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Divorcio vincular: un caso posible

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Por María Gertrudis Milesy  / Licenciada en Servicio Social, mediadora

Cuando la familia se encuentra en crisis es posible recurrir a la mediación familiar. Ella permite intervenir en situaciones de organización familiar, en la búsqueda de consensos, en el replanteo de aspectos emocionales sin resolver que interfieren en la capacidad de comunicación en la pareja.

En la construcción de la relación -aun después del divorcio-, en la gestión de los intereses comunes luego de la ruptura de las partes, interviene una estrategia inteligentemente selectiva como es la mediación. Las integrantes de la pareja pueden diseñar el camino a seguir, con la ayuda profesional del mediador, imparcial y cualitativamente formado en la resolución de conflictos.
Un reciente caso de divorcio, ocurrido en la familia Rodríguez, ilustra este comentario.

La pareja se presenta a la Sala de Mediación transitando un camino pleno de agresiones y peleas. La causa es remitida por el juez de primera instancia y comprendida en las causales previstas en el artículo 2 (Ley 858/00 de Mediación de la Pcia. de Córdoba).
Luego del discurso inicial y firmado el convenio de confidencialidad, el mediador aclara que el bien de los menores será el criterio prevalente en la mediación familiar.

Las partes se atreven a plantear algunos problemas en la relación que, siendo recurrentes, han dificultado una salida sana en la resolución del conflicto. En el relato de la pareja se percibe la dificultad en la comunicación y en las expresiones de afecto. Sólo aparecen episodios de bronca y estallidos significativos, conducidos por el permanente enojo de ambos, que, con el tiempo, se ha profundizado considerablemente sin dar lugar a mejorar el vínculo. En las discusiones se intenta dañar al otro, con agresiones e insultos. La pareja también comenta que presentan problemas sexuales, producto de insatisfacciones cotidianas en el trato. Los espacios recreativos en la relación y las situaciones lúdicas dejaron de existir. Como consecuencia, el rol de padres se cumple con dificultad y el matrimonio no funciona.

Luego de dos reuniones y habiendo otorgado a cada parte la oportunidad de hablar y plantear sus problemas, se logra bajar el nivel de agresiones entre ambos y se retoma la cuestión de las responsabilidades paternas. A través del proceso de mediación y ante el fracaso de la terapia que realizaron previamente, surge el tema del rol de los padres, como prioritario y se trabaja desde los aspectos que hacen a las responsabilidades para con sus hijos.

Es así que surgen asuntos relevantes como los hijos en común -cinco, de los cuales tres son menores- y las cuestiones que hacen al cuidado de éstos, sobre todo de los más chicos. Las dudas con relación a la posibilidad de que vivan con la madre o con el padre y cómo se van a cubrir los gastos de comida, escuela, vestimenta y recreativos, son tratadas en sesiones especiales en las que se vuelve a destacar la importancia de lograr un clima de respeto y colaboración, para evitar las agresiones verbales y gestuales.

También surge el tema del compromiso de los padres de evitar que los hijos participen en el divorcio vincular. Si bien la separación se constituye en una crisis vital que afecta a todo el sistema familiar, es posible trabajar hacia la madurez emocional y evitar situaciones que agraven el problema e involucren a los hijos en responsabilidades que sólo les corresponde asumir a los adultos.

Resulta entonces en el proceso de mediación que continuar con los roles paternos es el camino a seguir, y es bien sabido que esto no se puede lograr si no mejora el diálogo entre las partes.

El objetivo en esta mediación no es sólo el acuerdo, sino mejorar la comunicación entre los distintos miembros de la familia y la protección integral de los hijos. La calidad de la intervención está dada por los valores que el mediador despliega, desde la teoría que sustenta y orienta la práctica. En este sentido en el acuerdo entonces, queda plasmado el diseño de las futuras conductas para con sus hijos y la importancia del diálogo y el respeto mutuo, como vector de encuentro familiar en el transcurso del cotidiano vivir.

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