Por Silverio E. Escudero
Uno de los temas con los que los gobiernos no muestran demasiado compromiso en reprimir es la trata de esclavos, negando su extrema actualidad mientras aseveran que es un tema del pasado. Ésa es una de las razones por las cuales retacean fondos suficientes para examinar todas las formas de esclavitud, incluyendo el comercio con niños, la esclavitud por deuda y la prostitución forzada.
Sus informes, examinados, publicados y distribuidos por Naciones Unidas, tienen el apoyo de pruebas incontrovertibles aportadas por la Sociedad Antiesclavista de Londres -fundada por la masonería en 1823- y otras organizaciones no gubernamentales de prestigio indubitable, así como la Organización Internacional del Trabajo y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Este breve texto tiene por objeto plantear uno de los problemas que más inquieta en el mundo. Un problema moral de extrema gravedad que afecta a la condición humana, a la libertad, a la justicia, a la salud pública y denuncia la existencia de países con sistemas legislativos permisivos que sancionan -cuando lo hacen- con un mero reproche administrativo a quien somete a otro a tratos infrahumanos ocasionales o permanentes.
Es por ello que no debemos dejar de batallar ni un instante siquiera. Menos en esta etapa histórica en la que se maximizan las ganancias sobre la “felicidad del hombre”. Por lo que es pertinente recordar el largo tránsito hacia la igualdad tras comprender que todos los hombres nacen iguales por naturaleza. Objeto que fija un norte en nuestro horizonte en procura de construir una doctrina espiritual en la que todos los hombres nacen y mueren en libertad.
“La idea del valor moral del individuo sobrevivió a la esclavitud y se convirtió -enseña el austríaco Frank Tennenbaum- en la fuente principal de su ruina. Esta creencia que se construyó a lo largo de los dos mil últimos años constituye el legado principal del mundo occidental europeo y la misma supervivencia de la cultura europea (…) Que de perderse, el esquema europeo de valores se perdería con ella”.
Describe Tennenbaum: “Hay en la historia de la esclavitud una contribución importante a la teoría del cambio social. Allí donde la ley aceptó la doctrina de la persona moral del esclavo e hizo posible el logro gradual de la libertad implícito en tal doctrina, el sistema esclavista se abolió pacíficamente. Allí donde al esclavo se le negaba reconocimiento como una persona moral, y por consiguiente se lo consideraba incapaz de libertad, la abolición de la esclavitud se verificó a la fuerza, es decir, por la revolución. La aceptación de la idea de igualdad espiritual de todos los hombres contribuyó a crear un ambiente amistoso. Elástico, dentro del cual el cambio social pudo realizarse en paz. Por otro lado, allí donde al esclavo se le negó estatus moral, la ley y los mores fueron más rígidos y llegaron a estratificarse, y el desenlace histórico de ese proceso fue la violencia y la revolución. Pero el influjo sobre la política social y el cambio social de la idea de igualdad moral de todos requeriría la construcción a coro de un gran libro, el Gran Libro de la Humanidad”.
Legalmente, “esclavitud” significa que unas personas tratan a otras como su propiedad sin tener en cuenta sus derechos fundamentales y deseos básicos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la Asamblea General de la ONU en 1948 prohíbe expresamente “la esclavitud y el comercio de esclavos en todas sus formas”.
Sin embargo, en la actualidad, atento al Índice Global de Esclavitud 2016 que difunde la Fundación Walk Free, 45.8 millones de hombres, mujeres y niños están atrapados por la esclavitud moderna. Esto se traduce en trabajo forzado, en las industrias con gran intensidad de mano de obra no calificada, incluyendo la agricultura, la confección de ropa, la construcción y la minería, la explotación comercial sexual, tráfico ilegal de sangre y órganos y, en menor grado, mendicidad forzada.
América Latina informa altos índices de violencia contra la mujer, con El Salvador en primer lugar, en cuanto a la cantidad de femicidios en el mundo. A causa de dichos índices, una gran cantidad de mujeres buscan asilo en países como los Estados Unidos. Sin embargo, el asilo por violencia de género sigue siendo tema de controversia, y muchos crímenes domésticos continúan sin ser informados, tanto por la policía como por el personal hospitalario. También existen informes que indican que lesbianas, gay, bisexuales y trans-género de América Latina y del Caribe son traficadas a Europa occidental, con fines de explotación sexual.
Andrew Forrest, presidente y fundador de la Fundación Walk Free, al dar a conocer los datos de su encuesta hizo un enérgico llamado a las mayores potencias económicas del mundo a sancionar leyes que sean por lo menos igual de estrictas que la ley contra la esclavitud moderna de 2015 del Reino Unido, con presupuesto y capacidad para su aplicación, “a fin de asegurar que todas las organizaciones sean consideradas responsables por la esclavitud moderna en sus cadenas de distribución, y empoderar la supervisión independiente”. “Los líderes de las mayores potencias económicas del mundo deben llamar la atención de las empresas sobre este problema, exigiendo que se concentren en la transparencia de sus cadenas de distribución”, dijo.