Por Luis R. Carranza Torres
Un mediático juicio en Francia debate los alcances del acceso a la información comercial privada
El mundo de la alta cocina tiene sus egos, envidias, odios y desplantes. La última manifestación pública de ello fue el pleito entablado por el famoso chef francés Marc Veyrat contra la guía Michelin por haberle “quitado” una estrella” en 2019.
Al parecer, la discusión gira alrededor de la preparación de un suflé de queso. El inspector de la guía, que siempre hacen sus visitas de modo anónimo y pagando por sus comidas como un concurrente más, lo descalificó al plato emplear un queso cheddar británico en lugar de utilizar las variedades francesas Reblochon, Beaufort y Tomme. Algo nada menor desde que Veyrat publicita su restaurante como uno de cocina gala.
Tras pedir explicaciones y recibirlas de la guía, el chef tildó de incompetente al inspector y exigió que probara lo dicho, arguyendo que había usado los quesos correctos. La guía se mantuvo en su posición y el chef a través de su abogado, Emmanuel Ravanas, solicitó judicialmente en septiembre del pasado año, medidas cautelares para obtener pruebas sobre los métodos de evaluación y la formación de los inspectores que la llevan a cabo. Es decir, conocer el detalle de los fundamentos en que basó su decisión, incluyendo el “rastro de los debates” que llevaron a quitar una de las tres distinciones. Se pidió asimismo que la Guía Michelin probara que sus inspectores habían ido a su restaurante y que demostraran que estaban calificados para emitir una opinión. “No hay duda que se cometió un error”, afirmó el letrado, quien se encargó asimismo de manifestar que: “No queremos prohibir las críticas, queremos verificar que existen criterios y que fueron aplicados”.
Ello, pues el restaurante de Veyrat, La Maison des Bois, ubicado en localidad de Manigod, en los Alpes franceses, perdió una de sus tres estrellas, apenas un año después de haberla obtenido. Todo ello, “sin ninguna alerta” y con “un equipo casi idéntico”, al decir del abogado. Lo cual casi “destruye” psíquicamente a su representado, conduciéndolo a una depresión de ocho meses.
Digamos de paso que Marc Veyrat es un chef muy particular. Rompe con varios esquemas, empezando por no usar la “toca” característica de los chef, inventada por Carême, sino un sombrero negro fedora de ala ancha cuando aparece en público. Ha saltado a la fama pública por difundir un estilo de “botánica”, en la que utiliza hierbas silvestres recogidas en su región natal de la Alta Saboya.
La causa recayó en el “Tribunaux de grande instance” de Nanterre, en las afueras de París. Se trata de un tribunal de primera instancia civil que conoce, en principio, respecto de los litigios entre particulares por una cuantía superior a diez mil euros. No sería este el caso pues el chef le reclama a Michelin un euro simbólico de compensación por los daños sufridos Pero dicho juzgado también es competente, en lo que hace a la presentación de Veyrat respecto de Michelin, en las cuestiones referidas a medidas cautelares y a demandas por difamación o por injurias, públicas o no públicas, verbales o por escrito.
Admitida la presentación, los abogados de la guía y de Veyrat fueron citados en “procedimiento de urgencia” a una audiencia en el tribunal el pasado 27 de noviembre de 2019.
No era menor lo que se hallaba en juego, pese a que los abogados de Michelin, encabezados por Richard Malka, desmerecían el planteo tildándolo de “grotesco” y afirmando que los tribunales no funcionan para “proteger la vanidad de los hombres”. En el responde, los abogados de la guía expresaron que si Michelin era obligada entregar las notas secretas recogidas en sus visitas y a brindar la información pedida, ello significaría en la práctica revelar la identidad de sus inspectores y, por lo tanto, ya no podrían inspeccionar restaurantes de incógnito, lo que es una parte esencial de su actividad. Es por eso que se contraatacó de su parte, demandando a Veyrat 30.000 euros en concepto de daños y perjuicios.
En el último día del año 2019 se conoció la decisión del tribunal, que rechazó lo pedido de parte de Veyrat, quien describió el fallo como “una tontería”. Pidió asimismo que su restaurante fuera eliminado de la Guía Michelin.
En su resolutorio, el juzgado entendió que ni el chef y ni su empresa SCS Marc Veyrat presentaron “ningún sustento de la existencia de daños y perjuicios”, para poder otorgar la medida solicitada. Se estimó asimismo que las pruebas presentadas eran “insuficientes para demostrar que se haya atentado desproporcionadamente contra la independencia de evaluación constitutiva de la libertad de expresión de los inspectores de la guía”. Libertad que se hallaba garantizada por la Convención Europea de defensa de los derechos humanos y de las libertades fundamentales.
Como era de esperar, lo resuelto fue acogido gratamente por la contraria: “Esta decisión consagra la libertad de criticar y consagra el hecho de que sus quejas fueron imaginarias e infundadas”, dijo al respecto Richard Malka, quien destacó que la guía es antes que nada “un instrumento para los consumidores, y no la propiedad de los chefs”.
Salvo por los valores jurídicos implicados, por lo demás la cuestión resulta, tal como se puede leer en el libro de Eclesiastés en el Antiguo Testamento: “vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
Difícil esclarecer el meollo de la cuestión. Así también como probar con fundamento, lo dicho por cada una de las partes.Pienso que el ente evaluador debería dejar in situ, un detalle de lo examinado; y poder comprobar antes de elevar un juicio.