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¿Dificultades en el nacimiento de un nuevo imperio?

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El mundo se debate entre medias verdades y mentirijillas que pretenden ser de santidad seráfica. Ése es el condimento fundamental de la guerra de medios que revelan lo que sacude al este de Europa y a la que asiste el resto del mundo como un espectador privilegiado.

Espectáculo que ha hecho surgir, en la mayoría de las ciudades y pueblos de la República Argentina, a cientos de orates disfrazados de combatientes que lucen en sus pechos réplicas de la cruz gamada mientras reivindican el Tercer Reich y al facismo italiano.

En Córdoba, las barrabravas de dos de los clubes de mayor convocatoria se adiestran en las artes de la guerra y utilizan para su traslado antiguos camiones Unimog enmascarados, como si fueran integrantes de las fuerzas armadas.

En la guerra entre Ucrania y Rusia se violan todas las normas del Derecho Internacional Humanitario (DIH) o “Leyes de la Guerra”, que están reconocidas en la Convención de Ginebra o consagradas por el derecho consuetudinario.

Dicho en otras palabras, no se puede atacar deliberadamente a civiles; aunque pueden morir o resultar heridos si esto ocurre como parte de un ataque proporcionado contra un objetivo militar. 

“Todas las partes en el conflicto -leemos en la página oficial (en castellano) de Amnesty Internacional- deben adoptar medidas para reducir al mínimo los daños a civiles y bienes de carácter civil (como edificios residenciales, colegios y hospitales) y deben evitar llevar a cabo ataques en los que no se distinga entre civiles y combatientes, o que causen daños desproporcionados a la población civil”.

El debate en Occidente deja el campo de la geopolítica y se personaliza. Al parecer -según analistas internacionales- el nuevo, viejo y eterno proyecto imperial de la Gran Madre Rusia no habría sido asumido por el pueblo ruso. Sería, apenas, un proyecto personal del presidente de la Federación Rusa. 

¿Qué llevó a Vladímir Putin a echar por la borda 33 años de esfuerzos de toda Rusia para reinsertarse en el mundo y ser un actor potente en un mundo multilateral? 

Quizás la necesidad de dibujar a su antojo un nuevo mapa de Europa basado en la dependencia energética del resto de las naciones del viejo continente.

Se trata de una construcción de poder desde el poder que usa todo un arsenal de excusas para presionar las naciones que cuentan con minorías rusoparlantes.

Se cuenta que Putin utilizó los tiempos del encierro pandémico para estudiar historia rusa desde la Edad Media hasta la actualidad. Se detuvo en la evolución política rusa y los proyectos hegemónicos que forjaron, a lo largo de los siglos, el gran imperio de los zares.

Europa vive un fin de época. La eventual extensión de la guerra preocupa a todos. Sería un fracaso más de los servicios de inteligencia. 

¿Fueron incapaces de prever la marcha del Kremlin tras desenterrar el hacha de la guerra, o la diplomacia y la política desoyeron sus advertencias? 

Decíamos de un tiempo extraordinario que necesita de respuestas extraordinarias. La unidad europea está en juego. 

Los primeros bombardeos y el tronar de los cañones alteraron la tranquila siesta de las autoridades europeas y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). 

¿Será cierto que Putin aguardó que se alejara Angela Merkel de la Cancillería alemana para lanzar sus legiones a la conquista de Ucrania? La pregunta es retórica, sin embargo crece el clamor para que la ex canciller intervenga y cree un espacio de diálogo entre el invasor y los invadidos.

La invasión de Ucrania fue un hecho premeditado, cuidadosamente planeado. El ataque por todos los flancos y sin mediar agresión así lo demuestra.

Los historiadores del futuro estarán de parabienes. El primer cuarto de siglo se sintetiza en el análisis de las consecuencias de la pandemia que trajo millones de muertos, pobreza y dolor al mundo entero y, ahora, una invasión cuyo impacto no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. 

Los tiempos de paz y tranquilidad se han esfumado. En tanto, somos testigos lejanos de la guerra y sus consecuencias mediante nuestros teléfonos móviles y por las redes sociales.

Las noticias del frente de batalla deparan sorpresas. Los francotiradores son una pieza clave en la estrategia general. 

Los ataques de la artillería y la aviación rusa dejarán paso a la infantería. Se vivirá una larga y desgastante guerra civil urbana. Los ucranianos -de larga tradición partisana- están reescribiendo el Mini-manual do guerrilheiro urbano, de Carlos Marighella, que se levantó en armas para combatir la larga dictadura brasileña.

Como era de esperar, se comienzan a sentir indeseables consecuencias en la provisión de alimentos, energía y agua, mientras las bolsas se desbarrancan.

Los movimientos bursátiles bélicos se han llevado por delante los partes covídicos de lunes a viernes. Se ha pasado de perseguir los datos de las vacunas a los de los misiles.

La guerra es en todos los frentes. Los especialistas ya hablan de la existencia de una guerra híbrida. 

El colectivo Anonymous, integrado por hackers de todo el mundo, le declaró la «ciberguerra” a Putin. Existen los cibersoldados, quienes atacan desde la informática y en salas que manejan drones. 

La globalización que tanto alabamos es hoy una amenaza. La hiperconexión, un peligro.

Vemos matanzas, violaciones sistemáticas de los derechos humanos de millones de seres, y también el medio ambiente, afectados. La inmigración es tremenda, la gente huye en masa con el consiguiente daño psicológico y físico, especialmente en niños, mujeres y ancianos. 

De un día para otro se impone la cultura de la muerte y se abre una causa ante la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra. La gente está aterrorizada y huye. Es todo una gran tragedia ante una agresión sin límites.

En respuesta, aparece en escena una alianza entre Estados y empresas privadas. En Rusia, Google actuó y cortó servicios, lo mismo hizo Apple, tarjetas de crédito dejaron de funcionar, igual que los servicios satelitales y el cine. Se cierra el espacio aéreo de los países, se incautan yates, jets privados, terrenos, dineros de rusos millonarios y se bloquean sus activos en los paraísos fiscales. 

Se pide en Europa usar las famosas segundas viviendas (que no se ocupan gran parte del año) para recibir a miles de refugiados que huyen de Ucrania.

Suiza y Suecia dejan de lado su histórica neutralidad. 

Se excluyó del sistema de transacciones financieras Swift a bancos rusos y se cortará el flujo de criptomonedas. Despiden a los abogados en estudios jurídicos y a ejecutivos, rusos, de las empresas. A los músicos, lo mismo. 

Suecia y Finlandia son los próximos blancos y Putin moviliza su armamento nuclear.

Se viene el metaverso, la web 3.0, los espacios y redes virtuales, por lo que, ante lo que está pasando, debe ser una prioridad estratégica nacional enseñar informática, ya que todos los sistemas computacionales son y serán vulnerables, partiendo por nuestros propios equipos, conectados a una nube virtual alojada en Estados Unidos u otros países y que, hoy más que nunca, demuestra ser muy frágil.

Que valga entonces lo que dijo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, esperanzado, en el discurso del Estado de la Unión luego de enfrentar la pandemia y ante el escenario que viene: “Somos más fuertes hoy que hace un año y seremos más fuertes dentro de un año de lo que somos hoy. Ahora es nuestro momento para enfrentar y superar los desafíos de nuestro tiempo”.

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