viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Deidades jurídicas mitológicas

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Una forma humana para un valor universal: la idea de la justicia ha sido personificada de modos muy diversos por las distintas culturas. 

Por Luis R. Carranza Torres

Todos somos prisioneros de nuestra propia cultura, quien más, quien menos. Por eso, la idea de la justicia nos la representamos mayormente como lo hicieron los romanos.

Nuestros padres en el derecho se la figuraron como una mujer impasible, con los ojos vendados llevando una balanza y una cornucopia. Como no podía ser de otra forma, su nombre era Iustitia.

Antes de ella, los griegos tuvieron a Themis. Fue su forma de dar imagen humana al orden que percibían en el cosmos, que debía repetirse en las leyes y las costumbres. Esta diosa “del buen consejo” era quien estaba detrás de lo que decían las pitonisas en los oráculos y en particular en el de la isla de Delfos, instruyendo mediantea ellas la humanidad respecto de las leyes primordiales de la justicia, de la moral, los preceptos de la piedad, las reglas de la hospitalidad, el buen gobierno y las ofrendas piadosas a los dioses.

Lo suyo era lo que hoy podríamos llamar el orden jurídico natural, que se cristalizaba en conductas establecidas desde tiempos inmemoriales por la costumbre.

A diferencia de la mayoría de su género, Themis era una diosa tranquila. Jamás se encolerizaba ni tomaba revancha cuando no se escuchaban sus consejos, pero contaba en tales casos con su colega Némesis para hacer el trabajo duro. Esta última no es propiamente como en el común de las personas se le considera -la encarnación de la venganza- sino que representaba la justicia retributiva. Dos cosas muy distintas, aunque a lo largo de toda nuestra historia los humanos tendamos a confundir ambos conceptos.

Las tareas punitivas de Némesis no se detenían en las leyes del cosmos, siendo de su jurisdicción la punición de cualquier acto de desobediencia de una persona respecto de otra con derecho a mandarla, por lo que gran parte de su tiempo lo ocupaba en sancionar hijos que no obedecían a sus padres. También, como receptora y guardiana de la vigencia de los juramentos de amor y votos de fidelidad, se encargaba de impartir castigo a quienes por perjurio o infidelidad los habían defraudado.

A Dike, producto de la unión de Themis con Zeus, le correspondía velar por la recta administración de la justicia humana. Enemiga acérrima de la falsedad, mandaba al frente con Zeus, capo di tutti capi, a los jueces que violaban la justicia al sentenciar. Como suele ser una constante en las hijas de los poderosos, en dichos casos se acercaba al trono de su padre en el monte Olimpo entre lamentos, sollozos y caritas de compungida, para que “papito” descargara sus rayos sobre el mortal que la había sacado de quicio.

Es asimismo la primera deidad occidental en llevar la balanza como símbolo de la justicia. En su vida amorosa se unió con Dikastis, una deidad del equilibrio y la prudencia, que la ayudó sobremanera a moderarse en sus rabietas. Su consorte era también capaz de ver dentro del espíritu de los hombres y juzgarlos correctamente por tener los “ojos de la justicia”.

De tal pareja nacerían tres féminas: Homonoeia, la concordia; Dicaiosina, la rectitud; y Areté, la virtud. Todas se decantaron por la carrera de sus especiales padres. Podemos decir, entonces, que se trató de la primera familia judicial de la historia.

Pero no en todas las culturas la justicia ha recibido forma de mujer. En la mitología escandinava, los antiguos vikingos la representaron con un dios alto, rubio y de ojos azules llamado Forseti. Tal palabra en nórdico antiguo significaba “el que preside”, y en la actualidad significa “presidente” tanto en islandés moderno como en feroés.
Hijo de Baldr y Nanna, era considerado el más sabio y elocuente de los dioses de Asgard. Era la deidad, además de la justicia, de la paz y la verdad. Su hogar era llamado glitnir, que significa brillante, y ahí, bajo un vestíbulo de techo plateado sostenido por pilares dorados, impartía justicia a todos los que se acercaran hasta allí a buscarla.

Nuestra actual Dama de la Justicia ha sido modelada bajo el patrón romano: vestida con toga o túnica, los ojos vendados, portando la balanza y la espada en sus manos.

Personalmente, prefiero la versión libre que la genialidad del escultor Rogelio Yrrutia nos ha dejado en el hall de ingreso del Palacio de Tribunales de Capital Federal: con la cabeza en alto y los ojos bien abiertos, imponiendo ambas manos desde lo alto, en señal tanto de autoridad como de protección. Una imagen más cercana para el justiciable que la glacial actitud distante de su forma tradicional.

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