Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **
Un agujero negro u hoyo negro es una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, pueda escapar de ella. De lo que pasa después, ni noticias.
La metáfora nos viene bien para ilustrar las asimetrías económicas de nuestro país, a las cuales los actuarios del derecho, sea el poder que sea, por lo general han escapado a enfrentar como se debe, pese a existir leyes al respecto.
Hoy por hoy, si no discutimos la libertad política, tampoco deberíamos polemizar respecto de la libertad económica de las personas. La forma más ampliamente extendida de resguardar dicha libertad humana, en cuanto a poder acceder y disponer de los bienes que necesitar para su vida, resulta, al presente, la economía de mercado. Hay varias vertientes de ella, no resultando un modelo único ni mucho menos. Lo que sí es claro es que tal modelo es incompatible con otro, al que frecuentemente se la quiere asociar: el capitalismo salvaje.
La libertad, también en lo económico, implica responsabilidad de sus actores, así como regulación y control por parte de las autoridades en sus distintos niveles. La versión salvaje del capitalismo es la lucha para ver quién es más fuerte, con el Estado totalmente ausente.
Tal vez una de las deudas internas que tenemos en nuestro país en la materia sea la desigualdad de los actores económicos en sus distintas categorías, cuando vamos de mayor a menor. Una de las formas en que se manifiesta con mayor dosis de desprotección es la de los consumidores frente a las empresas. Si bien en este tema se ha avanzado muchas veces nos sentimos impotentes frente al poder de estos grupos que nos imponen condiciones que debemos aceptar casi obligatoriamente.
En ese orden de ideas, el ámbito bancario es donde se dan no pocas inequidades. Los bancos, en nuestro país, mayormente se autodefinen como “bancos de servicios” en lugar de la principal función de ser intermediarios y movilizadores de las operaciones de financiamiento de la producción o expansión económica.
Por eso, en Argentina, hay tantos bancos y tan poco crédito. Porque el sector se dedica a la venta de productos masivos cobrando, por derecha o por izquierda, precios notablemente desproporcionados en cuanto al costo que tienen y el beneficio que les genera a los usuarios.
Un ejemplo de lo que decimos lo vemos en el uso de las tarjetas de crédito y otros medios de pago, en donde los altos intereses en el financiamiento de las compras y las altas comisiones que cobran otorgan a las empresas emisoras y bancos ventajas económicas abusivas a costa del bolsillo del usuario.
Pero parece que se está reaccionando contra esto, ya que días pasados la Comisión de Defensa de la Competencia (CNDC) denunció que a la empresa Prisma, cuyos accionistas son 14 de los principales bancos del país, quien emite las tarjetas Visa, MasterCard, Credencial y Cabal, por una presunta “cartelización” , “ falta de trasparencia” y “abuso de posición dominante”.
Se trata de un hecho tan inédito como bienvenido: la actuación estatal para resguardar la transparencia y equidad en las relaciones del mercado. Y viene con más de una arista interesante, que dejamos para tratar en específico la semana que viene.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. ** Abogado. Magister en Derecho y Argumentación Jurídica