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El ascenso consciente de los pueblos los libera de la democracia liberal

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Por Luis Esterlizi (*)

El actual proceso electoral

Ante la realidad oprobiosa de un modelo democrático en crisis que hace agua por todos lados, Argentina vive una de sus peores etapas en su existencia como Nación y como comunidad, debido a la presencia lesiva de una dirigencia que ha sido víctima, hasta el escarnio, de las nefastas improntas de un neoliberalismo en decadencia que la arrastra perversamente hacia la especulación y la banalidad, despojándola de valores éticos y morales que los pueblos necesitan para alcanzar su plena realización.

Frente a este panorama ensombrecido aún más por esta especie de apatía popular, claro decaimiento en el compromiso electoral y gran confusión generada por la decepción con respecto a los mensajes y a las propuestas de los partidos y coaliciones, el pueblo se lanzará a la búsqueda de sus raíces ancestrales cuando a partir de un 25 de Mayo de 1810 se plantó bandera para ser libre, independiente y soberano.

Desde entonces y a partir de los acontecimientos que se extendieron a lo largo de nuestra historia encontraremos las razones que nos permitirán fortalecer nuestra identidad cultural que fuera avasallada por tantos años de neoliberalismo.

Por ello, el proceso electoral en marcha no nos asegura salir de este atolladero construído ante la ausencia de una conducción estratégica nacional, ya que desde la muerte de Juan Domingo Perón Argentina, en su conjunto, perdió la visión de un estadista que, superando las viejas y caducas ideologías de derechas e izquierdas, supo idear la construcción de una “Comunidad organizada”, y las bases del “Modelo argentino para el Proyecto Nacional”.

A pesar de ello, muchos argentinos siguen sustraídos por el actual modelo de gobernanza que, convertido en un engendro autocrático, sigue regido por las ambiciones personales que subsisten dentro de este vetusto sistema de partidos y coaliciones, mientras los argentinos vemos amenazada nuestra integración social, invadido nuestro territorio por fuerzas foráneas y resentida la potestad de nuestros recursos estratégicos.

Por lo tanto, nadie puede asegurar que con este escenario pleno de discriminaciones sociales, defecciones dirigenciales y nefastas confrontaciones entre sectores opuestos, las elecciones por sí solas logren garantizar la superación de la crisis que los engendró.

La alternativa nacional 

“(…) todo el mundo era enemigo de todo el mundo y una economía de miseria había creado en el campo económico una lucha permanente en la que -como dice el tango- todos los días había que salir en busca del “peso” para poder comer. Esa economía de miseria ha sido el azote más denigrante contra la solidaridad del pueblo argentino.

En política estaba el que le hacía la zancadilla mejor al otro, para que se cayera y él saliera adelante; ésa es la escuela nefasta y negativa de ganar haciendo mal a los demás, en vez de ganar corriendo más ligero que los demás y siendo más capaz y moral que los otros. Ése es el espíritu maldito del individualismo, carente de sentido social y de sentido político, que no sólo ha hecho de cada hombre un lobo sino que ha hecho lanzar a unas naciones contra otras”. (Conducción política, de Juan Domingo Perón, pág 217).

Este fragmento describe textualmente la situación política, económica y social que, de manera muy similar a la presente, referencia a la época que fue denominada “La década infame”. Hoy -dadas situaciones similares- los argentinos debemos decidirnos a recuperar el espíritu de libertad e independencia para generar un proceso netamente nacional y totalmente alejado del actual modelo “democrático”.

Por lo tanto, para instaurar una alternativa exclusivamente nacional, alejada de los caducos y tóxicos extremismos y de la decadencia actual de dirigentes e instituciones, debemos esperanzarnos en un cambio generacional y en la recuperación activa de dirigentes de distintos sectores que aún conservan el dominio de sus ideales y las firmes convicciones para que puedan actuar y coadyuvar a la iniciación de un nuevo proceso emancipador.

Es muy posible que entonces los argentinos podamos iniciar una época de cambios muy profundos, construyendo e institucionalizando un ámbito de coincidencias básicas y esenciales que promueva -antes que nada- la unidad entre los argentinos. 

Hoy, a medida que se acercan las fechas definitorias de las distintas etapas de este proceso electoral, se incrementan las denostaciones e improperios, utilizando salvajemente los dispositivos que la modernidad en las comunicaciones ha puesto -en estos casos- al servicio de la estupidez y la malignidad humana.

Para que una propuesta logre superar las implicancias de nuestra crisis, debe provenir de la sociedad organizada en su conjunto. No de un grupo “iluminado” ni de un solo sector y menos de un solo partido o coalición; con el agregado de que dicha propuesta no solo deba contener la formulación de decisiones sino también -y explícitamente- las formas instrumentales de la ejecución bajo su total responsabilidad.

La comunidad organizada

Argentina es posiblemente uno de los países en el cual su comunidad está integrada permanentemente por una vasta gama de entidades intermedias, cada una con una misión específica que cumplir, como parte de la responsabilidad social que les confiere su pertenencia ineludible en su conformación.

El pueblo argentino no está representado por una masa irresoluta ya que su cultura promueve y admite la existencia de miles de organizaciones denominadas “libres del pueblo” porque nadie obliga a nadie a constituir un club, una asociación civil, un gremio, una entidad empresarial, una asociación académica, etcétera.

Por este motivo, el pueblo argentino tal vez sea uno de los pocos que fue impulsado a evolucionar hacia formas estructuradas que le permitieran asumir responsabilidades y compromisos con la sociedad de la que nacieron y esto fundamentalmente es para ser parte de las decisiones y de las razones que aseguren la realización plena en lo que se entiende como crecimiento económico y su correlativo desarrollo social.

Por ser organizaciones libres del pueblo, éstas no pueden ser entidades intermedias que, con misiones específicas de cumplir al servicio de su pueblo, terminen siendo apéndice de corporaciones que tengan otros intereses o sector alineado con partidos o coaliciones nacionales o agencias extranjeras. 

Su libre constitución y en cumplimiento del mandato que le confieren sus asociados, quienes individualmente pueden profesar o sustentar distintas religiones, credos, razas o ideologías, la misión que deben profesar al servicio del pueblo tiene una sola bandera, la azul y blanca de todos los argentinos. 

Por ello, hoy más que nunca, las entidades intermedias deben valorar sus existencias y conferir a las organizaciones que las representan institucionalmente el poder necesario para participar como argentinos organizados en la toma de decisiones estratégicas que necesita el país, así como su implementación y realización. 

Este cambio en el marco de la integración de lo público con lo privado es imprescindible institucionalizarlo, para que sus disposiciones sean vinculantes con la definición y ejecución de las políticas públicas de gobiernos municipales, provinciales y nacional.

Esta propuesta debe ser comprendida por el sector partidario para terminar con esta hegemonía a su favor ya que es un contrasentido que esto exista o se imponga en una democracia de plena participación popular. 

Por lo tanto, un auténtico cambio en el actual modelo de gobernanza ocurrirá cuando efectivamente se institucionalice la participación trascendente del pueblo organizado en todos los regímenes que se declaren democráticos e, incluso, en cualquier otro, sea de derecha o de izquierda porque, de lo contrario, si se persiste en negar ese derecho, claramente estaremos en presencia de una autocracia. 

(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba

“La vigencia del justicialismo no se la puede determinar en el marco del escenario actual, producto de la decadencia del liberalismo.
Por el contrario, al peronismo se lo combatió por su contenido doctrinario que, desde su base cristiana, humanista y popular, advirtió hace 60 años la crisis que comenzaba a vivir el mundo y que hoy alcanza los mayores grados de explicitación. Esto fue formulado por el entonces presidente Juan Domingo Perón en la conferencia dictada en oportunidad del Congreso Mundial de Filosofía realizado en Mendoza en abril de 1949.
Perón anticipa cómo, con el sentido histórico de los pueblos en su evolución hacia mayores grados de conciencia, la sociedad accedía a crecientes niveles de libertad que -a los fines de su ejercicio pleno- requiere de espacio para su desempeño y participación en los niveles de decisión estratégicos, para garantizar que esas decisiones lo contengan en sus resultados”.
Jorge A. Dall Aglio – (Extracto de una opinión publicada en La Voz del Interior, el 1 de octubre de 2005)

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