Por primera vez en Alemania se rompieron lanzas con un contratista de la defensa en un inusual litigio
Hay controversias judiciales que empiezan lejos, en el tiempo y en el espacio, y adquieren grandes dimensiones y no pocas derivaciones. Ésta bien puede ser una de ellas.
El viernes 2 de abril de 2010, una tropa de 32 paracaidistas de la Bundeswehr, el ejército alemán, cayó en una emboscada en el norte de Afganistán. Acorralados e incomunicados, bajo constante ataque, por nueve horas, hasta poder ser rescatados, se dieron con que sus fusiles de asalto G36 bajo uso continuo o en modalidad automática se sobrecalentaban y perdían precisión.
No se trataba de cualquier arma sino del fusil estándar que equipaba a todas las fuerzas armadas germanas, a la policía y a diversas instituciones militares en el mundo.
El G36 es un fusil de asalto de calibre 5,56 mm, diseñado por la empresa Heckler & Koch en Alemania. Hasta el incidente de Afganistán se la había considerado una de las mejores del mundo en su tipo, con diseño de avanzada de tipo modular, que permitía convertir un fusil en carabina o en ametralladora de apoyo, mediante el cambio de unas pocas partes. Realizado casi por completo de un polímero reforzado con fibra de carbono, era más liviano que los de metal, a la vez que empleaba un sencillo sistema de recarga accionada por gas con émbolo autorregulable, con un cerrojo con cabezal rotativo, en vez del sistema de rodillos retardados y utilización de un sistema de pistón de gas de recorrido corto, que mantiene el cajón de mecanismos limpio y libre de encasquillamientos, consiguiendo un fusil capaz de disparar decenas de miles de cartuchos sin necesidad de limpiarlo.
Eso se decía en todos los folletos. Pero con tres paracaidistas alemanes muertos por sus deficiencias en combate real, lo que siguió fue un debate sobre su efectividad. Las investigaciones del ejército concluyeron que, bajo uso sostenido en climas de calor extremo, empezaba a perder precisión a partir de los 60 disparos hasta llegar en ocasiones a desvíos de 6 metros.
La ministra de Defensa de entonces, Ursula von der Leyen, médica ginecóloga sin antecedentes en el área militar, quien se convirtió el 17 de diciembre de 2013 en la primera mujer en ser nombrada ministra de Defensa de Alemania, decidió no sólo declarar inútiles las 167.000 unidades del G36 que empleaba el Ejército alemán sino además demandar por daños al fabricante, aun cuando los defectos se habían verificado en una mínima parte de ellos. Como cada fusil costaba mil euros -en promedio- y se habían demostrado fallas en 3.845 unidades, la demanda interpuesta fue por unos 4 millones de esa moneda.
La acción iba acompañada por su promesa, al asumir, de poner en caja a los proveedores por deficiencias en los costos y retardos de fechas de envíos, puestas en evidencia por entonces en el parlamento.
Los demandados no eran cualquier empresa. Heckler & Koch GmbH (abreviada H&K o HK) era un conglomerado con sede en Oberndorf am Neckar, Baden-Württemberg, y filiales en el Reino Unido, Francia y Estados Unidos.
Establecida en 1948, luego de la Segunda Guerra Mundial, sobre la base de los restos de la fábrica Mauser por tres antiguos ingenieros de ella, Edmund Heckler, Theodor Koch y Alex Seidel, en sus inicios fabricó maquinaria, bicicletas, partes de máquinas de coser, medidores y otros instrumentos de precisión. Diez años después, el gobierno de Alemania Federal le pidió que diseñara un fusil para la infantería de las nuevas fuerzas armadas germanas. La propuesta fue adoptada en 1959 como el fusil estándar del Bundeswehr y empezaron a fabricar armas. Pronto innovaron en el rubro con el uso de polímeros en su diseño o la creación de un riel para linternas en las pistolas o el cañón de rifle poligonal moderno.
El proceso judicial se llevó a cabo en los tribunales de Coblenza, por el domicilio del demandado. Allí se rechazaron las exigencias del Ministerio de Defensa de una compensación por casi 4.000 armas al considerar que éstas no presentaban deficiencias, según las obligaciones contractuales.
Por ello, el Ejército no tenía “derecho a un reembolso”, según el tribunal, al entender que Heckler & Koch no fue responsable de dichas fallas, ya que cumplió cabalmente los requerimientos que la Bundeswehr le exigió en la década de 1990, cuando fue diseñada el arma. En ninguna de tales especificaciones se hallaba palabra alguna respecto de poder ser utilizada en los desiertos cálidos del Medio Oriente, un clima por entero distinto del alemán, o en modo de fuego automático constante.
A Ursula von der Leyen la derrota judicial le vino junto con el establecimiento por el parlamento de un comité para investigar si durante su tiempo en la cartera de Defensa adjudicó de modo ilegal millones de euros en contratos de consultoría. Dejó el ministerio el 17 de julio de 2019.
Actualmente, la Bundeswehr está en pleno reemplazo del arma por el fusil Haenel MK-556, desarrollo de una firma del este de Alemania, también parte de un conglomerado de empresas de la defensa.
No fue el único dolor de cabeza que ese arma trajo a la empresa. Precedentemente la prensa reveló que ejemplares del G36 estaban en poder de los cárteles mexicanos, una violación de las normas de exportación de armamento que trajo aparejado otro juicio que sentó en el banquillo a directivos de Heckler & Koch. Pero ésa es ya otra historia.