“Reducir el hombre al tamaño de la bestia, disminuirlo en toda la altura del alma que se le ha quitado, hacer de él una cosa como otra cualquiera; eso suprime de un golpe muchas declamaciones acerca de la dignidad humana, de la libertad humana, de la inviolabilidad humana, del espíritu humano y convierte todo ese montón de materia en cosa manejable. La autoridad de abajo, la falsa, gana todo cuando pierde la autoridad de arriba, la verdadera. Sin infinito no hay ideal, sin ideal no hay progreso; y sin progreso no hay movimiento; inmovilidad pues, statu quo, estancamiento: “ése es el orden. Hay putrefacción en ese orden”. Preguntad a la jaula lo que piensa del ala. Os contestará: el ala es la rebelión.
La Comunidad Organizada
De la rebelión a la revolución
Tomo como ejemplo los procesos que inician los pueblos y especialmente el que, como argentinos, iniciamos el 25 de Mayo de 1810, que fue denominado “la Revolución de Mayo”.
Con la rebeldía del pueblo frente al Cabildo se iniciaba el objetivo estratégico de lograr liberarnos de la dependencia española e instalar un gobierno que respondiera fehacientemente a los intereses nacionales, constituyéndonos como nación libre y soberana. Es decir, garantizar un auténtico cambio revolucionario y trascendental, que comenzó el 9 de Julio de 1816, en la ciudad de Tucumán.
Extraigo de nuestra historia este acontecimiento ya que, extrapolando tiempos y circunstancias, nos encontramos ante una coyuntura similar, que Argentina no puede ni debe soslayar.
Más aún cuando la crisis que padecemos -producto de una profunda decadencia ética y moral- es la causa de todas nuestras desventuras.
Queda otro camino para superar la crisis, como es el de aunar las voluntades de los argentinos bajo la iniciativa de encarar una auténtica época de cambios significativamente fundacionales.
Cuando esos cambios son fundantes de un proceso cuya estrategia es la realización de la comunidad en su conjunto, y son concebidos y concretados por dicha comunidad, tienen la consistencia de lo auténtico. Incluyen como garantía incuestionable la responsabilidad y compromiso de ese colectivo gracias a su organización institucional genuinamente representativa de todos los sectores que constituyen esa comunidad y definen este proceso como una auténtica revolución democrática, ya que no la concreta una corporación, un sector o una clase social sino toda una comunidad organizada integrada por sus instituciones y asociaciones políticas, gremiales, empresariales, comerciales, docentes, etcétera.
Si los argentinos somos capaces -a partir de esta convergencia multisectorial y social- de asumir los compromisos de ponernos al servicio de la solución integral de la crisis que padecemos, habremos iniciando una auténtica época de cambios profundos e inaugurado las posibilidades de alumbrar un futuro de plena realización social y cultural.
Definir un proyecto nacional
No sólo es una incógnita describir en qué lugar de la conformación de nuestra identidad como comunidad y su destino nos hallamos. Los argentinos nunca hemos acordado el modelo de país y sociedad que anhelamos.
Peor aún porque, debido a esta aciaga como compleja realidad tanto nacional como internacional, se pone en evidencia el síndrome de la ignorancia que nos invade y las especulaciones banales de una clase dirigente, que se encuentra inmersa en el terreno de las disputas inconducentes por miopías producto de dogmas y prácticas de ideologías caducas.
Difícil y traumática coyuntura transitamos ya que en esta época, en la que se conjuga la carencia de liderazgos prominentes con pueblos sumergidos en la degradación y en la disgregación social, muchos nos vemos obligados a optar por la salida individual, tomar decisiones casi siempre apresuradas y plenamente despojadas de la solidaridad como de la responsabilidad social ante una crisis integral que afecta nuestras familias y, por supuesto, la sociedad en su conjunto.
Vivimos tiempos de desborde imperativos que nos han robado los momentos para la meditación y la reflexión. A la vez, vemos cómo se derrumba el andamiaje institucional que sostiene al sistema que nos impone un modelo de vida especulativo y miserable. Paralelamente, los efectos de la crisis ética y moral van minando las virtudes de los poderes del Estado, mostrando con claridad la descomposición de una época que fallece por sus propias defecciones.
Por eso debemos darnos cuenta de que es inútil pensar en salvar el mismo sistema causa de nuestras desventuras, más aún cuando sus procedimientos inducen a muchos argentinos a asumir miserables imposiciones que los impulsan a desechar la integración social, por creer que, solos y aislados, podrán salvarse o realizarse.
De esta forma, vamos perdiendo el sentido de pertenencia a una misma nación y el sentido de la solidaridad dentro de la sociedad y del territorio donde nacimos, crecimos y hoy padecemos. Es ineludible volver a asumir la responsabilidad para ponerle fin a sus abominables contradicciones.
Iniciar un cambio de época
El actual modelo de gobernanza es arcaico por haber perdido la esencia democrática y soslayar la participación y el protagonismo de los argentinos en la toma de decisiones esenciales. El modelo genera una grave como manifiesta degradación social en amplias capas de la población, por lo que es imprescindible tomar conciencia y concertar los procedimientos para:
- Fortalecer ética y moralmente todas las entidades intermedias políticas, sectoriales y sociales para que, como partes genuinas de la organización integral del pueblo argentino, sus representantes sean fieles custodios de sus variadas y genuinas misiones mediante acuerdos estratégicamente convergentes con el resto del conjunto social.
- Estudiar la modificación del Art.38 de la Constitución Nacional sancionada por la Convención Constituyente del 22/8/94, otorgándole también rango constitucional a las entidades privadas sociales y sectoriales que, registradas legalmente, puedan integrar ámbitos colegiados de decisiones estratégicas (estudiar su composición, misiones y funcionamiento), junto con los diputados y senadores provenientes de los partidos políticos.
- Desarrollar urgentemente un “plan de recuperación de la dignidad social” para los sectores castigados por la desidia de muchos gobiernos que, durante 40 años, consolidaron un proceso de degradación social y cultural. Se debe reintegrar a estos sectores todos los derechos conculcados, que están contemplados en la Constitución Nacional.
- Darles valor constitucional a los consejos económicos y sociales para la confluencia público-privada en los municipios, provincias y Nación, asegurando la participación de la toda comunidad organizada en la ejecución de los planes y programas por medio de las políticas públicas, en coincidencia con el desarrollo estratégico fijado en los ámbitos colegiados conformados por las entidades privadas, diputados y senadores.
Estos cambios estructurales, como otras propuestas atinentes a estas problemáticas que coadyuven a la concreción de una ineludible reforma constitucional, le otorgarán al nuevo modelo de gobernanza mayores ámbitos de participación ciudadana, para que los genuinos representantes de todos los sectores formulen las políticas públicas que resuelvan, con una visión integradora, los problemas, y que de esa forma se constituyan en un dispositivo fundamental en el ejercicio de una democracia social.
Las facultades que actualmente sólo las ejercen los representantes de los partidos políticos constituyen una estafa a la voluntad del pueblo, por la falta de ética y moral de dichas estructuras al dedicarse -casi exclusivamente- al servicio de la especulación electoral y la pelea por el poder, manteniendo un statu-quo que por años viene negándole al pueblo el derecho de protagonizar su propio destino.
Conclusión
Estas simples y modestas sugerencias pretenden sumarse al debate para que todos los ámbitos del quehacer nacional pongamos al servicio de Argentina la cuota de responsabilidad social que cada sector y cada ciudadano debe aportar en defensa de la sociedad que nos contiene, desterrando la lucha por intereses personales que viene obstruyendo -sistemáticamente- el crecimiento económico y desarrollo social de todos los argentinos.
A partir de construir los puentes que nos conecten -bajo el predominio de la unidad nacional- con todas estas propuestas trascendentes, estaremos distinguiéndonos de aquellos otros argentinos que identificaba el general don José de San Martín cuando expresaba: “La soberbia es una enfermedad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una cuota de poder”.
También en aquella época estos preclaros líderes nacionales ofrendaban sus vidas en la lucha por construir una nación. Como el general Manuel Belgrano, cuando nos aconsejaba y advertía: “Los países civilizados no exportan materia prima sin antes transformarla localmente, de lo contrario estarían creando ocupación en el país comprador y desocupación en el país proveedor”.
TOTALMENTE DE ACUERDO. SOLO LA POLÍTICA (O LOS POLÍTICOS) NO BASTA PARA ALCANZAR LA TRANSFORMACIÓN EN UNA VERDADERA REPÚBLICA.
EN EL CORAZÓN DE LAS ENTIDADES GREMIALES EMPRESARIAS, CONSEJOS PROFESIONALES, ONG, ASOCIACIONES INTERMEDIAS, ETC …..ANIDA UNA PARTE IMPORTANTE DE LA NUEVA ARGENTINA