viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El decretalista medieval

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Por medio de la enseñanza o la compilación, su labor sistematizadora impulsó el derecho de su época

San Raimundo de Peñafort nace en el castillo del mismo nombre, cercano a Barcelona, posiblemente entre los años de 1175 y 1177. Hijo del señor del lugar, Pere Ramón, y de su esposa, Sara, joven, ingresa en la comunidad de la catedral de Barcelona para prepararse al presbiterado. De inteligencia aguda, a los 20 era ya profesor de filosofía y asume la enseñanza de las artes liberales. A los 30 se doctoró por la prestigiosa Universidad de Bolonia, donde perfeccionó sus conocimientos en derecho civil y canónico. 

Allí también enseña el derecho canónico y explica el Decretum de Graciano y las primeras colecciones de decretales, probablemente hasta el curso académico 1218-1219. En su enseñanza de la Summa Iuris Canonici el joven profesor abandona el método exegético propio de las summae titulorum al uso, para elaborar una explicación sistemática personal. Al comentario del texto por título, le suma la proposición de cuestiones breves sobre el tema tratado, para las que ofrece respuestas, así como pone en evidencia los principios del derecho en que se asientan para brindar luego indicaciones sobre dónde pueden encontrar las diferentes materias en el Decretum de Graciano y en las colecciones de decretales, tanto en el texto como en las glosas.

En Bolonia, tras conocer a Domingo de Guzmán, así como entrar en contacto con la orden dominicana, peticiona ante el obispo Berenguer de Palou, en Barcelona, la creación de una comunidad de esa orden en tal obispado. 

Su regreso a la Ciudad Condal lo encuentra como un destacado jurisconsulto, dedicado a la enseñanza del derecho y con gran fama en el arbitraje de pleitos y otros litigios. 

En el año 1222 renuncia a la canonjía otorgada por el obispo de Barcelona y entra en la Orden de Predicadores. De 1223 a 1228 -año éste en el que acompaña al legado papal Jean d’Abbeville en su recorrido por los reinos hispánicos para implantar la reforma y las decisiones del Concilio de Letrán IV-, se supone que se dedica al estudio y a la redacción de tratados, como la Summa de casibus poenitentiae o las glosas al Decreto de Graciano.

Se supone también que Raimundo fue llamado a la curia pontificia después del informe del legado papal, aunque no se disponen de evidencias documentales sobre tal hecho. Tampoco de la fecha de su llegada a Roma, que se entiende a mediados del año 1230, después de haber sido nombrado capellán y penitenciario por el papa Gregorio IX. 

Desde la primera difusión del Decreto de Graciano, el aumento de la actividad legislativa de los papas, sobre todo a partir de Alejandro III, con disposiciones en muchos casos innovadoras respecto a la tradición precedente, empezó a plantear serias dificultades tanto para la enseñanza como para la práctica judicial, por la diversidad de fuentes y la existencia de diferentes colecciones de decretales, ninguna de ellas exclusiva, incluso con contradicciones entre los textos.

Tal estado de cosas llevó al pontífice a encargar a Raimundo una única sistematización de todos los decretales. No se conocen a ciencia cierta los motivos por los que se lo seleccionó, aunque sus méritos eran más que suficientes. Tampoco se sabe si trabajó con instrucciones papales o bajo su propio criterio, si lo afrontó en soledad o con ayuda, lo concreto es que inició su labor en 1230 o en 1231 y para el 5 de septiembre de 1234 el volumen estaba concluido, por lo que  el papa ordenó que la colección, denominada “Compilatio Domini Gregorii Pape noni” -o las Decretales de Gregorio IX-, fuera la única usada por jueces, abogados y profesores en los tribunales eclesiásticos y en las escuelas de derecho canónico, al tiempo que prohibió la confección de nuevas colecciones sin permiso pontificio. 

Vuelto a tierras hispanas, Raimundo tuvo un especial papel de legislador respecto de la orden mercedaria. Después de rechazar, del papa Gregorio IX, los arzobispados de Tarragona y Braga, se retira al Convento de Santa Catalina.

No fue por mucho tiempo. Colaboró en las Cortes de Monzón de 1236 e intercedió en favor de Jaime I en la causa de excomunión por el pleito con el obispo de Gerona, consiguiendo que se levantara al siguiente año. También se ocupó en otras actividades jurídicas: ejerció de juez o asesor en diversos procesos, principalmente de herejía y nulidades matrimoniales. En 1238, el capítulo general de la Orden Dominica le confía la revisión del texto de sus Constituciones; y en 1239 es elegido tercer general de la orden, en capítulo general en París. Tras un breve pero intenso tiempo de gobierno, dimite en 1240. Regresa una vez más al Convento de Santa Catalina de Barcelona, donde vivió el resto de su vida, actuando como inquisidor del reino, asesor jurídico, confesor y consejero del rey Jaime I.

Muere en Barcelona el 6 de enero de 1275, a los 95 ó 100 años, dependiendo de la fuente. Su cuerpo se venera en la catedral de Barcelona. Es, por sobrados méritos, el patrón de los juristas católicos, de los abogados y de las facultades de derecho.

En España, la orden civil que lleva su nombre reconoce los aportes de juristas en la administración judicial española y en la aplicación de las ramas del derecho hispano en la sociedad. Algo que Raimundo hizo, y mucho, a lo largo de toda su vida.

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