadas de 1930 y 1940. Pero fue casi veinte años después cuando se convirtió en un ícono cultural merced a ese medio que era la televisión en sus primeros tiempos. Entre 1957 y 1966, la cadena televisiva CBS transmitió en Estados Unidos este drama policíaco y judicial, en 271 episodios en blanco y negro a lo largo de nueve temporadas. El actor Raymond Burr encarnaba a Perry Mason, junto a su fiel secretaria, Della Street, encarnada por la actriz Barbara Hale.
Della procedía de una familia adinerada, aniquilada en su patrimonio por la crisis bursátil de Wall Street de 1929, hecho que lleva a Della a dejar su vida acomodada para conseguir un trabajo como secretaria.
En la novela Reasonable Doubt, Gardner la describió de esta manera: “Della Street, secretaria de ocupación, veintisiete años, tranquila en su carácter, rápida en su andar, dedicada, muy seria en su expresión, silenciosamente eficiente, cabello castaño, figura delgada, con una nota de cansancio en sus ojos”.
Completaba el equipo del abogado, William Hopper como el investigador Paul Drake, a quien Mason recurría para confirmar sobre el terreno sus pálpitos sobre el caso.
Situada en Los Ángeles, al igual que en el papel, la actuación de Mason se centraba en el desarrollo del caso ante los estrados judiciales. Casi invariablemente tenía que ver con un caso de homicidio en el cual todo condenaba al acusado, respecto del cual Perry invariablemente lograba con argucias de todo tipo probar su inocencia.
Fue una de la más exitosas series de televisión que estableció los cánones para las que siguieron luego, sobre abogados y juicios. Burr recibió dos premios Emmy y Bárbara Hale otro por sus respectivas interpretaciones de Perry Mason y Della Street.
Gardner apareció en el último episodio de la serie, actuando el papel de un juez. A finales de la década de 1980, la serie fue revivida en un puñado de películas para televisión, con gran parte del elenco primigenio, Burr incluido.
Además de escribir, Gardner tomó parte del proyecto llamado “Corte de último recurso”, un conjunto de colegas del medio forense y de la criminalística que dedicaba pro bono su tiempo a revisar los casos en que se sospechaba que se había condenado en juicio a una persona inocente por yerros en el procedimiento, dictámenes forenses errados o una mala representación letrada.
Tuvo allí varios éxitos de poder sacar la verdad a la luz. Una prueba de que su más reconocido personaje no estaba muy lejos de sí mismo.