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¿El lenguaje construye realidad?

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Columna de AMJA
Por María Fernanda Argayo(*)


Varios ensayos se han escrito sobre si el lenguaje construye o no realidad. Hoy ya sabemos que es así. Vale la pena un cuento corto y muy viejo para demostrarnos que sucede.

En un pueblo, una mujer se despierta y le dice a sus hijos que ha soñado que algo grave va a suceder en el pueblo ese día. Los hijos se ríen de su sueño y salen a hacer sus quehaceres.

El hijo menor, jugando con otros niños en la plaza, les cuenta riéndose que su mamá dijo que algo grave iba a suceder en el pueblo; el otro hijo en la despensa comenta el mismo sueño de su madre.

Al llegar a su casa, los amigos les cuentan a sus padres lo que les había dicho su amigo; a su vez el despensero les va comentando a todos sus clientes que le habían contado que algo muy grave iba a suceder en el pueblo ese día.

A la tarde el rumor era generalizado y el temor, el miedo y la incertidumbre se habían extendido por todo el pueblo, a tal punto que, antes de oscurecer, la mayoría de las familias tomó sus cosas y comenzó un éxodo masivo, dejando todo.

La mujer que había soñado, sentada en la vereda y viendo todo el movimiento, le dice a unos de sus hijos: “Al final mi sueño se hizo realidad, algo grave sucedió en el pueblo”.

Con este cuento tan gráfico hago referencia a que el lenguaje crea realidad, por lo que debemos ser muy certeros y criteriosos cuando lo usamos. 

En el fuero Penal juvenil estamos muy atentos a ello porque observamos el tratamiento que se les da a las jóvenes y a los jóvenes infractores a la ley penal en los medios de comunicación y en las redes sociales, lo que se replica en la ciudadanía (produciéndose una retroalimentación constante), y la diferenciación que se hace cuando son jóvenes víctimas.
También se observa la diferencia de trato no sólo por la edad sino por su condición económica, sexual, de género, su color de piel, etcétera. 

Así, si son personas menores de 18 años, ya sean víctimas de un delito o hablando de ellos en general, se las denomina jóvenes o adolescentes. Por ejemplo: “Cómo aumentar el interés de los adolescentes en las clases virtuales”. Caso contrario, si están sindicados de haber cometido un delito, se los denomina “menores”. Ejemplo: “Un menor robó a un conductor, lo vieron por las cámaras y fue detenido”.

También, si una persona menor de 18 años choca conduciendo su bicicleta o moto, se dice: “Joven ciclista (o joven motociclista) impacta sobre un árbol”; ahora si es un joven infractor, el titular es: “Pibe/a motochoro/a huyendo impacta sobre un árbol”.

En el caso de “las” jóvenes mujeres, es doble su estigmatización y discriminación.
Así, hay un término que sólo admite el femenino: “mechera”; por ejemplo: “Mecheras menores se llevaron hasta las bombachas…”. Refuerza esta idea el Diccionario argentino palabras, modismos y más, que directamente define esa palabra como “ladrona de mercadería de poca monta, en general de ropa. Se prueban la ropa y esconden parte en sus bolsos. Generalmente entran a los negocios de a dos, una entretiene a la que atiende y la otra roba”.

Observemos que en esta definición sólo se habla de mujeres: “las mecheras” y “las que atienden”.

Estas palabras -como tantas otras- logran su cometido porque naturalizamos su contenido y de esa manera logramos encasillar, estigmatizar y así hacer una discriminación entre “ellos” y “nosotros”.

Ejemplos sobran y nosotros, como operadores judiciales, debemos estar alertas para no utilizar esos términos; muy por el contrario, debemos ser garantía, en nuestros alegatos, fallos o presentaciones, del cumplimiento estricto de la Convención de los Derechos del Niño mediante el uso de las palabras correctas.

Los ciudadanos de esta Nación tenemos todos los mismos derechos y obligaciones, no merecemos que se nos nombre de distinta manera por nuestras supuestas acciones, ya que éstas no nos constituyen ontológicamente. 

Las palabras construyen realidades no sólo por su impacto y su significado sino también por la intención con que se las utilizan.

Cito a Marcus Aurelio, emperador de Roma (180 a.C.-121 a.C.), apodado “El Sabio” y “El Filósofo”, quien ya en esa época dijo: “Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad”.


*Abogada. Mediadora. Secretaria de la Fiscalía Penal Juvenil del Primer Turno, Córdoba

Comentarios 4

  1. Natalia Cañete says:

    Excelente, contundente y claro. Que importante que esta mirada se publique aquí y por un operador jurídico. Ojalá se replique.

  2. Sebastian lanza castelli says:

    Excelente analisis y muy aplicable a los tiempos actuales

  3. Patrícia Farías says:

    Excelente columna, clara y rica, tanto en su concepto como en las referencias ilustrativas de cuento y cita de Marco Aurelio, ??????

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