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El larguísimo exilio de Ovidio

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Toda su fama e influencias no lo salvaron de la peor de las venganzas

 Por Luis R. Carranza Torres

No sólo era el poeta más encumbrado de su tiempo sino toda una celebridad en la Roma de esos días. Y aún más: Publio Ovidio no sólo era admirado por sus versos sino que también disfrutaba de ser la máxima autoridad en cuanto a los placeres de la pasión mundana.
Su historia personal lo avalaba. Casado tres veces, divorciado dos, era pródigo además en numerosas relaciones por fuera de los votos matrimoniales. Se codeaba con la más alta sociedad, incluyendo al propio mandamás de Roma y el mundo romano: Octavio Augusto, nominalmente un princeps, el primero entre iguales en una república de meras formas. En la realidad de las cosas, se trataba de un emperador con poder absoluto.
Una muestra clara de hasta dónde llegaba ese poder, más allá de las declamaciones sobre la salud de la república, la tuvo el propio Ovidio en carne propia. Sin mediar justificación alguna ni advertencia previa, en el año 8 d.C. se le comunicó su destierro a Tomis, remota ciudad en el Ponto Euxino, en los confines del imperio. No se supo entonces y no se conoce hasta hoy en día el motivo de tal medida.
No fue lo mejor para su espíritu de poeta ser condenado a vivir en una región lejana, salvaje y estéril, donde se congelaba hasta el mar durante los interminables inviernos y en la cual siempre estaba presente la amenaza de bandas de bárbaros que aprovechan el Danubio helado para sus incursiones. Para algunos estudiosos, ese destierro fue debido a su libro Arsamandi, en el cual Ovidio canta y da loas a la vida licenciosa que Augusto buscaba prohibir, reprimir o cambiar, empeñado en recuperar las viejas virtudes, el famoso mosmaiorum, que habían hecho grande a Roma. Es una posibilidad.

Según otros, se debió a una relación amorosa con la propia hija de Augusto.
Hay estudiosos, como Vicente Adelantado Soriano y Esteban Bérchez Castaño -en su tesis doctoral (El destierro de Ovidio en Tomis: realidad y ficción)-, que plantean la teoría de que tal exilio en Tomis no fue un hecho histórico sino que fue en otra ciudad en donde lo cumplió. Su estancia en Tomis, el último asentamiento del imperio, no sería sino una construcción literaria del propio Ovidio ante la muerte en vida que el emperador le tributó, al hacerlo a un lado de todo y de todos en Roma expulsándolo de la ciudad.
Como fuera, de lo único que no caben dudas es de que la pena impuesta fue real, más allá de dónde se haya cumplido.
Los Tristia, poemas elegíacos en que Ovidio lamenta el destierro, son una obra de ese período y una clara muestra de lo mal que afrontó la medida. Otra, mucho más práctica y de ese mismo tiempo, resulta la Epistulae ex Ponto, compuesta de cuatro libros en los que empieza detallando sus pesares para luego implorar a amigos y parientes del princeps para que se revoque el castigo y se le permita volver a Roma. Pero eso nunca ocurrió y murió en el destierro el 17 d.C.
Claro que la historia de ese castigo no acaba allí y adquirió últimamente una vuelta de rosca no menor cuando el 15 de diciembre de 2017 el Movimiento Cinco Estrellas (M5E) italiano logró aprobar en el Parlamento de Roma, por 29 votos a favor, la revocación de la sentencia de exilio impuesta a Ovidio. Un hecho del que no participaron los demás bloques por entenderlo una simple escenificación política carente de sentido.

La norma dispone “la adopción de las medidas necesarias para implementar la sentencia de absolución y revocar el exilio a Publio Ovidio Nasone, reconociendo la rehabilitación”. Se afirmó: “Se debe rehabilitar al poeta restituyéndole la libertad, la dignidad cívica y el arte universal, además de involucrar a las nuevas generaciones en el conocimiento de su vida para favorecer la participación activa en la ceremonia de absolución”. Tal trámite, en realidad, se había iniciado en 2012 en su ciudad natal, Sulmona, donde el ayuntamiento aprobó por unanimidad enviar a Roma la sentencia de absolución emitida por un tribunal de juristas, solicitando tal rehabilitación.
Eleonora Guadagno, defensora de la propuesta, en declaraciones a los medios explicó: “Queremos cambiar estas decisiones que fueron tomadas por Augusto y sólo por Augusto. Con esta votación estamos reparando este mal”.

También el asesor de cultura y vicealcalde romano, Luca Bergamo, se pronunció sobre esa revocación, entendiéndola como “un símbolo importante porque habla del derecho de los artistas a expresarse libremente en la sociedad”, y un reconocimiento a Ovidio, “perjudicado” por un poder absolutista y por razones no aclaradas en la Historia. Pero muchos otros han criticado la medida, afirmando que sólo es un acto pour la gallerie (para la tribuna), sin efecto práctico alguno.
En lo que no existe mayor diferencia entre las distintas posturas y estudios es acerca del carácter arbitrario de dicha sanción. Es por eso, en definitiva, que dos milenios después el destierro de uno de los grandes poetas latinos clásicos no nos deja indiferentes: es un claro recordatorio respecto a que nadie se halla exento de la arbitrariedad de los gobernantes cuando éstos detentan el poder absoluto.

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