jueves 21, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El cartero (Donald) no llama dos veces

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Por José Emilio Ortega – Santiago Espósito (Docentes UNC)

A golpe de arancel, la guerra comercial entre Estados Unidos y China no tiene tregua. Los incrementos recíprocos de tarifas aduaneras van en aumento. Donald Trump aplicó un arancel adicional de cinco por ciento luego de que Pekín impuso aranceles por 75 mil millones de dólares a los productos estadounidenses.
En las últimas semanas se han gestado capítulos que a pesar de su bajo perfil poseen significativa trascendencia comercial. En 2018, el presidente norteamericano instruyó iniciar el proceso formal para que los Estados Unidos se retiren de la Unión Postal Universal (UPU). Creada en 1874, la UPU es una de las organizaciones internacionales más antiguas del mundo; convertida en la Posguerra en una agencia especializada de Naciones Unidas, reúne a los servicios postales de 192 países y establece las normas para el intercambio internacional de correos en una suerte de “territorio postal único” o global.
El lector podría pensar que el retiro de Washington de un tratado internacional relacionado al correo postal –asociado indefectiblemente a tiempos pasados, a una práctica en desuso y a una forma de comunicación física desconocida por las nuevas generaciones- presenta escasa relevancia.

Sin embargo, esta iniciativa quizá revista más impacto real que cualquier aumento arancelario.
La decisión norteamericana presenta razones tácticas, dentro de un combo de acciones que trasuntan una agresiva estrategia. Es significativo reducir las tarifas de las entregas postales extranjeras de correos y paquetes pequeños – menores a dos kilos-. La UPU fija esas tarifas para cada país, garantizando un precio menor para los envíos de correo desde economías en vías de desarrollo y más altos para las desarrolladas, lo que provoca que estas últimas tengan que cubrir parte del costo necesario para finalizar la entrega del correo.
Cuando se envía un correo postal al extranjero, se paga la tarifa en la moneda local que corresponde al país de origen, pero la parte más costosa del envío -cuando el correo es entregado en la mano del destinatario- es subsidiado por el servicio postal del país receptor que se encuentre en la categoría de desarrollado según la UPU. Esta última parte, conocida como “última milla”, es el eslabón final en la cadena de entrega del correo para el cliente.
Esta situación causa que en la oferta de bienes que se adquiere por comercio electrónico (que se perfecciona por la web y se envía físicamente utilizando servicios de correo) un producto chino sea hasta 40 por ciento más barato que uno de Estados Unidos, lo que genera que 60 por ciento de los correos y paquetes por Estados Unidos por operaciones de esta índole, provengan del coloso oriental.
Cuando hablamos de correos y paquetes, no estamos hablando de las viejas “cartas certificadas” –rubro probablemente estrafalario aún para los millennials, qué decir para las generaciones Z- sino del perfeccionamiento de compras en línea, donde China es el primer mercado mundial. Sesenta y nueve por ciento de los usuarios chinos de Internet las realiza, lo que representa alrededor de 530 millones de consumidores, generando ventas anuales de 672 mil millones de dólares.

Restringir el comercio electrónico es otro de los tantos capítulos en los que se traba la guerra comercial. El objetivo de Estados Unidos es detener a China en la combinación entre eficiencia industrial-comercial y avance tecnológico, objetivo más profundo que equilibrar la balanza comercial o generar nuevos empleos.
Enfriar la economía china tiene efectos globales ya que ningún país exportador de bienes, servicios o materia prima está exento de lo que genera un menor consumo chino. Asimismo, los aviesos consumidores estadounidenses se verán afectados por un encarecimiento de las importaciones chinas.
Los próximos años discurrirán en un marco de disputa en el que ni China ni Estados Unidos parecen actuar contenidos por el sistema de reglas y acuerdos estables nacido del orden global de Posguerra. Pero a diferencia de la etapa de Guerra Fría, no van a existir bloques tan claramente delimitados. Desde América Latina, hay una dependencia del mercado chino y de la tasa estadounidense, mientras que la Unión Europea, dependiente financiera y logísticamente del esquema occidental liderado por los Estados Unidos, navega en la intrascendencia a pesar del tamaño de su mercado y la importancia histórica y política de sus instituciones; y por ahora parece lejos de presentar una estrategia independiente.

Los pasados días 12 y 13 de agosto, la UPU organizó en San José de Costa Rica un foro “de estrategia regional”, destinado a analizar aspectos de coyuntura. También se organizó, en paralelo, una reunión de otra organización de envergadura, cual es la Unión Postal de las Américas, España y Portugal -que data de 1911-. Sobrevoló, en ambas convenciones, la agria tensión en disputa y la debilidad del mundo entero frente a la embestida de un gigante sobre otro. Quedará pendiente desentrañar, si la primacía económica se puede trasformar en liderazgo político.

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