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El aspecto social de la mediación

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Por Elba Fernández Grillo (*)

Por ser la mediación una disciplina que trabaja con personas y sus emociones, muchas veces he percibido que funciona como un termómetro social, en el que se imponen temas que están siendo tratados en el aquí y el ahora. Cuando comenzamos a mediar, a principios de este siglo, en los temas de Familia la mayoría de los conflictos estaban relacionados con dificultades en los regímenes de comunicación y todo lo concerniente a cuota alimentaria. El progenitor no conviviente visitaba o retiraba los hijos del hogar materno tales días a tales horas y los reintegraba al mismo lugar. Generalmente, al convivir los hijos con su madre, quedando a su cuidado -en ese entonces se hablaba de “tenencia”- el progenitor le entregaba una suma de dinero para la satisfacción de las necesidades de los hijos, que en aquellos tiempos se denominaba “cuota alimentaria”. 

Desde hace algunos años, quizás alrededor de cinco años y desde la sanción del nuevo CCC, estos temas continúan siendo tratados, pero ya no con tanta preponderancia. Aparecen en los relatos de los involucrados otras temáticas, otros intereses. La mayoría de las mujeres trabaja, unas pueden -de alguna manera- sostener el hogar, quizás resignando la escuela privada o el deporte, pero hoy quieren más tiempo para ellas. Para estudiar, para perfeccionarse, para aprender un oficio, para hacer gimnasia, para salir con sus amigas. En aquellos años era casi nula la redacción de acuerdos con regímenes de comunicación alternados; hoy hay una gran cantidad de ellos, lo que significa que los hijos pasan un tiempo equivalente con cada uno de los progenitores. 

Las mujeres han cambiado, todas las cuestiones de género que se vienen tratando y estudiando en diferentes ámbitos de la educación, de la justicia, de las diferentes organizaciones, de las luchas, han dado como resultado una modificación en el sentir y exigir de ellas y en el comprender esta situación por parte de algunos varones. Quieren que los padres se hagan cargo de los niños en la misma proporción que ellas. Ya no tienen aquel mandato “de la madre abnegada”. En muchos acuerdos ambos padres solicitan 50% del tiempo compartido con los hijos. De la misma manera que las madres requieren un mayor espacio para su individualidad, los padres lo hacen con su rol de padres. Ellos quieren no sólo “ser una visita” sino estar presentes en todos los hechos y circunstancias que consideran importantes. 

Así nos enteramos de que quien integra el grupo de WhatsApp de padres del colegio es el progenitor varón, que es quien conoce qué materiales deben llevar, qué días hay reunión con los docentes, cambios en los horarios de ingreso y/o egreso. Las sociedades y su manera de funcionar cambian permanentemente y sí bien menciono que una modificación importante ha sido el rol de la mujer en la pareja, también los cambios en las rutinas de trabajo han contribuido. Antes, la mayoría de los hombres partían de sus hogares a la mañana para realizar sus actividades y regresaban a la tarde/noche debiendo resolver sus compañeras cómo solucionaban el tema de los niños: llevarlos al colegio, hacerles realizar la tarea, proveer de los elementos que debían presentar, etcétera.

Hoy tanto padres como madres realizan trabajos desde sus hogares -los cambios que trajo la pandemia- y, si bien manifiestan que las tareas del hogar les interrumpen el trabajo, el hecho de estar en el ambiente familiar les permite supervisar el funcionamiento de la casa. O, en muchos casos, es el papá quien realiza el trabajo en casa y la mamá quien parte del hogar temprano y retorna a la tarde. No es infrecuente que hijos de 10 años en adelante soliciten convivir con sus padres-varones, manifestando sentirse más cómodos y comprendidos, y no continuar con sus mamás, estableciendo sí un contacto con ellas. Si bien ésta es una mirada parcial, desde una observación en la redacción de acuerdos en el ámbito de la mediación familiar, es un cambio en las nuevas construcciones familiares, que corresponden sólo a algunos grupos socioeconómicos, de determinado nivel de instrucción.

En otros casos seguimos redactando acuerdos de contactos entre padres e hijos no convivientes, con muchas dudas acerca de su cumplimiento o parejas que sostienen roles rígidos, en las que sólo se le reconoce a la mujer el lugar de ama de casa y criadora de hijos. Aún me asustan las estadísticas sobre número de femicidios cometidos en nuestro país: 120 hasta junio pasado, según lo publicado por el observatorio “Ahora Que Sí Nos Ven”, lo que denota que hay mucho camino por recorrer para darle visibilidad a la igualdad de géneros. Si bien como mediadora familiar he advertido algunos avances, creo que aún falta mucho por recorrer, mucho estereotipo que revisar y mucha estructura que flexibilizar. Que así sea.

(*) Licenciada en comunicación social y mediadora

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