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Cuba y el grandote de la esquina: ¿un entendimiento posible?

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El inicio de una etapa diferente en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos generó un debate áspero, pasional. El torneo de declaraciones sirve para resucitar odios y rencores que el paso del tiempo los encuentra rozagantes. También para sembrar dudas y zozobras sobre el éxito del acuerdo asidos a la esperanza del comportamiento futuro del Congreso estadounidense en manos del Parido Republicano.

La derecha latinoamericana, embebida en sus propias contradicciones, ha reflotado sus viejas teorías conspirativas. Jura que le hará pagar duro precio a Barack Obama por atreverse a pensar sin su consentimiento. Razón por demás valedera -reflexionan- para complicarle, en extremo, sus últimos años como habitante transitorio de la Casa Blanca.
Los ataques a Fidel Castro no le van en zaga.

No basta combatir sus ideas políticas. Le hacen miembro de la CIA, agente del servicio secreto ruso, jefe del Mossad e integrante de aquella mítica pesadilla paranoica llamada “sinarquía internacional”, engendro que nunca se pudo explicar razonablemente. Por ello aducen, en pleno delirio místico, que Fidel Castro es como Samael, “un siervo fiel del demiurgo, por eso el experimento de la dictadura marxista en Cuba. Para agradar al Satán Creador, prometiendo justicia y libertad, aprisionaron a millones de personas en la esclavitud marxista.

Las trampas de Samael son similares. El 99 por ciento de la humanidad tiene dos centros de gravedad. El centro satánico es el alma, creada por el demiurgo Satanás, y el centro divino es el Espíritu Eterno, no creado por ese Satán”.

Más allá de estas elucubraciones irracionales lo cierto es que la política de confrontación de Washington para con Cuba fracasó. Es un dato insoslayable. Once administraciones -demócratas y republicanas- hicieron todos los esfuerzos posibles para acabar con el régimen cubano que, pese a las dificultades, goza de una singular lozanía.

Ha resistido todos los embates, reiteramos. El grandote de la esquina no se privó de nada.

Su última gran cruzada fue cooptar, infiltrar el movimiento de hip hop en Cuba. Los operadores trabajaban a la sombra de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Industrial, que contrató un par de cientos de raperos para que vehiculizaran la crítica política y social.

Fórmula que había resultado exitosa en Serbia en el año 2000, cuando fue derrocado Slobodan Milosevich. El fracaso, esta vez, fue estrepitoso. Los “promotores culturales” que prometían fama internacional inmediata se quedaron con la parte del león.

Cuestiones que conocería en detalle, seguramente, el cantante colombiano Juanes.

Más allá de éstas y otras cuestiones hemos sido testigos de un acto de realismo político en momentos complejos para el mundo. La rigidez en los modos de relacionarse los Estados producto de la Guerra Fría se han disipado parcialmente en la región.

Mucho más cuando el escenario mundial dejó de ser militarmente bipolar para transformarse políticamente policentrista. Vivimos desde hace décadas “bajo el amenazador amparo del ‘equilibrio del terror’ -explica el politólogo español Tomás Mestre Vives-.

La realidad se ha comportado como el más eficaz de los estabilizadores contra la escalada o generalización de los conflictos habidos desde el final de la II Guerra Mundial. Ha posibilitado un notable período de paz, por muy sui generis que esta paz sea, y no existen razones para no creer que el período no pueda prolongarse indefinidamente. La desestabilización puede provenir de los sectores ultraconservadores de las superpotencias.”

Así lo entienden los granjeros y agricultores norteamericanos -votantes tradicionales de derecha- reunidos en la Federación Americana de Agricultura y la Unión Nacional de Agricultores, que enfrentan una oportunidad única porque “han sido una de las pocas excepciones al embargo estadounidense en vigor desde hace medio siglo, aunque han estado sometidas a normas engorrosas, como pagos en efectivo por adelantado antes de enviar los productos, y que los pagos se gestionen a través de bancos de otros países que cobran elevadas tarifas por sus servicios.”

Por ello, ante las presiones ultraconservadores representadas por la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su acrónimo en inglés) han unificado discursos y están dispuestos a dar batalla.

Han desafiado a los cowboys a debatir las condiciones objetivas de la economía del Medio Oeste, que necesita comerciar con un mercado de 11 millones de consumidores “porque la eliminación de estas barreras comerciales hará que los productos agrícolas estadounidense sean mucho más competitivos en precio en Cuba”.

La NRA y el Partido Republicano no entienden la dureza del apriete. No lo esperaban. Estaban muy cómodos en su limbo.

Su condición de “Reservorio moral de la Nación” les impide -gritan voz en cuello- tener que bajar a tierra y debatir sobre el futuro del pollo congelado, la soja y el maíz.

Sin dudas el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos enfrentará enemigos poderosos y recalcitrantes que están montando su contraataque para complicarlo, detenerlo, revertirlo.

Los insultos personales contra el presidente Obama se intensificarán. Pero todo apunta a que no podrán prevalecer pues estas fuerzas están a contramano de la Historia. ¿Optarán, como en otras ocasiones, por el magnicidio? ¿Les servirá para detener el decurso del Sol? Oiremos atentamente a quienes tengan esas respuestas.

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